17 julio 2018
11 julio 2018
A VECES PARA HACERSE OÍR, HAY QUE CERRAR LA BOCA
Psicología Comunicación
Hay un momento para hablar y otro para callar, un momento para dar razones y otro para la reflexión, un momento para reclamar con firmeza nuestros derechos y otro para esperar pacientemente. Hablar más no siempre es mejor. A veces, para hacerse oír, es necesario aprender a callar, saber manejar el silencio, siendo conscientes de que la comunicación radica en transmitir un mensaje, y que en ocasiones no decir nada puede expresar más que mil palabras.
El rol activo del silencio en la comunicación
Georges Clemenceau dijo “manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra”. El silencio es una poderosa herramienta de comunicación que puede desempeñar un rol más activo que las palabras, siempre que se sepa usar con inteligencia y en el momento adecuado.
Cuando aprendes a manejar el silencio:
- Comunicarás mejor. Muchos de nosotros hablamos demasiado. Todos, de vez en cuando, somos culpables de acaparar una conversación con una verborrea innecesaria y a veces hasta contraproducente, sobre todo cuando queremos convencer a alguien. Sin embargo, aunque puede resultar paradójico, recurrir más al silencio te permitirá lograr que tu mensaje sea más claro y contundente.
- Escucharás de verdad. En nuestra sociedad, el silencio puede resultar embarazoso, sobre todo en algunos contextos, por lo que queremos evitarlo a toda costa. De esta manera, en vez de escuchar lo que expresa nuestro interlocutor, gran parte de nuestro cerebro ya está pensando en la respuesta que daremos a continuación. En cambio, el silencio te permitirá centrarte de verdad en lo que la otra persona está diciendo, además de prestar atención a su comunicación no verbal, lo cual te permitirá extraer más información y comprender mejor lo que está sucediendo.
- Lograrás tu objetivo con mayor rapidez. La meta final de la comunicación debe ser compartir información y tomar una decisión, no ganar. En ese caso, el silencio no solo es útil para minimizar el ruido que pueden generar las palabras vanas, sino que también puede acelerar la resolución del conflicto.
Mostrarás más empatía y respeto. Una vez que expongas tus argumentos, lo más inteligente es callar y dejar que la otra persona exprese sus puntos de vista. Mantenerte en silencio es una señal de respeto y una demostración de empatía.
Psicología Comunicación
Hay un momento para hablar y otro para callar, un momento para dar razones y otro para la reflexión, un momento para reclamar con firmeza nuestros derechos y otro para esperar pacientemente. Hablar más no siempre es mejor. A veces, para hacerse oír, es necesario aprender a callar, saber manejar el silencio, siendo conscientes de que la comunicación radica en transmitir un mensaje, y que en ocasiones no decir nada puede expresar más que mil palabras.
El rol activo del silencio en la comunicación
Georges Clemenceau dijo “manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra”. El silencio es una poderosa herramienta de comunicación que puede desempeñar un rol más activo que las palabras, siempre que se sepa usar con inteligencia y en el momento adecuado.
Cuando aprendes a manejar el silencio:
- Comunicarás mejor. Muchos de nosotros hablamos demasiado. Todos, de vez en cuando, somos culpables de acaparar una conversación con una verborrea innecesaria y a veces hasta contraproducente, sobre todo cuando queremos convencer a alguien. Sin embargo, aunque puede resultar paradójico, recurrir más al silencio te permitirá lograr que tu mensaje sea más claro y contundente.
- Escucharás de verdad. En nuestra sociedad, el silencio puede resultar embarazoso, sobre todo en algunos contextos, por lo que queremos evitarlo a toda costa. De esta manera, en vez de escuchar lo que expresa nuestro interlocutor, gran parte de nuestro cerebro ya está pensando en la respuesta que daremos a continuación. En cambio, el silencio te permitirá centrarte de verdad en lo que la otra persona está diciendo, además de prestar atención a su comunicación no verbal, lo cual te permitirá extraer más información y comprender mejor lo que está sucediendo.
- Lograrás tu objetivo con mayor rapidez. La meta final de la comunicación debe ser compartir información y tomar una decisión, no ganar. En ese caso, el silencio no solo es útil para minimizar el ruido que pueden generar las palabras vanas, sino que también puede acelerar la resolución del conflicto.
Mostrarás más empatía y respeto. Una vez que expongas tus argumentos, lo más inteligente es callar y dejar que la otra persona exprese sus puntos de vista. Mantenerte en silencio es una señal de respeto y una demostración de empatía.
- Promoverás la reflexión. No es necesario responder inmediatamente. Es mejor guardar silencio para pensar en tu respuesta. De hecho, un proverbio hindú afirma que “cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio”. El silencio también sirve para indicarle a la otra persona que no tienes nada más que decir, lo cual puede hacer que reflexione sobre tus argumentos, mientras que seguir discutiendo solo podría llevaros a un callejón sin salida.
¿En qué situaciones es conveniente usar el silencio?
Miles Davis dijo que “el silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de los ruidos”. Por eso, en ciertas situaciones, lo más inteligente no es seguir hablando sino simplemente guardar silencio y dejar que este cumpla su cometido.
- Cuando no tienes más argumentos interesantes que aportar, de manera que el silencio le permitirá a la otra persona reflexionar sobre lo que ya has dicho. A veces añadir más palabras solo sirve para crear caos y confusión en el mensaje que quieres transmitir.
- Cuando la otra persona asume la conversación como una batalla y piensa en términos de ganador y vencido, de manera que se parapeta detrás de sus argumentos.
- Cuando la otra persona no muestra una actitud receptiva ante tus palabras, sino que cierra su mente porque realmente no le interesa lo que piensas o sientes. En ese caso, las palabras más sabias simplemente caerán en saco roto.
- Cuando quieres transmitir un mensaje contundente, en cuyo caso es mejor que sea breve y conciso, evitando las divagaciones. En estos casos, las personas suelen interpretar el silencio como una señal de confianza y seguridad.
- Cuando quieres que la otra persona exprese lo que siente o piensa, de manera que tu silencio es una invitación a que hable, le indica que le estás escuchando.
- Cuando la discusión se ha ido por las ramas, desviándose del argumento central. En este caso el silencio puede servir para reencauzar la conversación o para darla por terminada, si no tiene sentido seguir adelante en ese momento.
Por supuesto, hay casos en los que el silencio no es positivo, por ejemplo, cuando se utiliza como un arma de desprecio para herir a los demás. En ese caso el silencio no aporta nada a la relación ya que el otro se queda sin saber qué piensas o quieres y se crea un ambiente de hostilidad. De hecho, ese silencio se puede interpretar como una actitud agresiva o humillante y no ayudará a resolver la disputa.
Sin embargo, recuerda que cualquiera habla y critica, pocos escuchan y entienden. No cometas el error de confundir verborrea con información útil, facilidad de palabra con inteligencia y cantidad de argumentos con razón. Una preciosa frase budista dice: "Cuando me lanzas espinas, cayendo en mi silencio se convierten en flores"
:)
DEJAR DE HABLARLE A ALGUIEN COMO CASTIGO
Comunicación
“Manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra”, dijo el periodista y político Georges Clemenceau. Sin duda, el silencio puede decir muchas cosas sin decir nada, pero debemos tener mucho cuidado cuando lo utilizamos porque, en palabras del músico Miles Davis, “el silencio es el ruido más fuerte”.
Muchas personas utilizan el silencio como una herramienta para expresar su enojo, su inconformidad o simplemente para escarmentar a los demás. De esta manera, cuando se enfadan, “castigan” al otro dejándole de hablar. ¿Es una buena estrategia? ¿Qué se esconde realmente detrás de ese tipo de silencio?
¿Por qué algunas personas responden a los conflictos con el silencio?
Ante todo, es importante distinguir entre el silencio que nace del deseo de no discutir más, porque se ha comprendido que el conflicto ha llegado a un punto muerto y no se desea añadir más leña al fuego, y el silencio que se utiliza como espada para castigar o escarmentar al otro.
La persona que recurre al silencio como castigo generalmente es porque no dispone de otros recursos psicológicos para enfrentar la situación. El silencio es su respuesta por varias razones:
- Cree que su interlocutor no le escucha, que no está abierto a su punto de vista, y utiliza el silencio para “obligar” a escucharle.
- Piensa que su interlocutor debe disculparse por su actitud o palabras, y utiliza el silencio como escarmiento.
- Cree que es inútil hablar del tema porque no se llegará a un acuerdo, de manera que usa el silencio para que el otro se sienta obligado a dar su brazo a torcer.
Se siente profundamente ofendido, pero no quiere reconocerlo, y utiliza el silencio para que el otro recapacite.
- No desea abordar un tema sensible, por lo que culpa al otro y le castiga con el silencio, para que sea quien cambie.
¿En qué situaciones es conveniente usar el silencio?
Miles Davis dijo que “el silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de los ruidos”. Por eso, en ciertas situaciones, lo más inteligente no es seguir hablando sino simplemente guardar silencio y dejar que este cumpla su cometido.
- Cuando no tienes más argumentos interesantes que aportar, de manera que el silencio le permitirá a la otra persona reflexionar sobre lo que ya has dicho. A veces añadir más palabras solo sirve para crear caos y confusión en el mensaje que quieres transmitir.
- Cuando la otra persona asume la conversación como una batalla y piensa en términos de ganador y vencido, de manera que se parapeta detrás de sus argumentos.
- Cuando la otra persona no muestra una actitud receptiva ante tus palabras, sino que cierra su mente porque realmente no le interesa lo que piensas o sientes. En ese caso, las palabras más sabias simplemente caerán en saco roto.
- Cuando quieres transmitir un mensaje contundente, en cuyo caso es mejor que sea breve y conciso, evitando las divagaciones. En estos casos, las personas suelen interpretar el silencio como una señal de confianza y seguridad.
- Cuando quieres que la otra persona exprese lo que siente o piensa, de manera que tu silencio es una invitación a que hable, le indica que le estás escuchando.
- Cuando la discusión se ha ido por las ramas, desviándose del argumento central. En este caso el silencio puede servir para reencauzar la conversación o para darla por terminada, si no tiene sentido seguir adelante en ese momento.
Por supuesto, hay casos en los que el silencio no es positivo, por ejemplo, cuando se utiliza como un arma de desprecio para herir a los demás. En ese caso el silencio no aporta nada a la relación ya que el otro se queda sin saber qué piensas o quieres y se crea un ambiente de hostilidad. De hecho, ese silencio se puede interpretar como una actitud agresiva o humillante y no ayudará a resolver la disputa.
Sin embargo, recuerda que cualquiera habla y critica, pocos escuchan y entienden. No cometas el error de confundir verborrea con información útil, facilidad de palabra con inteligencia y cantidad de argumentos con razón. Una preciosa frase budista dice: "Cuando me lanzas espinas, cayendo en mi silencio se convierten en flores"

DEJAR DE HABLARLE A ALGUIEN COMO CASTIGO
Comunicación
“Manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra”, dijo el periodista y político Georges Clemenceau. Sin duda, el silencio puede decir muchas cosas sin decir nada, pero debemos tener mucho cuidado cuando lo utilizamos porque, en palabras del músico Miles Davis, “el silencio es el ruido más fuerte”.
Muchas personas utilizan el silencio como una herramienta para expresar su enojo, su inconformidad o simplemente para escarmentar a los demás. De esta manera, cuando se enfadan, “castigan” al otro dejándole de hablar. ¿Es una buena estrategia? ¿Qué se esconde realmente detrás de ese tipo de silencio?
¿Por qué algunas personas responden a los conflictos con el silencio?
Ante todo, es importante distinguir entre el silencio que nace del deseo de no discutir más, porque se ha comprendido que el conflicto ha llegado a un punto muerto y no se desea añadir más leña al fuego, y el silencio que se utiliza como espada para castigar o escarmentar al otro.
La persona que recurre al silencio como castigo generalmente es porque no dispone de otros recursos psicológicos para enfrentar la situación. El silencio es su respuesta por varias razones:
- Cree que su interlocutor no le escucha, que no está abierto a su punto de vista, y utiliza el silencio para “obligar” a escucharle.
- Piensa que su interlocutor debe disculparse por su actitud o palabras, y utiliza el silencio como escarmiento.
- Cree que es inútil hablar del tema porque no se llegará a un acuerdo, de manera que usa el silencio para que el otro se sienta obligado a dar su brazo a torcer.
Se siente profundamente ofendido, pero no quiere reconocerlo, y utiliza el silencio para que el otro recapacite.
- No desea abordar un tema sensible, por lo que culpa al otro y le castiga con el silencio, para que sea quien cambie.
Sea cual sea la razón, en el fondo este uso del silencio lo que persigue es doblegar al otro, es una especie de castigo a través del cual se culpa a la otra persona y se pone la responsabilidad de la relación en sus manos. Es como decir “no voy a decir nada más, tú verás qué haces, la responsabilidad última es tuya”.
Esto significa que la persona que calla en realidad no tiene interés en resolver el conflicto mediante el diálogo, sino que tan solo quiere que el otro acepte su punto de vista.
Usar el silencio como castigo implica una actitud manipuladora y agresiva
Usar el silencio como castigo es una actitud infantil que no resuelve nada pues aunque brinda una gratificación egoísta para quien calla, deja un amargo sabor en la boca en su interlocutor y genera cicatrices en la relación. De hecho, poco a poco se instaura una relación de manipulación emocional, donde uno es sometido a través del silencio.
No hay dudas de que el silencio puede tener múltiples significados, pero usarlo como castigo implica una actitud pasivo-agresiva. Es decir, dejar de hablarle a otra persona es una agresión velada. De hecho, en algunos casos este tipo de silencio puede dejar cicatrices más profundas que una agresión verbal directa porque el silencio es un vacío susceptible de cualquier tipo de interpretación.
Debemos recordar que la distancia emocional que impone el silencio no es la mejor manera para resolver los conflictos y acortar las distancias. La comprensión se logra a través del diálogo, no mediante el uso de silencios cortantes que ahondan las diferencias.
Si bien es cierto que en algunos casos el silencio puede funcionar y la otra persona se disculpará y dará su brazo a torcer, en última instancia esta táctica solo generará rencor y problemas ya que el conflicto en realidad no se ha solucionado, solo se ha encubierto.
¿Cómo se siente la persona que sufre el “tratamiento de silencio”?
El silencio puede ser interpretado de muchas formas, pero normalmente lo interpretamos de la peor manera posible. Un metaanálisis realizado en la Universidad de Texas que incluyó los resultados de 74 estudios en los que participaron 14.000 personas llegó a la conclusión de que el silencio suele ser muy destructivo en las relaciones de pareja ya que las personas lo interpretan como una falta de implicación del otro y un intento de someterlos emocionalmente.
Estos psicólogos apreciaron que el uso del silencio como castigo es común en las parejas y es uno de los factores que conducen al divorcio porque estas personas no solo se sienten menos satisfechas con la relación, sino que además perciben a su pareja más distante emocionalmente.
De hecho, uno de los problemas es que quien recibe el tratamiento silencioso se sentirá cada vez más frustrado por la falta de respuesta e implicación del otro, lo que la relación será cada vez más tirante y se producirán más roces.
La persona que es víctima del tratamiento del silencio se sentirá confundida, frustrada y hasta culpable. Es probable que también se sienta sola e incomprendida. Obviamente, estos sentimientos no contribuyen precisamente a mejorar la relación y solucionar el conflicto, al contrario, crean una brecha cada vez más grande.
Los usos positivos del silencio
A veces es mejor callar, como por ejemplo:
- Cuando estamos demasiado enojados y nos damos cuenta de que podemos decir cosas de las que después nos arrepintamos.
- Cuando nuestro interlocutor está demasiado exaltado y la discusión está degenerando.
- Cuando se utiliza como una pausa en la discusión para que el otro reflexione sobre sus palabras.
La diferencia entre estos usos positivos del silencio y el silencio usado como castigo es que existe respeto hacia el otro y no se pretende doblegar o herir a nadie.
En cualquier caso, es importante asumir que el silencio es un dardo vacío que puede adquirir múltiples significados, por lo que si la otra persona realmente nos importa, lo mejor es decir de manera asertiva lo que pensamos y sentimos. Así no habrá lugar para malentendidos.
De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Lovaina comprobó que el silencio no ayuda a que los problemas desaparezcan o los olvidemos, todo lo contrario, refuerza el problema. Estos psicólogos comprobaron que la mejor manera para dejar atrás los conflictos consiste en hablar de ellos.
Esto significa que la persona que calla en realidad no tiene interés en resolver el conflicto mediante el diálogo, sino que tan solo quiere que el otro acepte su punto de vista.
Usar el silencio como castigo implica una actitud manipuladora y agresiva
Usar el silencio como castigo es una actitud infantil que no resuelve nada pues aunque brinda una gratificación egoísta para quien calla, deja un amargo sabor en la boca en su interlocutor y genera cicatrices en la relación. De hecho, poco a poco se instaura una relación de manipulación emocional, donde uno es sometido a través del silencio.
No hay dudas de que el silencio puede tener múltiples significados, pero usarlo como castigo implica una actitud pasivo-agresiva. Es decir, dejar de hablarle a otra persona es una agresión velada. De hecho, en algunos casos este tipo de silencio puede dejar cicatrices más profundas que una agresión verbal directa porque el silencio es un vacío susceptible de cualquier tipo de interpretación.
Debemos recordar que la distancia emocional que impone el silencio no es la mejor manera para resolver los conflictos y acortar las distancias. La comprensión se logra a través del diálogo, no mediante el uso de silencios cortantes que ahondan las diferencias.
Si bien es cierto que en algunos casos el silencio puede funcionar y la otra persona se disculpará y dará su brazo a torcer, en última instancia esta táctica solo generará rencor y problemas ya que el conflicto en realidad no se ha solucionado, solo se ha encubierto.
¿Cómo se siente la persona que sufre el “tratamiento de silencio”?
El silencio puede ser interpretado de muchas formas, pero normalmente lo interpretamos de la peor manera posible. Un metaanálisis realizado en la Universidad de Texas que incluyó los resultados de 74 estudios en los que participaron 14.000 personas llegó a la conclusión de que el silencio suele ser muy destructivo en las relaciones de pareja ya que las personas lo interpretan como una falta de implicación del otro y un intento de someterlos emocionalmente.
Estos psicólogos apreciaron que el uso del silencio como castigo es común en las parejas y es uno de los factores que conducen al divorcio porque estas personas no solo se sienten menos satisfechas con la relación, sino que además perciben a su pareja más distante emocionalmente.
De hecho, uno de los problemas es que quien recibe el tratamiento silencioso se sentirá cada vez más frustrado por la falta de respuesta e implicación del otro, lo que la relación será cada vez más tirante y se producirán más roces.
La persona que es víctima del tratamiento del silencio se sentirá confundida, frustrada y hasta culpable. Es probable que también se sienta sola e incomprendida. Obviamente, estos sentimientos no contribuyen precisamente a mejorar la relación y solucionar el conflicto, al contrario, crean una brecha cada vez más grande.
Los usos positivos del silencio
A veces es mejor callar, como por ejemplo:
- Cuando estamos demasiado enojados y nos damos cuenta de que podemos decir cosas de las que después nos arrepintamos.
- Cuando nuestro interlocutor está demasiado exaltado y la discusión está degenerando.
- Cuando se utiliza como una pausa en la discusión para que el otro reflexione sobre sus palabras.
La diferencia entre estos usos positivos del silencio y el silencio usado como castigo es que existe respeto hacia el otro y no se pretende doblegar o herir a nadie.
En cualquier caso, es importante asumir que el silencio es un dardo vacío que puede adquirir múltiples significados, por lo que si la otra persona realmente nos importa, lo mejor es decir de manera asertiva lo que pensamos y sentimos. Así no habrá lugar para malentendidos.
De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Lovaina comprobó que el silencio no ayuda a que los problemas desaparezcan o los olvidemos, todo lo contrario, refuerza el problema. Estos psicólogos comprobaron que la mejor manera para dejar atrás los conflictos consiste en hablar de ellos.
10 julio 2018
Piscología Desarrollo Personal
CUANDO DEJAS DE PENSAR EN LO QUE PUEDE PASAR, EMPIEZAS A DISFRUTAR LO QUE ESTÁ PASANDO
Cuando somos pequeños vivimos en el aquí y ahora. Sin embargo, a medida que vamos creciendo nos empezamos a preocupar por el futuro. Y poco a poco, casi sin darnos cuenta, esas preocupaciones se adueñan de nuestra mente, hasta tal punto que nos impiden vivir el momento presente.
De hecho, la sociedad impulsa y recompensa ese tipo de pensamiento. Y las personas que nos rodean nos animan a desarrollarlo con frases como “debes pensar en tu futuro” o “ahorra para el mañana”.
Obviamente, no tiene nada de malo ser previsores y mirar al futuro antes de tomar una decisión importante. De hecho, es imprescindible hacerlo, pero en su justa medida. El problema comienza cuando el miedo al futuro maniata el presente, cuando los temores y las preocupaciones nos impiden vivir.
¿Cómo saber si estás viviendo en el futuro?
Existen algunas señales que indican que no estás viviendo en el presente, que tu mente está viajando por el futuro, probablemente inventando problemas que no existen:
- Te preocupas constantemente por problemas que aún no han ocurrido.
- Exageras las consecuencias de tus actos, hasta tal punto que estas se convierten en un auténtico drama.
- Te agobias por situaciones que probablemente nunca ocurrirán y las revives una y otra vez en tu mente.
- Vives en un estado de expectación constante, a la espera de que ocurra algo negativo.
- No tomas decisiones porque esperas una “señal del futuro”, lo cual genera una gran tensión y estrés ya que vives en la incertidumbre.
- Crees que solo serás feliz cuando se cumpla esa meta que te has propuesto.
- Te sientes desdichado, pero no haces nada para solucionarlo pues tienes la secreta esperanza de que en el futuro todo se arreglará como por arte de magia.
El futuro es incierto, acéptalo
Las personas que viven en el futuro tienen un grave problema: no son capaces de aceptar la incertidumbre. La imposibilidad de saber a ciencia cierta qué puede pasar les atormenta, por eso intentan perfilar todo tipo de hipótesis que les ayude a estar preparadas para lo que puede ocurrir.
Sin embargo, lo cierto es que el futuro tiene un gran componente de incertidumbre. Y cuanto antes lo aceptemos, mejor. Cada pequeña decisión que tomamos puede conducirnos en una dirección o en otra. Y no siempre depende de nosotros.
Abrazar la incertidumbre, asumirla como una sorpresa o un desafío, nos permitirá liberarnos de esa ansiedad que suele generar lo desconocido, y nos ayudará a vivir plenamente el aquí y ahora.
Por supuesto, no se trata de dejar de pensar en el futuro porque siempre tendremos que hacer planes y pensar en las posibles consecuencias de nuestras decisiones, sino de aprender a lidiar con esta perspectiva asumiendo una actitud más relajada. Se trata de aprender a fluir y confiar más en el curso de la vida.
La mayor recompensa: El presente
Cuando nos desatamos de las ataduras del futuro obtenemos una gran recompensa: el presente. Nos sentimos libres para disfrutar plenamente el aquí y ahora. Entonces podemos mirar a nuestro alrededor y ver esas cosas que la angustia, el miedo y la ansiedad nos impedían notar.
Ten en cuenta que el presente es lo único que tenemos para cambiar el futuro, por tanto, es nuestra posesión más preciada. Nuestro deber es aprovechar cada minuto, porque no tendremos una segunda oportunidad para hacerlo.
Vive hoy con la esperanza de que habrá un mañana, pero sin olvidar que ese momento no se volverá a repetir.
WU WEI: APRENDER A FLUIR CON LA VIDA
Pasamos gran parte de la vida preocupados por cosas que nunca sucederán, culpándonos por situaciones que no podemos cambiar o
CUANDO DEJAS DE PENSAR EN LO QUE PUEDE PASAR, EMPIEZAS A DISFRUTAR LO QUE ESTÁ PASANDO
Cuando somos pequeños vivimos en el aquí y ahora. Sin embargo, a medida que vamos creciendo nos empezamos a preocupar por el futuro. Y poco a poco, casi sin darnos cuenta, esas preocupaciones se adueñan de nuestra mente, hasta tal punto que nos impiden vivir el momento presente.
De hecho, la sociedad impulsa y recompensa ese tipo de pensamiento. Y las personas que nos rodean nos animan a desarrollarlo con frases como “debes pensar en tu futuro” o “ahorra para el mañana”.
Obviamente, no tiene nada de malo ser previsores y mirar al futuro antes de tomar una decisión importante. De hecho, es imprescindible hacerlo, pero en su justa medida. El problema comienza cuando el miedo al futuro maniata el presente, cuando los temores y las preocupaciones nos impiden vivir.
¿Cómo saber si estás viviendo en el futuro?
Existen algunas señales que indican que no estás viviendo en el presente, que tu mente está viajando por el futuro, probablemente inventando problemas que no existen:
- Te preocupas constantemente por problemas que aún no han ocurrido.
- Exageras las consecuencias de tus actos, hasta tal punto que estas se convierten en un auténtico drama.
- Te agobias por situaciones que probablemente nunca ocurrirán y las revives una y otra vez en tu mente.
- Vives en un estado de expectación constante, a la espera de que ocurra algo negativo.
- No tomas decisiones porque esperas una “señal del futuro”, lo cual genera una gran tensión y estrés ya que vives en la incertidumbre.
- Crees que solo serás feliz cuando se cumpla esa meta que te has propuesto.
- Te sientes desdichado, pero no haces nada para solucionarlo pues tienes la secreta esperanza de que en el futuro todo se arreglará como por arte de magia.
El futuro es incierto, acéptalo
Las personas que viven en el futuro tienen un grave problema: no son capaces de aceptar la incertidumbre. La imposibilidad de saber a ciencia cierta qué puede pasar les atormenta, por eso intentan perfilar todo tipo de hipótesis que les ayude a estar preparadas para lo que puede ocurrir.
Sin embargo, lo cierto es que el futuro tiene un gran componente de incertidumbre. Y cuanto antes lo aceptemos, mejor. Cada pequeña decisión que tomamos puede conducirnos en una dirección o en otra. Y no siempre depende de nosotros.
Abrazar la incertidumbre, asumirla como una sorpresa o un desafío, nos permitirá liberarnos de esa ansiedad que suele generar lo desconocido, y nos ayudará a vivir plenamente el aquí y ahora.
Por supuesto, no se trata de dejar de pensar en el futuro porque siempre tendremos que hacer planes y pensar en las posibles consecuencias de nuestras decisiones, sino de aprender a lidiar con esta perspectiva asumiendo una actitud más relajada. Se trata de aprender a fluir y confiar más en el curso de la vida.
La mayor recompensa: El presente
Cuando nos desatamos de las ataduras del futuro obtenemos una gran recompensa: el presente. Nos sentimos libres para disfrutar plenamente el aquí y ahora. Entonces podemos mirar a nuestro alrededor y ver esas cosas que la angustia, el miedo y la ansiedad nos impedían notar.
Ten en cuenta que el presente es lo único que tenemos para cambiar el futuro, por tanto, es nuestra posesión más preciada. Nuestro deber es aprovechar cada minuto, porque no tendremos una segunda oportunidad para hacerlo.
Vive hoy con la esperanza de que habrá un mañana, pero sin olvidar que ese momento no se volverá a repetir.
WU WEI: APRENDER A FLUIR CON LA VIDA
Pasamos gran parte de la vida preocupados por cosas que nunca sucederán, culpándonos por situaciones que no podemos cambiar o
TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS
¿CÓMO CONTROLAR LAS EMOCIONES NEGATIVAS ANTES DE QUE TE CONTROLEN A TI?
“Las pequeñas emociones son los grandes capitanes de nuestras vidas y las obedecemos sin darnos cuenta”, dijo Van Gogh. En muchas ocasiones, las emociones toman el mando y guían nuestro comportamiento, asumen el control y nos llevan a tomar decisiones precipitadas de las que después nos arrepentimos o nos sumen en un estado de frustración y desesperanza tal que nos impide pensar con claridad.
En esos casos, las emociones se convierten en nuestros enemigos ya que nos arrebatan la paz interior. Cuanto más nos esforcemos por controlarlas, más nos controlan, cayendo en un círculo vicioso. La solución, para recuperar el equilibrio emocional y blindarlo contra la adversidad, consiste en cambiar la perspectiva.
La Terapia de Aceptación y Compromiso, en la que se parte de la idea de que los pensamientos tienen un gran poder sobre lo que sentimos, pero no es necesario esforzarnos por cambiarlos sino tan solo aceptarlos para limitar el sufrimiento que provocan, nos propone reflexionar a partir de la parábola de las olas.
Metáfora de las olas
Imagina una playa de arena blanca bañada por las olas. Habrá olas pequeñas que incitan al baño y con su golpeteo constante generan una agradable sensación de paz y tranquilidad. En algunos momentos, también llegarán olas grandes de aspecto amenazante.
Si estás en el agua y notas una de esas olas enormes, te asustarás y querrás escapar. En ese punto tienes dos opciones, intentar llegar a la orilla o zambullirte y dejar que la ola pase encima de ti. Si tienes mucho miedo, lo más probable es que intentes alcanzar la orilla y la ola te golpee de lleno cuando rompa sobre la arena.
in embargo, lo peor es que luego otra ola amenazante vuelve a acercarse. Entonces vuelves a escapar. Cada vez que llega una nueva ola, te parece más amenazante que la anterior y, como resultado de tu esfuerzo por escapar de ellas, te sientes cada vez más cansado.
Si simplemente te sumerges en el agua, apenas notarás la fuerza de la ola. Al final, tanto las olas apenas perceptibles como las olas enormes terminan desapareciendo en la orilla. La diferencia estriba en la manera de afrontarlas. Debemos recordar que no nos ahogamos por caer en el agua, sino por el tiempo que permanecemos sumergidos.
Esa playa con sus olas es una representación de lo que sucede en tu interior, las olas son las emociones o pensamientos, que no pueden hacerte daño, a menos que intentes luchar contra ellas. No cabe dudas de que ver una ola inmensa aproximándose puede dar miedo, pueden hacernos sentir mal momentáneamente e incluso puede parecer que será el fin del mundo, pero al final terminarán disolviéndose en la arena.
Cuando en la vida atravesamos situaciones que se asemejan a esas olas gigantes, es comprensible que nos sintamos atemorizados, tristes o ansiosos; pero alimentar los pensamientos negativos solo generará más miedo, frustración y agotamiento psicológico. En vez de resistirnos a esas situaciones, intentar huir de ellas o negarlas, simplemente debemos aceptarlas e intentar paliar el golpe de la mejor manera posible. Eso no es resignación, es inteligencia.
ómo controlar las emociones negativas con la metáfora de las olas?
La metáfora de las olas en la playa te ayudará a distanciarte de esos pensamientos irracionales que alimentan las emociones negativas. Nos ayuda a comprender que en muchas ocasiones nuestro sufrimiento no viene de lo que nos ocurre sino de lo que nos decimos a nosotros mismos, del diálogo interior que ponemos en marcha. Cuando le damos demasiada importancia a nuestras historias y preocupaciones, solemos acrecentar el sufrimiento.
Los pensamientos y emociones no tienen más poder del que les des. Al final, las olas acabarán desapareciendo y el mar volverá a estar en calma. Este ejercicio de visualización es muy eficaz para lidiar con las situaciones complicadas cuando los pensamientos y emociones negativas quieren tomar el control.
1. Observa tus emociones
Nota tus emociones y sentimientos
Da un paso atrás, metafóricamente, para que puedas convertirte en un espectador de tus “olas interiores”
2. Experimenta tus sensaciones
Céntrate en tus “olas interiores”, percibe cómo las emociones van y vienen
Frena el impulso de bloquear esas sensaciones
No intentes deshacerte de ellas
No las alejes, pero tampoco te aferres a ellas
3. Asume que no eres esas sensaciones
Detén el impulso de actuar, comprende que no necesitas actuar en consecuencia
Recuerda los momentos en los que te has sentido de manera similar en el pasado, recuerda que al final, esas emociones han desaparecido
Deja ir las preocupaciones asociadas con esas emociones y sensaciones
4. Siéntete cómodo con tus emociones y sensaciones
No juzgues lo que sientes
Acepta plenamente esas emociones, dales un nombre
Finalmente, asume que son como las olas del mar y aprende a fluir con ellas, sin que te hagan daño.
¿CÓMO CONTROLAR LAS EMOCIONES NEGATIVAS ANTES DE QUE TE CONTROLEN A TI?
“Las pequeñas emociones son los grandes capitanes de nuestras vidas y las obedecemos sin darnos cuenta”, dijo Van Gogh. En muchas ocasiones, las emociones toman el mando y guían nuestro comportamiento, asumen el control y nos llevan a tomar decisiones precipitadas de las que después nos arrepentimos o nos sumen en un estado de frustración y desesperanza tal que nos impide pensar con claridad.
En esos casos, las emociones se convierten en nuestros enemigos ya que nos arrebatan la paz interior. Cuanto más nos esforcemos por controlarlas, más nos controlan, cayendo en un círculo vicioso. La solución, para recuperar el equilibrio emocional y blindarlo contra la adversidad, consiste en cambiar la perspectiva.
La Terapia de Aceptación y Compromiso, en la que se parte de la idea de que los pensamientos tienen un gran poder sobre lo que sentimos, pero no es necesario esforzarnos por cambiarlos sino tan solo aceptarlos para limitar el sufrimiento que provocan, nos propone reflexionar a partir de la parábola de las olas.
Metáfora de las olas
Imagina una playa de arena blanca bañada por las olas. Habrá olas pequeñas que incitan al baño y con su golpeteo constante generan una agradable sensación de paz y tranquilidad. En algunos momentos, también llegarán olas grandes de aspecto amenazante.
Si estás en el agua y notas una de esas olas enormes, te asustarás y querrás escapar. En ese punto tienes dos opciones, intentar llegar a la orilla o zambullirte y dejar que la ola pase encima de ti. Si tienes mucho miedo, lo más probable es que intentes alcanzar la orilla y la ola te golpee de lleno cuando rompa sobre la arena.
in embargo, lo peor es que luego otra ola amenazante vuelve a acercarse. Entonces vuelves a escapar. Cada vez que llega una nueva ola, te parece más amenazante que la anterior y, como resultado de tu esfuerzo por escapar de ellas, te sientes cada vez más cansado.
Si simplemente te sumerges en el agua, apenas notarás la fuerza de la ola. Al final, tanto las olas apenas perceptibles como las olas enormes terminan desapareciendo en la orilla. La diferencia estriba en la manera de afrontarlas. Debemos recordar que no nos ahogamos por caer en el agua, sino por el tiempo que permanecemos sumergidos.
Esa playa con sus olas es una representación de lo que sucede en tu interior, las olas son las emociones o pensamientos, que no pueden hacerte daño, a menos que intentes luchar contra ellas. No cabe dudas de que ver una ola inmensa aproximándose puede dar miedo, pueden hacernos sentir mal momentáneamente e incluso puede parecer que será el fin del mundo, pero al final terminarán disolviéndose en la arena.
Cuando en la vida atravesamos situaciones que se asemejan a esas olas gigantes, es comprensible que nos sintamos atemorizados, tristes o ansiosos; pero alimentar los pensamientos negativos solo generará más miedo, frustración y agotamiento psicológico. En vez de resistirnos a esas situaciones, intentar huir de ellas o negarlas, simplemente debemos aceptarlas e intentar paliar el golpe de la mejor manera posible. Eso no es resignación, es inteligencia.
ómo controlar las emociones negativas con la metáfora de las olas?
La metáfora de las olas en la playa te ayudará a distanciarte de esos pensamientos irracionales que alimentan las emociones negativas. Nos ayuda a comprender que en muchas ocasiones nuestro sufrimiento no viene de lo que nos ocurre sino de lo que nos decimos a nosotros mismos, del diálogo interior que ponemos en marcha. Cuando le damos demasiada importancia a nuestras historias y preocupaciones, solemos acrecentar el sufrimiento.
Los pensamientos y emociones no tienen más poder del que les des. Al final, las olas acabarán desapareciendo y el mar volverá a estar en calma. Este ejercicio de visualización es muy eficaz para lidiar con las situaciones complicadas cuando los pensamientos y emociones negativas quieren tomar el control.
1. Observa tus emociones
Nota tus emociones y sentimientos
Da un paso atrás, metafóricamente, para que puedas convertirte en un espectador de tus “olas interiores”
2. Experimenta tus sensaciones
Céntrate en tus “olas interiores”, percibe cómo las emociones van y vienen
Frena el impulso de bloquear esas sensaciones
No intentes deshacerte de ellas
No las alejes, pero tampoco te aferres a ellas
3. Asume que no eres esas sensaciones
Detén el impulso de actuar, comprende que no necesitas actuar en consecuencia
Recuerda los momentos en los que te has sentido de manera similar en el pasado, recuerda que al final, esas emociones han desaparecido
Deja ir las preocupaciones asociadas con esas emociones y sensaciones
4. Siéntete cómodo con tus emociones y sensaciones
No juzgues lo que sientes
Acepta plenamente esas emociones, dales un nombre
Finalmente, asume que son como las olas del mar y aprende a fluir con ellas, sin que te hagan daño.
PSICOLOGÍA, DESARROLLO PERSONAL
¿CÓMO SER FELIZ? LOS 10 CONSEJOS DE ARISTÓTELES
Cuando se trata de alcanzar la felicidad, la mayoría de las personas se preguntan: “¿Qué debo hacer?”. No es extraño, imbuidos como estamos en la cultura del hacer y la ocupación plena del tiempo hasta que no quede ni un minuto libre. Los grandes filósofos, sin embargo, se preguntaban: “¿Qué clase de persona debería ser?”.
El secreto está en el equilibrio
Muchos grandes pensadores solían recurrir a la ética de la virtud en busca de respuestas. Aristóteles, uno de los filósofos más influyentes de todos los tiempos, desarrolló un sistema integral sobre la virtud que podemos poner en práctica perfectamente en los tiempos modernos para alcanzar un estado de equilibrio emocional y paz interior en el que florezca de manera natural la felicidad.
De hecho, su sistema de ética de la virtud está especialmente pensado para ayudarnos a alcanzar la “eudaimonia”, una palabra muy interesante que normalmente se traduce como “felicidad” o “bienestar” pero que en realidad significa “florecimiento humano”.
¿CÓMO SER FELIZ? LOS 10 CONSEJOS DE ARISTÓTELES
Cuando se trata de alcanzar la felicidad, la mayoría de las personas se preguntan: “¿Qué debo hacer?”. No es extraño, imbuidos como estamos en la cultura del hacer y la ocupación plena del tiempo hasta que no quede ni un minuto libre. Los grandes filósofos, sin embargo, se preguntaban: “¿Qué clase de persona debería ser?”.
El secreto está en el equilibrio
Muchos grandes pensadores solían recurrir a la ética de la virtud en busca de respuestas. Aristóteles, uno de los filósofos más influyentes de todos los tiempos, desarrolló un sistema integral sobre la virtud que podemos poner en práctica perfectamente en los tiempos modernos para alcanzar un estado de equilibrio emocional y paz interior en el que florezca de manera natural la felicidad.
De hecho, su sistema de ética de la virtud está especialmente pensado para ayudarnos a alcanzar la “eudaimonia”, una palabra muy interesante que normalmente se traduce como “felicidad” o “bienestar” pero que en realidad significa “florecimiento humano”.
Eso significa que Artistóteles pensaba que la felicidad es un resultado de una manera de vivir y de una ,forma de ser, que llega cuando somos capaces de desarrollar nuestras potencialidades como persona y construir un “yo” sólido. ¿Cuál es esa manera de vivir?
Aristóteles pensaba que el secreto se hallaba en el equilibrio, una idea que se relaciona con otros sistemas filosóficos como el budismo. Este filósofo pensaba que una vida de abstinencias, carencias y represión no conduce a la felicidad ni a un “yo” pleno. Pero una vida hedonista tampoco es el camino ya que los excesos suelen generar una forma de esclavitud hacia el placer, generando al final un vacío existencial.
“La virtud es una posición intermedia entre dos vicios, el uno por exceso y el otro por defecto”, escribió. Y para desarrollar la virtud, simplemente debemos aprovechar todas las oportunidades que se presentan ya que no se trata de conceptos teóricos sino de actitudes, decisiones y comportamientos que deben guiar nuestra vida.
Aristóteles pensaba que el secreto se hallaba en el equilibrio, una idea que se relaciona con otros sistemas filosóficos como el budismo. Este filósofo pensaba que una vida de abstinencias, carencias y represión no conduce a la felicidad ni a un “yo” pleno. Pero una vida hedonista tampoco es el camino ya que los excesos suelen generar una forma de esclavitud hacia el placer, generando al final un vacío existencial.
“La virtud es una posición intermedia entre dos vicios, el uno por exceso y el otro por defecto”, escribió. Y para desarrollar la virtud, simplemente debemos aprovechar todas las oportunidades que se presentan ya que no se trata de conceptos teóricos sino de actitudes, decisiones y comportamientos que deben guiar nuestra vida.
Las 10 virtudes aristotélicas para alcanzar la eudaimonia
En la Ética a Nicómaco, el libro más conocido de Aristóteles escrito en el siglo IV a. C., elenca las virtudes que deberíamos desarrollar para alcanzar la eudaimonia:
1. Apacibilidad. Es la capacidad para controlar nuestro temperamento y las primeras reacciones. La persona paciente no se enoja demasiado pero tampoco dejar de enojarse cuando tiene motivos para ello.
2. Fortaleza. Es el punto medio entre la cobardía y la imprudencia. La persona fuerte es aquella que afronta el peligro siendo consciente de los riesgos y tomando las precauciones necesarias. Se trata de no correr riesgos innecesarios, pero tampoco evitar los riesgos necesarios para crecer.
3. Tolerancia. Es el equilibrio entre el exceso de indulgencia y la intransigencia. Aristóteles pensaba que es importante perdonar, pero sin caer en el extremo de pasar de todo dejando que los demás pisoteen nuestro derecho o nos hagan daño deliberadamente sin responder. Tan negativo es ser extremadamente tolerantes como extremadamente intolerantes.
3. Generosidad. Es el punto medio entre la mezquindad y la prodigalidad, se trata de ayudar a los demás pero sin entregarnos tanto que nuestro “yo” se diluya.
4. Modestia. Es la virtud que se encuentra en el punto medio entre no darse el crédito suficiente por los logros alcanzados debido a una baja autoestima y tener un ego desmesurado que nos haga pensar que somos el centro del universo. Se trata de reconocer nuestros errores y virtudes, asumiendo las responsabilidades que nos corresponden, ni más ni menos.
6. Veracidad. Es la virtud de la honestidad, que Aristóteles sitúa en un justo punto medio entre la mentira habitual y la falta de tacto para decir la verdad, de manera que la persona se convierte en un kamikaze de la verdad. Se trata de evaluar el alcance de nuestras palabras y decir lo necesario, ni más ni menos.
7. Gracia. Es el punto medio entre ser un bufón y ser tan antipático que resultamos rudos. Es un saber estar, de manera que los demás disfruten de nuestra compañía.
8. Sociabilidad. Mucho antes de que los neurocientíficos descubrieran que tenemos que escoger a nuestros amigos con cuidado porque nuestro cerebro terminará pareciéndose al suyo, Aristóteles ya nos advertía del peligro de ser demasiado sociables con demasiadas personas, así como de la incapacidad para hacer amigos. El filósofo creía que debemos elegir a nuestros amigos con cuidado pero que también debemos cultivar esas relaciones.
9. Decoro. Es el punto medio entre ser demasiado tímido y ser desvergonzado. Una persona decorosa se respeta a sí misma y no teme cometer errores, pero no cae en la insolencia ni la impertinencia intentando pasar por encima de los demás. Es consciente de que todos merecen ser tratados con respeto, y exige ese mismo respeto para sí.
10. Justedad. Es la virtud de tratar justamente con los demás, a medio camino entre el egoísmo y el desinterés total. Consiste en tener en cuenta tanto las necesidades ajenas como las propias, para encontrar el punto medio que nos permita tomar decisiones más justas para todos.
Lo más interesante de la propuesta de Aristóteles es que hay espacio para el error, para equivocarnos, aprender y mejorar sin sentir por ello que somos malas personas o que no lo lograremos. ¿Qué piensas
En la Ética a Nicómaco, el libro más conocido de Aristóteles escrito en el siglo IV a. C., elenca las virtudes que deberíamos desarrollar para alcanzar la eudaimonia:
1. Apacibilidad. Es la capacidad para controlar nuestro temperamento y las primeras reacciones. La persona paciente no se enoja demasiado pero tampoco dejar de enojarse cuando tiene motivos para ello.
2. Fortaleza. Es el punto medio entre la cobardía y la imprudencia. La persona fuerte es aquella que afronta el peligro siendo consciente de los riesgos y tomando las precauciones necesarias. Se trata de no correr riesgos innecesarios, pero tampoco evitar los riesgos necesarios para crecer.
3. Tolerancia. Es el equilibrio entre el exceso de indulgencia y la intransigencia. Aristóteles pensaba que es importante perdonar, pero sin caer en el extremo de pasar de todo dejando que los demás pisoteen nuestro derecho o nos hagan daño deliberadamente sin responder. Tan negativo es ser extremadamente tolerantes como extremadamente intolerantes.
3. Generosidad. Es el punto medio entre la mezquindad y la prodigalidad, se trata de ayudar a los demás pero sin entregarnos tanto que nuestro “yo” se diluya.
4. Modestia. Es la virtud que se encuentra en el punto medio entre no darse el crédito suficiente por los logros alcanzados debido a una baja autoestima y tener un ego desmesurado que nos haga pensar que somos el centro del universo. Se trata de reconocer nuestros errores y virtudes, asumiendo las responsabilidades que nos corresponden, ni más ni menos.
6. Veracidad. Es la virtud de la honestidad, que Aristóteles sitúa en un justo punto medio entre la mentira habitual y la falta de tacto para decir la verdad, de manera que la persona se convierte en un kamikaze de la verdad. Se trata de evaluar el alcance de nuestras palabras y decir lo necesario, ni más ni menos.
7. Gracia. Es el punto medio entre ser un bufón y ser tan antipático que resultamos rudos. Es un saber estar, de manera que los demás disfruten de nuestra compañía.
8. Sociabilidad. Mucho antes de que los neurocientíficos descubrieran que tenemos que escoger a nuestros amigos con cuidado porque nuestro cerebro terminará pareciéndose al suyo, Aristóteles ya nos advertía del peligro de ser demasiado sociables con demasiadas personas, así como de la incapacidad para hacer amigos. El filósofo creía que debemos elegir a nuestros amigos con cuidado pero que también debemos cultivar esas relaciones.
9. Decoro. Es el punto medio entre ser demasiado tímido y ser desvergonzado. Una persona decorosa se respeta a sí misma y no teme cometer errores, pero no cae en la insolencia ni la impertinencia intentando pasar por encima de los demás. Es consciente de que todos merecen ser tratados con respeto, y exige ese mismo respeto para sí.
10. Justedad. Es la virtud de tratar justamente con los demás, a medio camino entre el egoísmo y el desinterés total. Consiste en tener en cuenta tanto las necesidades ajenas como las propias, para encontrar el punto medio que nos permita tomar decisiones más justas para todos.
Lo más interesante de la propuesta de Aristóteles es que hay espacio para el error, para equivocarnos, aprender y mejorar sin sentir por ello que somos malas personas o que no lo lograremos. ¿Qué piensas
LA INPORTANCIA DE DESCUBRIR QUIÉN ERES: ¿POR QUÉ HOY, MÁS
QUE NUNCA, ¿DEBEMOS EMPRENDER EL VIAJE PERSONAL QUE SIGUIÓ LA PSICOANALISTA
MARION MILNER EN 1920?
Somos seres
sociales y, por ende, nuestro “yo” es poroso a los valores de las personas que
nos rodean, personas que pueden llegar a ser muy miopes cuando se trata de
detectar qué nos proporciona seguridad y nos hace felices, personas que a menudo
aspiran a alcanzar cosas equivocadas por las razones equivocadas. Adaptarnos a
sus expectativas puede ser un error colosal, el mayor error de nuestra vida.
Un viaje apremiante que pocos se
atreven a emprender
En 1926,
Marion Milner, una psicoanalista y escritora británica, precursora de los
diarios introspectivos, llevó a cabo un experimento sobre sí misma que se
extendió durante siete años, con el objetivo de descubrir cuál era el núcleo
pulsante de la felicidad genuina y desvelar todas las malas decisiones que
tomamos impulsados por nuestra adicción crónica a la satisfacción, entendida
como la búsqueda de la aceptación social, el prestigio y la popularidad.
A lo largo
de su viaje sembrado de “dudas, retrasos y expediciones por falsos senderos”,
como lo calificó la propia Milner, llevó un diario con el rigor de la
observación científica. Llegó a la conclusión de que somos personas
profundamente diferentes de lo que creemos ser y que las cosas que perseguimos
con mayor frenesí son las que menos alegría y satisfacción duraderas nos
reportan.
En el
prefacio de la edición original, Milner nos advierte:
“Que
nadie piense que es un camino fácil porque se trata de encontrar la felicidad
en vez de practicar un deber severo o un gran esfuerzo moral. Lo que resulta
mucho más fácil, como descubrí, es cerrar los ojos a lo que a uno realmente le
gusta, dejarse llevar por la aceptación de los deseos de los demás y evadir la
verificación diaria de los valores. Y, por último, que nadie emprenda tal
experimento si no está preparado para descubrir que es más tonto de lo que
pensaba”.
Esta advertencia es muy esclarecedora pues nos revela que la búsqueda
de la felicidad y del propio “yo” puede ser un camino tortuoso porque implica
deshacernos de todas las ideas preconcebidas que nos brindaban seguridad, o al
menos una ilusión de seguridad a la cual aferrarnos. Solo podemos
reconstruirnos cuando somos capaces de destruir todo lo que no nos sirve. Y ese
proceso puede ser muy duro para muchas personas. De hecho, más adelante la
psicoanalista reflexiona sobre la sensación de extrema alienación y el temor a
perderse que sintió cuando comenzó el experimento:
“Puedo
recordar la sensación de estar separada de otras personas, separada, apartada
de todo lo que había sido real en mi vida. Dependía tanto de la opinión que los
demás tenían sobre mí, que vivía en un constante temor a ofender, y si creía
que había hecho algo que no era aprobado, me embargaba una profunda inquietud
hasta que lo corregía. Siempre parecía estar buscando algo, siempre un poco
distraída, porque siempre tenía algo más importante que hacer”.
Su aguda
mirada le permitió notar la profunda dependencia que podemos llegar a
desarrollar de las opiniones de los demás, resaltando además el distanciamiento
que se produce cuando comienzas a apartarte de las expectativas que las
personas más cercanas han puesto sobre ti.
Milner
también explica cuál fue una de sus principales motivaciones para emprender
este peculiar viaje, una travesía de deconstrucción personal que todos deberíamos
emprender en algún momento:
“Sentía
que mi vida era una aburrida mediocridad, tenía la sensación de que las cosas
reales y vitales sucedían a la vuelta de la esquina, en las calles, en las
vidas de otras personas. Ello se debe a que solo captaba las ondas
superficiales de todo lo que me sucedía, cuando en realidad estaban ocurriendo
acontecimientos de vital importancia para mí, no en un sitio lejos de mí, sino
justo debajo de la superficie tranquila de mi mente. Aunque algunos de estos
descubrimientos no fueron del todo agradables, trayendo consigo ecos de terror
y desesperación, al menos me dieron la sensación de estar viva”.
¿Qué herramientas psicológicas
necesitamos para emprender ese viaje?
La práctica
de la introspección requiere volver a calibrar nuestra percepción condicionada.
Milner puso en marcha su pensamiento crítico y comenzó a dudar de sus creencias
más arraigadas sobre lo que la hacía feliz. Sin embargo, para descifrarlo no
solo puso en marcha la razón sino también sus sentidos. Escribió:
“Tan pronto
como comencé a estudiar mi percepción, a mirar mi propia experiencia, descubrí
que había diferentes formas de percibir y que esas diferentes formas me
proporcionaban datos distintos. Hay un enfoque estrecho que significa ver la
vida como si fueran luces intermitentes con la conciencia en mi cabeza como el
centro de atención, pero también hay un enfoque amplio que significa conocer
con todo mi cuerpo, una forma de mirar que altera bastante mi percepción de lo
que veo. Descubrí que el enfoque estrecho era el camino de la razón. Si uno
tenía el hábito de discutir sobre la vida, era muy difícil no acercarse a las
sensaciones con la misma atención concentrada y, por lo tanto, excluir su
ancho, profundidad y altura. Pero fue el enfoque amplio que me hizo
feliz.
“El
pensamiento ciego podría hacerme fingir que estaba siendo sincera conmigo misma
cuando en realidad solo estaba siendo fiel a un miedo infantil que generaba
confusión, y cuanto más confundido estuviera, más llamaría a su ayuda al sentido
de convicción”.
Esta nueva
perspectiva nos remite inevitablemente a la filosofía taoísta, que nos anima a
utilizar la razón para descubrir las creencias limitantes inoculadas
socialmente pero luego nos insta a confiar más en los sentidos como una vía para
el descubrimiento de uno mismo y del mundo. Es un cambio de perspectiva muy
difícil de lograr ya que no estamos acostumbrados y llevamos toda una vida
acallando los sentidos y ensalzando la razón.
Milner
descubrió que era una cuestión de recalibrar sus hábitos de percepción, no se
trataba de mirar directamente a un objeto con la atención sino de desarrollar
una imagen más completa con una conciencia difusa, una experiencia sensorial,
no lógica. Por eso, se preguntó:
“Si tan solo
mirar puede ser tan satisfactorio, ¿por qué siempre me esforzaba por tener más
cosas o hacer más cosas? Ciertamente, nunca había sospechado que la clave de mi
felicidad podría residir en una habilidad tan aparentemente simple como la
capacidad de dejar que los sentidos fluyan libres de objetivos.
“Me habían
exhortado continuamente a definir mi propósito en la vida, pero ahora comenzaba
a pensar que la vida era algo demasiado complejo como para mantenerse dentro de
los límites de un solo propósito formulado. Así que empecé a formarme otra idea
de mi vida, no como una lento subseguirse de logros para adaptarse a mis
propósitos preconcebidos sino como el descubrimiento gradual y el crecimiento
de nuevos propósitos que no conocía”.
Milner se
refiere a la necesidad de emprender ese camino abandonando todas las metas
iniciales, con la apertura mental necesaria como para ir descubriendo otras
metas en el camino, metas que probablemente estarán más en sintonía con tu “yo”
y que responderán menos a las expectativas sociales.
La clave de
este viaje radica en aprender a fluir, como descubrió la propia Milner:
“No sabía
que solo podía sacar el máximo provecho de la vida, entregándome a ella.
Entonces llegué a un punto muerto. Quería sacar el máximo provecho de la vida,
pero cuanto más trataba de apresarla, más sentía que estaba afuera, perdiéndome
cosas. En ese momento no podía entender en absoluto que mi verdadero propósito
podría ser aprender a no tener ningún propósito”.
Siempre he
creído que el viaje que emprendió Milner es un viaje que debemos emprender
todos, mejor antes que después, para evitar que la vida pase ante nuestros ojos
sin vivirla. Una vez que nos hemos sumergido hasta el tuétano en la sociedad,
debemos emprender el camino inverso hacia la individualización, aquella auténtica.
Es un trayecto difícil, hace uno tiempo leí
un libro que puede servirte como una brújula en el camino: “La
muerte del caballo alado: Un viaje al encuentro de tus barreras internas”. ¡Bon voyage!
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