01 septiembre 2020
¿CÓMO ALCANZAR LA PAZ INTERIOR:
Psicología/ desarrollo personal
Estamos tan imbuidos en ese ritmo
frenético que a veces, cuando tenemos un poco de tiempo para nosotros mismos,
nos sentimos culpables. Culpables porque deberíamos estar haciendo algo más
productivo. Sin embargo, hay un momento en que es necesario detenerse y decir
“¡basta!”. Basta a las preocupaciones sin sentido y al ritmo de vida agobiante.
Basta a las presiones sociales, a todas esas tareas sin sentido y a la
persecución de la perfección.
Reencontrar la paz interior es
fundamental para nuestro bienestar y felicidad. De vez en cuando es
imprescindible relajarse un poco, tomar una pausa y reordenar nuestras prioridades.
Es un cambio que vale la pena.
La paz interior es una sensación
de calma en la que dejamos de luchar contra los pensamientos y las emociones
negativas y perturbadoras, aunque eso no significa que no existan, sino que
dejan de dominarnos y causarnos daño porque no les damos una importancia
excesiva ni permitimos que se conviertan en preocupaciones recurrentes. Es un
estado en el que nos apartamos mental y emocionalmente de los problemas y
conflictos cotidianos, asumimos una distancia psicológica para
disfrutar de la serenidad.
¿Se puede desarrollar la paz
interior?
Muchas personas piensan que es
imposible alcanzar la paz interior. Afirman que la vida cotidiana es tan
incierta y a veces tan caprichosa, que no es posible encontrar la serenidad
porque los problemas siempre están agazapados a la vuelta de la esquina,
esperando para atacarnos en cualquier momento. Es cierto. No se puede negar que
la vida acarrea una gran dosis de incertidumbre. La clave está en el locus de
control.
Cuando tenemos un locus de
control externo y cualquier situación tiene el poder de incidir negativamente
sobre nosotros y hacernos perder la calma, es imposible encontrar la paz
interior. Las personas con un locus de control externo son como hojas movidas
por el viento que no hallarán la paz ni siquiera en los mejores momentos porque
estarán pensando en todas las desgracias que pueden perfilarse en el horizonte.
Sin embargo, eso no implica que
sea imposible alcanzar la paz interior. Cuando tenemos un locus de control
interno podemos decidir qué guerras vale la pena luchar. Si en vez de
limitarnos a reaccionar, tomamos el control y decidimos con qué actitud
enfrentar los problemas tomando las riendas de nuestra vida, podemos aspirar a
desarrollar una paz interior duradera.
Por tanto, la paz interior no es
algo que se encuentra a lo largo del camino por casualidad, es una decisión
personal, es algo construimos de manera consciente poniendo en práctica
comportamientos y pensamientos que nos conducen a la serenidad.
¿Dónde encontrar la paz
interior?
Un monje que buscaba la paz
interior y la iluminación se retiró a una pequeña isla desierta y alejada. Se
comprometió a no enojarse más, a no estar triste ni eufórico sino simplemente a
estar realmente consigo mismo en paz.
También se prometió no abandonar
aquella isla y contentarse con su compañía. Escogió un lugar, se sentó cerca de
un árbol, se quedó quieto y meditó. Después de muchos años de meditación y silencio,
pensó que había llegado a la iluminación. Se sentía tranquilo, revitalizado y
fresco, en completa sintonía con aquella isla y consigo mismo.
Estaba tan contento que decidió
enviar una carta a su maestro anterior, agradeciéndole por sus enseñanzas, y
contándole que había alcanzado la iluminación, que ya nada del mundo lo
agobiaba o importunaba y que jamás abandonaría aquella plácida isla.
El monje recibió una respuesta.
Abrió con entusiasmo la carta y, para su sorpresa, solo leyó una serie de insultos
contra su persona. El monje se enojó tanto que decidió abandonar la isla para
pedirle una explicación a su antiguo maestro.
Esta parábola budista, en
sintonía con las palabras de Virginia Woolf: «no puedes encontrar la paz
evitando la vida «, nos brinda una gran lección: la paz interior es algo
que encontramos en nosotros mismos. La paz que se consigue evadiéndonos de la
realidad y de los problemas es una paz artificial que se hará añicos apenas la
adversidad llame a nuestra puerta, como le sucedió al monje.
1.
Dedica tiempo a la
introspección
Dedica menos horas a los diarios
y los noticieros y más tiempo a explorar tu interior. Cuando permites que tu
mente absorba la negatividad que transmiten la mayoría de los medios, es muy
difícil limpiarla. No se trata de crear una burbuja feliz y artificial a tu
alrededor, pero es conveniente que programes hábitos mentales menos tóxicos y
que te asegures de pasar tiempo a solas contigo mismo. No se trata de dar
vueltas a los problemas sino de hacer las paces contigo mismo. La paz interior
proviene de sentirte cómodo con tus decisiones, pensamientos y emociones, y
para ello necesitas actualizar constantemente tu autoimagen.
Acepta los pensamientos y
emociones “negativas”
3.
Evita la crítica
destructiva
Todos tenemos la tendencia a
comparar, sacar conclusiones y luego criticar. Sin embargo, la crítica negativa
es el peor enemigo de la paz interior. La crítica no solo hace daño a quien es
criticado sino también a quien emite ese juicio de valor. Suele ser expresión
de rigidez mental y rechazo a la realidad. El problema es que la crítica
negativa te sumirá en un estado de insatisfacción permanente que te aleja de la
serenidad que pretendes alcanzar. Eso no significa que debes aceptarlo todo,
pero tienes que aprender la diferencia entre la crítica constructiva que da pie
a un cambio positivo y la crítica destructiva cuyas consecuencias siempre son
negativas. Se trata de aprender a no juzgar y ser más tolerantes y flexibles.
4.
Simplifica tu vida
¿A veces te gustaría que el día
tuviese más de 24 horas? No puedes alargar el día, pero puedes simplificar tu
vida, de manera que aproveches mejor cada minuto. Cada cierto tiempo, es
conveniente que te detengas y te preguntes si estás haciendo lo que realmente
te gusta o si estás perdiendo el tiempo inútilmente. Piensa en cómo puedes
simplificar tu vida para que puedas dedicar más tiempo a las cosas que
realmente te importan y te brindan felicidad y satisfacción. Recuerda que la
madurez no está en añadir cada vez más, sino en restar y necesitar cada vez
menos para ser feliz.
5.
Practica la gratitud
No dejes que pase un solo día sin
sentirte agradecido por algo. Siempre hay algo por lo cual dar gracias, solo
hay que aprender a valorar las cosas que damos por descontado, como el simple
hecho de vivir o de tener a nuestro lado a personas que nos aman y a las que
amamos. Cuando empezamos a sentirnos agradecidos por lo que tenemos, en vez de
quejarnos por lo que no tenemos, reencontramos un nuevo equilibrio interior. La
gratitud es una de las llaves que abre la puerta a la serenidad y la felicidad.
6.
Da sin esperar recibir a
cambio
Muchas personas dan esperando
recibir algo a cambio, convierten las relaciones interpersonales en relaciones
comerciales. Cuando no reciben la recompensa esperada, se enfadan. Por eso, si
quieres lograr la paz interior, debes despojarte del egoísmo y reencontrar el
placer que implica el acto de dar, por el simple hecho de ayudar o hacer una
buena acción. Dar debe ser lo suficientemente gratificante de por sí. Siéntete
bien contigo mismo por lo que has hecho.
7.
Aprende a estar plenamente
presente “Si te sientes deprimido,
estás viviendo en el pasado, si te sientes ansioso, estás viviendo en el
futuro. Si te sientes en paz, estás viviendo en el presente”, dice una frase
sobre la paz interior de Lao Tzu. Muchas veces vivimos agobiados porque estamos
a caballo entre las culpas del pasado y las preocupaciones del futuro. Aprender
a estar plenamente presente, en lo que los budistas llaman “el instante
eterno”, te permitirá encontrar la paz en lo que estás haciendo, sea lo que
sea. De hecho, puedes practicar diferentes ejercicios de mindfulness cotidiano,
ni siquiera es necesario que te sientes a meditar.
8.
No te agarres, deja ir A lo largo de nuestra vida vamos acumulando mucho
resentimiento y rencor, sentimientos que terminan haciéndonos daño y nos
impiden lograr esa paz interior que tanto ansiamos. Por eso, es fundamental que
aprendas a dejar ir esos sentimientos y pensamientos que te afectan y mantienen
atado al pasado. También es fundamental que aprendas a practicar la ley
del desapego, incluso con las metas que te has propuesto. La vida fluye, si te
aferras te quedarás estancado luchando contra la corriente, lo cual te agotará
emocional y físicamente. La técnica de visualización las “hojas del río” te ayudará a comprender que todo cambia.
9.
Tranquiliza tu mente
Cada día nos enfrentamos a
cientos o incluso miles de estímulos. Nuestra mente está en un estado de
hiperestimulación constante que nos impide encontrar la serenidad. Por eso, es
conveniente que dediques al menos unos minutos al día a practicar la meditación
o la relajación. Aprende a vaciar la mente y a liberarla de todas las
preocupaciones cotidianas. Este vídeo de música relajante también te ayudará a
reencontrar la paz interior en los momentos más complicados. Es una auténtica
joya para relajarse o meditar:
30 agosto 2020
EQUILIBRIO QUE NOS MANTIENE A FLOTE SE LLAMA EUTIMIA
EL Psicología/ desarrollo personal
EQUILIBRIO QUE NOS MANTIENE A FLOTE SE LLAMA EUTIMIA
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EQUILIBRIO QUE NOS MANTIENE A FLOTE SE LLAMA EUTIMIA
El término eutimia es de origen griego. Es el resultado de la combinación del pronombre “eu” que significa “bien” y “thymos” que significa “alma o emoción”. Sin embargo, en realidad este último término abarca cuatro significados diferentes: energía vital; sentimientos y pasiones; voluntad, deseo e inclinación y, por último, pensamiento e inteligencia.
Por tanto, si nos remitimos al significado original de eutimia, no se limita únicamente a un estado de ánimo positivo, sino que va mucho más allá haciendo referencia a un equilibrio de todos los contenidos psicológicos.
La estabilidad de los afectos
En el ámbito de la Psicología, el término eutimia se ha utilizado de manera más restrictiva, fundamentalmente para referirse a la ausencia de alteraciones en los trastornos del estado de ánimo, como el trastorno bipolar. La eutimia sería, por tanto, los periodos de equilibrio entre la manía y la depresión.
En el pasado se pensaba que las personas con trastornos mentales recuperaban su pleno rendimiento en la fase eutímica, pero ahora se conoce que entre en el 40 y 60% de los pacientes eutímicos presentan trastornos neurocognitivos.
Ese descubrimiento ha puesto en tela de juicio la eutimia como un estado emocional eminentemente positivo para dejar paso a un concepto de eutimia más amplio y vinculado al equilibrio. Sería, por tanto, una sensación de bienestar y equilibrio matizada por un sentimiento de alegría sosegada y
En el pasado se pensaba que las personas con trastornos mentales recuperaban su pleno rendimiento en la fase eutímica, pero ahora se conoce que entre en el 40 y 60% de los pacientes eutímicos presentan trastornos neurocognitivos.
Ese descubrimiento ha puesto en tela de juicio la eutimia como un estado emocional eminentemente positivo para dejar paso a un concepto de eutimia más amplio y vinculado al equilibrio. Sería, por tanto, una sensación de bienestar y equilibrio matizada por un sentimiento de alegría sosegada y paz interior.
De hecho, en 1991 el psiquiatra Garamoni sugirió que la eutimia fuese un nivel de funcionamiento saludable caracterizado por un balance óptimo entre los afectos y cogniciones positivas y negativas. De esta manera, la psicopatología sería el resultado de una desviación de ese balance.
Según esta perspectiva, la eutimia no es un estado carente de afectos y pensamientos negativos. Estos existen, pero no nos hacen perder la estabilidad. Si las emociones y sentimientos negativos predominasen se haría referencia a un estado de ánimo negativo o distimia, generalmente caracterizado por la tristeza y la nostalgia. Y si las emociones positivas fueran excesivas también romperían el equilibrio mental y serían dañinas, como en el caso de la manía.
“Si deseas ser imperturbable, es una cosa excelente, de hecho, es la mejor de todas y una de las que erige al hombre a nivel de dios. Los griegos llamaban a esa firmeza mental eutimia […] Lo que necesitamos entender es cómo la mente puede seguir un curso constante y sin contratiempos, cómo puede sentirse satisfecha de sí misma y mirar con placer a su alrededor, y no experimentar la alegría de manera interrumpida sino permanecer en ese estado, pero en una condición pacífica sin estar nunca eufórico o deprimido: eso es ‘paz mental’”, dijo Séneca.
El filósofo estoico aspiraba a alcanzar la eutimia. Consideraba que se trataba de un estado de calma interna y satisfacción vinculado al bienestar psicológico, un “tranquillitas animi” que iba acompañado de una “felicitatis intellectus”, que sería la plena conciencia de ese bienestar. Así nos daba a entender que la eutimia no es un estado al que llegamos por azar sino el fruto de un esfuerzo consciente y un arduo trabajo interior.
El primer paso para desarrollar el estado eutímico, según Séneca, sería dejar de juzgar. “La tranquilidad solo puede ser alcanzada por quienes han logrado un inquebrantable poder sobre los juicios”, afirmó.
Los juicios que realizamos sobre las cosas son los que, a menudo, nos roban nuestro equilibrio al alimentar las frustraciones, tensiones, desilusiones y enfados, estados que terminan acumulándose. Por eso, necesitamos juzgar mucho menos.
Séneca también daba una segunda pista para alcanzar la eutimia: vivir estando plenamente presentes. “La verdadera felicidad es disfrutar del presente sin dependencia ansiosa del futuro, no divertirnos con esperanzas o miedos, sino descansar tranquilos, como el que no desea nada. Las mayores bendiciones de la humanidad están dentro de nosotros y se encuentran a nuestro alcance. Un hombre sabio está contento con su suerte, sea cual sea, sin desear lo que no tiene”.
El tercer y último consejo proviene de Demócrito, otro filósofo que hizo referencia a la eutimia. En su caso, creía que esta proviene de sentirnos satisfechos con lo que tenemos y lo que somos. Sería un estado de tranquilidad en el que no buscamos ansiosamente acumular muchas más cosas ni nos quita el sueño no tenerlas. Eso no significa dejar de crecer ni resignarse, sino sentirse satisfechos aquí y ahora mientras trabajamos por mejorar el futuro.
Por eso recomendaba prestar poca atención a las personas importantes y a menudo envidiadas y admiradas que nos rodean para centrar nuestra atención en aquellas que menos tienen y más sufren. Esa comparación nos permite poner nuestro sufrimiento, dolor o supuesta mala suerte en perspectiva. Y también nos permite desarrollar la gratitud imprescindible para calmar nuestra mente inquieta.
Por supuesto, no existe una receta ideal para alcanzar la eutimia. Cada persona debe encontrar su balance óptimo, ese estado en el que se siente a gusto, en el que nada sobra pero tampoco falta. Y eso dependerá de factores como su personalidad, el contexto social y cultural y, por supuesto, el trabajo interior que haga.
Fuente: Linden, M. (2020) Euthymic suffering and wisdom psychology. Word Psychiatry; 19(1): 55-56.
23 agosto 2020
EL EFECTO REBOTE: NADA SE FIJA TAN INTENSAMENTE COMO LO QUE DESEAS OLVIDAR
que más influye en nuestra vida. También es uno de los
más desconocidos. Por eso caemos en sus redes una y otra vez. Dejamos que nos
arrebate nuestro equilibrio mental. Y permitimos que nos haga tomar malas
decisiones porque no somos conscientes de su influjo.
PSICOLOGÍA/TRASTORNOS PSICOLÓGICOS
EL EFECTO REBOTE: NADA SE FIJA TAN INTENSAMENTE COMO LO QUE DESEAS OLVIDAR
¿QUÉ ES EL EFECTO REBOTE?
“Intenta ponerte esta tarea: no pensar en un oso polar, y verás
que el maldito animal acudirá a tu mente cada minuto”, escribió Fyodor
Dostoievski en “Apuntes de invierno sobre impresiones de verano” en 1863.
Más de un siglo después la ciencia le dio la razón. Daniel Wegner,
psicólogo social de la Universidad de Harvard, descubrió el efecto rebote por
primera vez hace más de 25 años. Contó que aquella frase llamó su atención y se
convirtió en un enigma en el que no podía dejar de pensar, así que decidió
comprobar si era cierto.
Ideó un experimento simple: pidió a los participantes que
verbalizaran lo que estaban pensando durante cinco minutos, mientras intentaban
no pensar en un oso blanco. Si le venía a la mente un oso blanco, debían
tocar el timbre. A pesar de las instrucciones explícitas para evitar
pensar en el oso blanco, los participantes pensaron en el animal más de una vez
por minuto, como media.
Luego Wegner les pidió que hicieran el mismo ejercicio, pero esta
vez intentando pensar intencionalmente en un oso blanco. En ese punto, los
participantes pensaron en el oso blanco incluso con más frecuencia que un grupo
diferente, a quienes se les había dicho que podían pensar en el oso blanco
desde el inicio. O sea, que no habían sido sometidos a la condición de
supresión del pensamiento.
Sus resultados sugirieron que suprimir el pensamiento durante
apenas cinco minutos hizo que esa imagen “rebotara” de manera más intensa en
las mentes de los participantes más tarde. Aquel experimento sentó las bases
para el efecto rebote.
El efecto rebote se produce cuando nos obligamos a evitar algo.
Entonces esa imagen o pensamiento se reafirma en nuestra conciencia, atrayéndonos
precisamente hacia lo que queremos evitar. Es un proceso paradójico, como lo
calificó el propio Wegner, ya que resulta muy difícil contener los pensamientos
indeseados.
Mecanismo psicológico: ¿Por qué no nos podemos quitarnos una idea
de la mente?
El mecanismo psicológico que se encuentra detrás del efecto rebote
es muy sencillo: cuando intentamos no pensar en algo, una parte de nuestra
mente se convierte en una especie de “guardián” para evitar el pensamiento
prohibido.
El problema es que esa parte se activa cada cierto tiempo para
“comprobar” que no estamos pensando en ello. En ese preciso momento, la idea
indeseada vuelve a entrar en nuestra mente como resultado del proceso de
escrutinio constante al que nos sometemos. La mente se vuelve hipervigilante y
nos tiende una trampa.
Esa es, al menos en parte, la explicación por la cual no podemos
sacarnos de la cabeza a nuestra ex pareja, por qué no podemos dejar de pensar
en los dulces cuando estamos a dieta o por qué esa preocupación de la que
queremos deshacernos nos acosa por las noches. Todo aquello a lo que nos
resistimos, reaparecerá con más fuerza.
El efecto rebote mina nuestras decisiones y comportamientos
El efecto rebote no se limita a generar imágenes o pensamientos
indeseados, influye de manera directa en nuestras decisiones y comportamientos.
En 2010 psicólogos de la Universidad de Londres realizaron un experimento en el
que observaron los efectos de suprimir los pensamientos sobre el
chocolate.
Pidieron a un tercio de los participantes que pensaran en el
chocolate, otro tercio debía intentar suprimir sus pensamientos sobre el
chocolate y al resto no les dijeron nada. Todos debían registrar sus
pensamientos a lo largo del experimento.
Más tarde todos los participantes tenían la tarea de calificar el
chocolate de varias cualidades según su sabor. A los investigadores, sin
embargo, no les interesaba la calificación, sino la cantidad de chocolate que
comían. Descubrieron que quienes habían intentado suprimir sus
pensamientos sobre el chocolate comieron mucho más.
La supresión no solo condujo a un efecto rebote en los
pensamientos sobre el chocolate, sino que también intensificó las ganas de
comer. Ese efecto fue aún más notable en las personas que ya estaban a
dieta e intentaban evitar su ingesta en su vida cotidiana.
Esos mismos investigadores realizaron otro experimento que nos
demuestra la fuerza oculta del efecto rebote. En esa ocasión emprendieron un
estudio más extenso con fumadores. Los participantes registraron la
cantidad de cigarrillos que fumaron durante tres semanas, tomando la primera
semana como base para evaluar el consumo medio de cigarrillos.
En la segunda semana dieron la orden a algunos fumadores de
intentar suprimir los pensamientos de fumar, a otros les dijeron que pensaran
en fumar con la mayor frecuencia posible y el grupo de control simplemente
continuó registrando el consumo de cigarrillos.
¿La buena noticia? La supresión condujo a una disminución del
consumo de cigarrillos durante la segunda semana en los fumadores que debían
suprimir sus pensamientos sobre fumar. ¿La mala noticia? Se produjo
un importante efecto de rebote en la tercera semana.
Estos experimentos nos dejan claro que: “no pienses en eso” es un
mal consejo. Mientras más intentemos suprimir un pensamiento, con más fuerza
aparecerá luego, haciendo que tomemos malas decisiones.
Es probable que esas malas decisiones se deban, al menos en parte,
al agotamiento psicológico. Cuando debemos estar permanentemente alertas
para reprimir un pensamiento o evitar cierto comportamiento, ese nivel de
escrutinio y atención termina pasándonos factura cognitivamente. Es como si
consumiéramos nuestra cuota de autocontrol, de manera que cuando no podemos
más, se abren por completo las compuertas. Sin embargo, eso no significa que estemos
completamente a merced del efecto rebote.
Los pensamientos indeseados también se cuelan en los sueños
El efecto rebote no se limita a la conciencia, los contenidos
reprimidos durante el día también pueden aparecer en los sueños. El propio
Wegner diseñó un experimento en el que pidió a algunas personas que escribieran
lo que estaban pensando cinco minutos antes de irse a la cama.
A algunas les dijeron que debían reprimir sus pensamientos sobre
otra persona, a otras que pensaran precisamente en esa persona y las últimas
podían escribir libremente. Estas referencias previas al momento de dormir
generalmente llevaron a los participantes a soñar más con la persona en
cuestión, pero ese efecto era aún más marcado cuando se intentaron suprimir
conscientemente los pensamientos.
Ese efecto rebote en los sueños se debe a que cuando dormimos
perdemos el autocontrol que normalmente ejercemos de manera consciente, por lo
que los elementos reprimidos tienen mayores probabilidades de reaparecer. Por
consiguiente, si estamos intentando dejar el cigarrillo, es probable que
soñemos con fumar. Y si queremos olvidarnos de una ex pareja, es probable que
esta reaparezca continuamente en los sueños.
Un factor que juega a favor del efecto del rebote de los sueños
son los cambios que se producen en los lóbulos prefrontales cuando dormimos,
especialmente en la fase de movimientos oculares rápidos. Los pensamientos
reprimidos son más accesibles durante el sueño REM ya que la eficacia de los
procesos operativos disminuye. Esto hace que los pensamientos que hemos
tenido justo antes de dormir se vuelvan más disponibles y se produzca una mayor
actividad de búsqueda de estos contenidos suprimidos, como reveló un estudio de
la Universidad de Nueva Gales del Sur.
Efecto rebote: ¿Cómo evitarlo?
El propio Wegner sugiere diferentes estrategias para evitar el
efecto rebote y “reprimir a los osos blancos”:
1. Elegir un buen elemento distractor que absorba nuestra atención y
enfocanos en ello. En uno de sus experimentos,
el propio Wegner pidió a las personas que pensaran en un Volkswagen rojo en
lugar de suprimir el pensamiento del oso blanco. ¡Y funcionó! Por supuesto, eso
no significa que debamos pensar en un Volkswagen rojo sino buscar un
pensamiento alternativo positivo en el cual podamos enfocar nuestra mente, de
manera que la idea indeseada desaparecerá por sí sola.
2. Posponer el pensamiento. Aunque
pueda parecer una solución banal, lo cierto es que plantearnos un horario para
pensar en las preocupaciones que nos incomodan suele funcionar. Así al menos
evitaremos que ronden nuestra mente día y noche. La estrategia es muy sencilla:
en vez de enfadarnos cuando una idea indeseada acuda a nuestra mente,
simplemente debemos decirnos: “voy a pensar en ello dentro de un rato, cuando
termine lo que estoy haciendo”. De esta manera se le resta importancia
emocional, lo cual ayudará a que no se fije con más fuerza en nuestra
conciencia.
3. Exposición. Según
Wegner, si nos permitimos pensar de manera controlada sobre lo que queremos
evitar, será menos probable que ese contenido vuelva a aparecer en nuestra
mente en otras ocasiones. De esta manera estaríamos desactivando ese mecanismo
de autoescrutinio constante que reactiva la idea indeseada, a la vez que
podríamos minimizar su impacto emocional familiarizándonos lo suficiente con
ella.
4. Reducir la multitarea. Un
estudio realizado en la Universidad de Flinders concluyó que “la carga
cognitiva parece socavar la capacidad de supresión del pensamiento”, de manera
que experimentamos más intrusiones. Eso significa que cuando estamos
sobrecargados mentalmente, llenos de responsabilidades, agobiados y estresados,
es más probable que esos pensamientos indeseados aparezcan en nuestra
conciencia. Reducir el ritmo de nuestra vida, por tanto, nos ayudaría a evitar
el efecto rebote.
5. Meditación mindfulness. En parte,
los pensamientos indeseados se fijan tanto por las emociones negativas que
generan. Con la meditación mindfulness no solo ganamos un mayor control mental,
sino que aprendemos a no dar tanta importancia a esos pensamientos porque
sabemos que, si no nos aferramos a ellos, se irán tal y como llegaron. De
hecho, un experimento realizado en la Universidad de Washington comprobó que la
meditación midnfulness era una técnica eficaz para evitar los pensamientos
indeseados sobre el alcohol y ayudar a las personas a disminuir su consumo.
Fuente: Erskine, J. & Georgiou, G. (2010) Effects of Thought
Suppression on Eating Behaviour in Restrained and Non-Restrained Eaters.
Appetite; 54(3): 499-503.
22 agosto 2020
AGOTAMIENTO PSICOLÓGICO: (BURN OUT) A VECES NO SE CAE POR DEBILIDAD, SINO POR HABER SIDO DEMASIADO FUERTES
PSICOLOGÍA/TRASTORNOS PSICOLÓGICOS
AGOTAMIENTO PSICOLÓGICO: (BURN OUT) A VECES NO SE CAE POR
DEBILIDAD, SINO POR HABER SIDO DEMASIADO FUERTES
A veces nos derrumbamos por haber sido demasiado fuertes, por haber soportado demasiado, por haber estado disponibles durante demasiado tiempo, por haber asumido demasiadas responsabilidades… Cuando hay muchos “demasiados” en nuestra vida, es normal que suframos un profundo agotamiento psicológico.
El agotamiento psicológico suele ser un proceso lento, se va
acumulando gota a gota sin darnos cuenta. El problema es que termina “estallando”,
a menudo por situaciones sin importancia a las que en otras circunstancias ni
siquiera les hubiéramos prestado atención. La gota que colma el vaso puede ser
absolutamente cualquier cosa que nos ponga frente a frente con la imposibilidad
de seguir adelante. Entonces nos desplomamos, literal o metafóricamente.
¿Qué es el agotamiento psicológico y cuáles son sus causas?
El agotamiento psicológico es un estado de extremo cansancio
mental y emocional, que a menudo también se acompaña de la sensación de falta
de fuerza física. Ese estado de desgaste extremo está provocado por un
desbordamiento de los recursos emocionales y/o cognitivos. En otras palabras:
no damos más de nosotros. A menudo se experimenta como una especie de inercia
física y mental, una sensación de “pesadez” que envuelve el día a día.
Las causas del agotamiento psicológico son variadas, aunque en
muchos casos se aprecia una constante: dar demasiado y recibir muy poco. El
agotamiento psicológico aparece como resultado de una entrega constante y hasta
desmesurada, ya sea en al trabajo, a los demás, a un proyecto que nos apasiona
pero también nos consume, a los problemas cotidianos, a las tareas del día a
día…
Al mismo tiempo, no recibimos prácticamente nada a cambio que
pueda equilibrar la balanza. No podemos descansar y relajarnos lo suficiente,
no pasamos tiempo de calidad a solas con nosotros mismos y no recibimos
suficiente atención, cariño y comprensión de las personas cercanas. En
práctica, es como si solo sacáramos energía de nuestro cajero emocional pero no
nos preocupáramos por hacer ingresos periódicos.
En otros casos ese cansancio mental está provocado por demasiados
cambios en muy poco tiempo, aunque estos sean positivos. Sin embargo, al
ocurrir tan rápido, no podemos gestionarlos y nos sentimos desbordados. En
estos casos, aunque aparentemente tengamos todo lo que deseamos, en nuestra
mente tenemos encendido una especie de sensor que nos indica que algo está
fallando.
Cansancio mental: Síntomas premonitorios del agotamiento
1. Pérdida de energía. La sensación
de agotamiento psicológico suele reflejarse primero a nivel físico, por lo que
es normal que te sientas sin energías, incluso apenas te levantas por la
mañana, de manera que cuando abres los ojos piensas que no podrás afrontar la
jornada.
2. Irritabilidad. Uno de los
síntomas más evidentes del agotamiento psicológico es el nerviosismo, la
irritabilidad y la hipersensibilidad ya que pierdes el autocontrol. A la vez,
comienzas a interpretar los estímulos como si fueran amenazas, lo cual te lleva
a reaccionar poniéndote a la defensiva.
3. Insomnio. A menudo
detrás del agotamiento psicológico se esconden problemas no resueltos, que dan
vueltas una y otra vez en tu mente, de manera que no te dejan conciliar un
sueño reparador.
4. Anhedonia. Incapacidad
para disfrutar de los pequeños placeres de la vida, las cosas que antes
disfrutabas ya no te animan, es como si de repente el mundo hubiera perdido sus
colores. En algunos casos, puedes sentir como si flotaras en una especie de
limbo lejano que te distancia de la realidad.
5. Pérdida de la motivación. Cuando
estás extremadamente agotado, simplemente no encuentras la motivación para
involucrarte en nuevos proyectos o hacer esas cosas que antes te apasionaban.
Cualquier tarea te parece titánica y desarrollas una profunda apatía hacia el
mundo. También suelen aparecer sentimientos de desencanto, desilusión y
desesperanza.
6. Fallos de memoria. La atención
es uno de los primeros procesos psicológicos que se afectan cuando estás
agotado, lo cual también conduce a despistes frecuentes. Es probable que
olvides los recados, que no recuerdes donde dejaste las llaves o que incluso te
resulte difícil recordar qué comiste el día anterior. Esto se debe a que tu
mente está demasiado saturada como para seguir procesando y almacenando
información a nivel consciente.
7. Lentitud de pensamiento. El
agotamiento psicológico también afecta los procesos cognitivos, por lo que
puedes percibir que piensas con mayor lentitud o que te cuesta muchísimo
trabajo pensar. Lo que antes hacías rápidamente, te cuesta mucho más y a veces
incluso te resulta difícil darle un sentido lógico a las ideas en la mente o
seguirle la pista a un discurso largo.
¿Quiénes son más vulnerables al agotamiento psicológico?
Todos podemos agotarnos psicológicamente, sobre todo cuando
atravesamos situaciones de la vida particularmente estresantes, pero existen
algunas características de personalidad que nos pueden hacer más vulnerables a
ese agotamiento mental.
– Perfeccionismo. Las personas
perfeccionistas, que se exigen mucho a sí mismas, terminan añadiendo un peso
extra sobre sus hombros que a la larga representa más estrés.
– Dificultad para delegar. Las
personas que quieren asumir todas las tareas, porque creen que los demás no
sabrán hacerlas o no estarán a la altura, son más propensas a sufrir
agotamiento psicológico debido a un exceso de responsabilidades.
– Sensibilidad extrema. Las
personas que son muy empáticas e hipersensibles, son más propensas a sufrir un
estado de agotamiento emocional debido a que a menudo asumen los problemas de
los demás como propios, sin ser capaces de establecer una distancia psicológica de
protección.
– Incapacidad para relajarse. A algunas personas, por las características de su sistema
nervioso, les cuesta más relajarse y desconectar que a otras. Es como si su
cerebro trabajara a mil revoluciones por minuto constantemente. Sin embargo, a
la larga, eso termina pasando factura.
Remedios para el cansancio mental: Las 5 reglas a seguir
Cada quien debe hallar su propio remedio para el cansancio mental,
lo cual significa que debes detectar qué está consumiendo tu energía y enfrentar
ese problema, quizá desde una perspectiva diferente. Recuerda que a veces un
cambio de perspectiva basta para cambiarlo todo, sin que nada cambie.
No obstante, he aquí 5 reglas generales que deberías seguir para
lidiar con el agotamiento psicológico:
1. Descansa. Para ser
eficaz y productivo, necesitas descansar. En la vida, es fundamental encontrar
un equilibrio entre el trabajo y las obligaciones y el tiempo libre y el
descanso. Asegúrate de encontrar el tiempo para relajarte, de manera que se
convierta en un hábito cotidiano y puedas prevenir el agotamiento psicológico.
2. Prioriza. El día tiene
24 horas, aunque quieras no puedes alargarlo. Por tanto, debes aprender a
priorizar teniendo en cuenta no solo las cosas que parecen ser urgentes sino
también aquellas que más te apasionan y te brindan satisfacción. Llenar tu
jornada con tareas que generan agobio y estrés también causa un profundo
cansancio mental, por lo que debes asegurarte de encontrar un equilibrio.
3. Exígete menos. Sé un poco
más realista, no eres un superhombre o una supermujer. A veces no pasa nada si
te equivocas, si las cosas no salen perfectas o si las aplazas. Se trata
simplemente de que no te añadas una presión innecesaria.
4. Sé compasivo contigo mismo. Se trata de relacionarte contigo mismo asumiendo una actitud más
positiva y compasiva. Consiste en modular el discurso que mantienes contigo
brindándote confianza y tranquilidad, en vez de recriminarte y criticarte
duramente. Un discurso que añada más estrés y malestar se convertirá en el
combustible que alimente el agotamiento psicológico.
5. Reencuéntrate. El
agotamiento psicológico suele crear a nuestro alrededor una capa compuesta por
preocupaciones, presiones, deberes, angustias y autoexigencias que, a la larga,
hace que nos olvidemos de nosotros mismos. Por eso, es importante que encuentres
un espacio para estar a solas contigo, unos momentos del día en los que
simplemente respires con tranquilidad y conectes con tus necesidades, sueños y
anhelos.
11 agosto 2020
psicología/desarrollo personal
us coordenadas, sin tener en cuenta lo que desea o necesita el otro.
Yo mejor no digo
nada, pero…
Existe una línea muy sutil entre
expresar lo que pensamos y caer en el vandalismo intelectual. Entre ayudar a
una persona indicándole sus errores y aplastarla aún más bajo el peso de sus
errores. Entre ayudarla a encontrar una solución y dejarla atrapada con un
problema.
Cuando comenzamos una frase con las
palabras “yo mejor no digo nada, pero…” sabemos en el fondo que sería mejor
callar lo que estamos a punto de decir. De hecho, es probable que esa persona
ya sepa lo que vamos a decir y nuestras palabras simplemente se conviertan en
más sal sobre una herida supurante.
En otros casos, esas palabras no
sirven para encontrar una solución, sino que tan solo agravan el conflicto,
profundizan la brecha y marcan la distancia con el otro, probablemente en un
momento en el que esa persona lo que necesita es validación y apoyo, no
críticas y juicios.
Reconocer que no deberíamos decir nada
es también una forma de pedir disculpas por lo que estamos a punto de decir,
porque sabemos que esas palabras no tienen razón de ser, o al menos no en ese
momento y lugar.
Por tanto, la próxima vez que estemos
a punto de comenzar una frase con las palabras “mejor no digo nada”, quizá
sería mejor que no dijésemos nada. O que al menos nos detuviésemos a reflexionar
sobre el impacto que puede tener lo que estamos a punto de decir.
Los 3 filtros que
debemos usar antes de opinar
1. Las opiniones
no son hechos. Nuestras
opiniones pueden estar basadas en hechos, no cabe duda, pero a menudo también
están entremezcladas con reacciones viscerales, emociones, expectativas y
experiencias. Eso significa que no debemos confundirlas con la “verdad” y,
sobre todo, que no debemos creer que somos poseedores de una “verdad absoluta”.
Cuando creemos que tenemos la verdad actuamos de manera prepotente. Y esa no es
la mejor actitud para construir puentes hacia el otro.
2. La frustración
no es evaluación. Muchas de
las cosas que nos ocurren pueden generar frustración cuando no se ajustan a
nuestras expectativas, sobre todo cuando otras personas no siguen el patrón que
teníamos en mente. Sin embargo, no obtener lo que deseamos no es justificación
para evaluar algo negativamente o en términos despectivos. El hecho de que nos
sintamos molestos no es excusa para descargar esa frustración en los demás
porque nuestra opinión no será objetiva.
3. Querer no es
necesitar. ¿Lo que estamos a punto de
decir es algo que “queremos” decir o algo que la otra persona necesita escuchar
o que nosotros necesitamos decir? La diferencia es abismal. Hay verdades
duras o incómodas que, sin embargo, deben ser dichas para que no se conviertan
en un elefante en la habitación. Pero hay opiniones que no aportan nada y
que incluso pueden causar daño.
La comunicación
interpersonal es fundamental para evitar conflictos y lograr nuestros objetivos. De hecho, las personas más exitosas no son
las que tienen un mayor cociente intelectual sino aquellas que dominan
las técnicas comunicativas y saben gestionar adecuadamente sus
emociones.
Para desarrollar una comunicación
eficaz no solo debemos asegurarnos de que hacer llegar de manera clara
nuestro mensaje sino también nuestras emociones, siendo capaces de ponernos
en el lugar de nuestro interlocutor.
La Psicología de la Comunicación es la
ciencia que estudia cómo nos comunicamos y el efecto que tienen los estilos
de comunicación en nuestras relaciones interpersonales. Aprende
cómo desarrollar tu comunicación no verbal y descubre
las técnicas asertivas más eficaces para que seas capaz de
transmitir tus ideas.