10 abril 2019


HAY ALMAS QUE FUNCIONAN EN "MODO QUEJA"
Todos, en algún que otro momento, hemos asumido el papel de víctimas. Sin embargo, hay personas que se convierten en víctimas permanentes, sufren lo que podríamos considerar como un “victimismo crónico”. Estas personas se disfrazan de falsas víctimas, ya sea de forma consciente o inconsciente, para simular una agresión inexistente y, de paso, culpar a los demás, liberándose de toda responsabilidad.
En realidad, el victimismo crónico no es una patología, pero podría desembocar en un trastorno paranoide, cuando la persona insiste en culpar continuamente a los demás de los males que padece. Además, esta forma de afrontar el mundo, de por sí, conduce a una visión pesimista de la realidad, que produce malestar, tanto en la persona que se queja como en quien recibe la culpa.

En muchos casos, la persona que abraza el victimismo crónico termina alimentando sentimientos muy negativos, como el resentimiento y la ira, que desembocan en un victimismo agresivo. Es el típico caso de quien no se limita a lamentarse, sino que ataca y acusa a los demás, mostrándose intolerante y vulnerando continuamente sus derechos como personas.
Radiografía de una víctima crónica
- Deforman la realidad. Este tipo de personas creen firmemente que la culpa de lo que les sucede es de los demás, nunca es suya. En realidad, el problema es que tienen una visión deformada de la realidad, poseen un locus de control externo, y creen que tanto las cosas positivas como las negativas que ocurren en su vida no dependen directamente de su voluntad, sino de las circunstancias externas. Además, sobredimensionan los aspectos negativos, desarrollando un pesimismo exacerbado que les llevan a centrarse solo en las cosas negativas que les suceden, obviando las positivas.

- Hallan consuelo en el lamento. Estas personas creen que son víctimas de los demás y de las circunstancias, por lo que no se sienten culpable ni responsables de nada de lo que les sucede. Como resultado, lo único que les queda es lamentarse. De hecho, suelen encontrar placer en el acto de quejarse porque así asumen mejor su papel de "pobres víctimas" y logran llamar la atención de los demás. Estas personas no piden ayuda para solucionar sus problemas, solo se lamentan de sus desdichas en la búsqueda desenfrenada de compasión y protagonismo.


- Buscan culpables continuamente. Las personas que asumen el papel de víctimas eternas, desarrollan una actitud recelosa, suelen creer que los demás siempre actúan de mala fe, solo para ponerles la zancadilla. Por eso, suelen tener un afán casi morboso por descubrir agravios nimios, sentirse discriminados o maltratados, solo para reafirmar su papel de víctimas. Así, terminan desarrollando una hipersensibilidad y se convierten en especialistas en formar una tormenta en un vaso de agua.

- Son incapaces de realizar una autocrítica sincera. Estas personas están convencidas de que no tienen la culpa de nada, por lo que no hay nada que criticar en sus comportamientos. Como la responsabilidad es de los demás, no aceptan las críticas constructivas y, mucho menos, realizan un examen de conciencia a fondo que les lleve a cambiar su actitud. Para estas personas, los errores y defectos de los demás son intolerables, mientras que los propios son una simple sutileza. Después de todo, las víctimas son ellos.

¿Cuáles son sus estrategias?

Para que una persona pueda asumir el papel de víctima, tiene que haber un culpable. Por tanto, debe desarrollar una serie de estrategias que le permitan lograr que la otra persona asuma la culpabilidad en el asunto. Si no somos conscientes de estas estrategias, es probable que caigamos en sus redes y que incluso estemos dispuestos a cargar con toda la culpa sobre nuestras espaldas.

1. Retórica victimista

Básicamente, la retórica de esta persona se dirige a descalificar los argumentos de su adversario. Sin embargo, en realidad no refuta sus afirmaciones con otros argumentos que sean más válidos, sino que se encarga de que la otra persona asuma, sin darse cuenta, el papel de atacante.

¿Cómo lo hace? Simplemente asume el rol de víctima en la discusión, de forma que la otra persona quede como alguien autoritario, poco empático o hasta agresivo. Es lo que se conoce en el ámbito de la argumentación como “retórica centrista” ya que la persona se encarga de mostrar a su adversario como un extremista, en lugar de preocuparse por refutar sus afirmaciones. De esta manera, cualquier argumento que esgrima su adversario, será solo una demostración de su mala fe.

Por ejemplo, si una persona se atreve a contrastar una afirmación con un hecho irrefutable o con estadísticas provenientes de fuentes fiables, la víctima no le responderá con hechos sino que dirá algo así como: “Siempre me estás atacando, ahora dices que miento” o “Estás intentando imponer tu punto de vista, haz el favor de disculparte”.

2. Retirada victimista

En algunos casos, el discurso de la víctima está dirigido a eludir su responsabilidad y evitar tener que disculparse o reconocer su error. Por eso, intentará escabullirse de la situación. Para lograrlo, su estrategia consiste en desprestigiar el argumento del vencedor, pero sin llegar a reconocer que estaba equivocado.

¿Cómo lo hace? Una vez más, asume el rol de víctima, juega con los datos a su antojo y los manipula a su conveniencia con el objetivo de sembrar la confusión. Básicamente, esta persona proyectará sus errores en el otro.

Por ejemplo, si una persona le responde con un dato comprobado, que niega su afirmación anterior, la víctima no reconocerá su error. En todo caso, intentará hacer una retirada digna y dirá algo así como: “Ese hecho no niega lo que he dicho. Por favor, no cree más confusión y caos” o “Me está culpando de confundir a los demás, no tiene educación, es evidente que es inútil discutir con usted porque no atiende a razones”, cuando en realidad quien crea el desconcierto es él mismo.

3. Manipulación emocional

Una de las estrategias preferidas de las víctimas crónicas es la manipulación emocional. Cuando esta persona conoce bastante bien a su interlocutor, no dudará en echar mano al chantaje emocional para poner el tablero a su favor y adoptar el rol de víctima. De hecho, estas personas son muy hábiles reconociendo emociones, por lo que utilizan cualquier resquicio de duda o culpa en su beneficio.

¿Cómo lo hacen? Descubren el punto débil de su adversario y explotan la empatía que este puede sentir. De esta forma, terminan envolviéndole en su tela de araña, para que esa persona adopte toda la responsabilidad y el papel de verdugo, mientras ellos se quedan cómodos en su rol de víctimas y pueden seguir lamentándose.
Por ejemplo, una madre que no quiere reconocer sus errores, puede poner la culpa en el hijo diciendo cosas del tipo: “Con todo lo que he hecho por ti, y así me pagas”. Sin embargo, este tipo de manipulación también es muy común en las relaciones de pareja, entre amigos e incluso en el ámbito laboral.
¿Cómo enfrentar a este tipo de personas?
El primer paso consiste en darse cuenta de que estamos ante una persona que asume el rol de víctima. Luego, se trata de resistir el embate y no dejar que nos enrede en su juego. Lo más sensato es decirle que no tenemos tiempo para escuchar sus lamentaciones, que si quiere ayuda o una solución, con gusto le ayudaremos, pero que no estamos dispuestos a perder tiempo y energía escuchando continuamente sus quejas.

Recuerda que lo más importante es que estas personas no te arruinen el día descargando en ti su dosis de negatividad y, sobre todo, que no te hagan sentir culpable. No olvides que solo te puede herir emocionalmente, aquel al que le des suficiente poder.

09 abril 2019

LA MEJOR DE LAS INTENCIONES TE PUEDE LLEVAR A LA PEOR DE LAS DECEPCIONES


·      Psicología /desarrollo personal                                                                                
LA MEJOR DE LAS INTENCIONES TE PUEDE LLEVAR A LA PEOR DE LAS DECEPCIONES
Había una vez un hermoso jardín, con manzanos, naranjos, perales y rosales. Los árboles vivían felices y satisfechos.
Todo era alegría, excepto por un árbol, que se sentía profundamente triste. Aquel árbol no sabía quién era.
Lo que le faltaba era concentración, decía el manzano:
- Si realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas. Es muy fácil.
- No lo escuches...- decía el rosal. - Es más sencillo tener rosas. - ¿No ves qué bellas son?
Y el árbol, desesperado, intentaba todo lo que le sugerían. Sin embargo, como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más y más frustrado.
Un día llegó hasta el jardín un búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, le dijo:
- No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo que tienen muchísimos seres sobre la tierra. Yo te daré la solución: ¡No dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas! Sé tú mismo, conócete y escucha tu voz interior.
Dicho esto, el búho desapareció.
- ¿Mi voz interior? ¿Ser yo mismo? ¿Conocerme? – Aquellas palabras no tenían mucho sentido para el árbol, hasta que de repente comprendió a qué se refería el búho.
Cerró los ojos y los oídos, abrió el corazón y pudo escuchar su voz interior diciéndole: 
-Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. ¡Eres un roble! Y tu destino es crecer grande y majestuoso. Dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros y belleza al paisaje. Tienes una misión: ¡Cúmplela
Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí. Muy pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos.
Cuando los demás empujan en la dirección equivocada
Si por un momento nos viéramos con los ojos de la Física, nos convertiríamos en una persona sobre la que inciden numerosas fuerzas, que nos empujan en diferentes direcciones. Y lo más interesante es que las fuerzas mayores la ejercen precisamente las personas que más amamos, nuestros padres, hijos, pareja y amigo
La mayoría de estas personas no son conscientes de su fuerza o incluso creen que la ejercen en la dirección adecuada, creen que nos están haciendo un favor e incluso añaden: “cuando tengas más experiencia, comprenderás”. Sin embargo, lo cierto es que estar sometidos a todas esas fuerzas puede desgastarnos y resulta agotador. 
Además, cuando todos a nuestro alrededor tienen algo que opinar sobre nuestras decisiones y comportamientos, corremos el riesgo de perdernos a nosotros mismos. Una persona que no sea lo suficientemente segura de sí, sucumbirá ante la presión y probablemente terminará comportándose como los demás esperan que haga, perdiendo así la iniciativa e incluso la motivación. 
Cuando deseamos agradar y satisfacer a todos, corremos el riesgo de descuidar a la persona más importante del mundo: nosotros mismos. De esta forma, dando pequeños pasos, tomando pequeñas decisiones, un día podemos ser víctimas del Efecto Mariposa y darnos cuenta de que estamos en un punto del camino que no nos satisface ni nos hace felices.
Y es que, por mucha experiencia que hayan acumulado las personas que están a nuestro alrededor, no hay nadie que nos conozca mejor que nosotros mismos. Podemos escuchar las opiniones de los demás, pero somos nosotros quienes debemos decidir. Es imposible transmitir un sentido de la vida realmente significativo que guíe nuestros pasos, cada persona debe encontrar su propio sentido. Y para ello, quizás necesite equivocarse y caer varias veces. Porque a través de los errores también se crece. La misión de las personas que realmente nos aman, a veces no es evitar que caigamos sino ayudarnos a levantarnos.
¿Qué hacer?
Prácticamente todos, en algún que otro momento de nuestra vida, asumimos ambos roles. Es decir, empujamos o somos empujados. Por tanto, el primer paso consiste en aprender a moderar nuestro tono. Debemos brindar consejos cuando nos los piden, dar nuestro punto de vista sobre la situación porque este podría ser válido y podría ayudar al otro, pero no debemos empujar en una dirección. Porque a veces, la mejor de las intencioneste puede llevar a la peor de las decepciones.
Considera además que, en ocasiones, algunas personas acuden a nosotros con la esperanza de que resolvamos su problema o que tomemos una decisión en su lugar. Declina con cortesía la oferta porque cada uno debe elegir su propio camino y hacerse responsable por sus decisiones. No podemos ni debemos elegir por los demás.
Al contrario, cuando nos encontramos con una persona que intenta empujarnos en una dirección, debemos hacérselo notar de forma asertiva. Cuando una persona intente invadir tu espacio y pretenda tomar las decisiones en tu lugar, simplemente di: “Comprendo que quieres ayudarme y que te preocupas por mí. Valoraré tu consejo y después tomaré una decisión”.
Recuerda que tu vida es solo tuya, nadie puede vivirla en tu lugar. Por tanto, también es justo que seas tú quien decida, solo así podrás descubrir tu verdadero potencial y encontrar aquello que te apasiona y por lo que vale la pena vivir, como el roble de la historia.

En este sentido, es particularmente aclaradora una frase, con la que el psicólogo Fritz Perls iniciaba sus grupos de trabajo: "Yo hago mis cosas, y tú haces las tuyas. No estoy en este mundo para cumplir tus expectativas, ni tú estás para cumplir las mías. Tú eres Tú, Yo soy Yo. Si por casualidad nos encontramos, será hermoso. Si no, entonces no hay nada más que hacer".

Hoy este texto es mi pequeño navío, Con el que me gustaría zarpar rumbo a lo desconocido. Este navío es una reflexión que cuenta con lo indispensable para tan grato momento. Que los pensamientos sean acertados, y mi voluntad no se debilite. El destino está lejano, pero en cada palabra hay mucha reflexión, Levaré el ancla. Abriré las velas. Toda la imaginación está delante de mí a la espera que descubra un nuevo mundo. ¡Agarraos con fuerza, que allá voy!
Estoy cansado, siento que a veces la vida misma no tiene más sentido que la insignificancia de lo superficial

Muere lentamente

Muere lentamente.
Hoy como en otras tantas ocasiones a lo largo de esta etapa, me encuentro en el dique seco y a la espera que la subida de la marea y el viento me transporte al país de las ideas de la fantasía de la ilusión Como tengo ganas de escribir y no ha subido la marea para alentarme y navegar por el universo de mis neuronas, he decidido echar mano de un genio (PABLO NERUDA) palabras mayores, y aquí os dejo esta magnífica reflexión de este sabio.
Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en sí mismo.
Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar.
Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no se atreve a cambiar el color de su vestimenta o bien no conversa con quien no conoce. Muere lentamente quien evita una pasión y su remolino de emociones, justamente estas que regresan el brillo a los ojos y restauran los corazones destrozados.
Muere lentamente quien no gira el volante cuando esta infeliz con su trabajo, o su amor, quien no arriesga lo cierto ni lo incierto para ir detrás de un sueño quien no se permite, ni siquiera una vez en su vida, huir de los consejos sensatos... ¡Vive hoy! ¡Arriesga hoy! ¡Hazlo hoy! ¡No te dejes morir lentamente! ¡NO TE IMPIDAS SER FELIZ! May-07 Dt.
Andando caminos; rumbo a lo desconocido
en busca del rincón sembrado con alegrías de la vida.

CUANDO ESTÁS DANDO DEMASIADO


Psicología/Desarrollo Personal

       AUTOSACRIFICIO : ¿ cCUANDO ESTÁS DANDO DEMASIADO?


Nunca se sacrificarán las convicciones personales por las opiniones o deseos de los otros”, escribió la filósofa Aynd Rand, y en esta frase resumió todo su pensamiento. Su mensaje, diametralmente opuesto al que nos trasmite la sociedad, cuestiona el sobredimensionamiento de la abnegación y la entrega. Nos alerta de los peligros de caer en un proceso crónico de autosacrificio en el cual terminamos perdiéndonos, en nombre de una persona o una causa, que muchas veces ni siquiera reconoce la magnitud de esa entrega. 

¿Qué es el autosacrificio? 
Un sacrificio implica, por una parte, un conflicto de valores y por otra, una renuncia. Nos encontramos ante una situación que demanda un sacrificio cuando no podemos obtener ambas cosas y nos vemos obligados a renunciar a una de ellas. El autosacrificio va un paso más allá porque implica desistir de una parte de nosotros. 
El autosacrificio, en Psicología, es el abandono de los intereses personales para preservar el bienestar de otro. Implica negarse la satisfacción de ciertas necesidades, metas y placeres personales para proteger los intereses de otra persona y/o satisfacer sus necesidades. Por tanto, es una renuncia a una parte importante y valiosa de nosotros, de nuestra identidad o dignidad. 
Por otra parte, el autosacrificio también implica que valoramos algo o a alguien más de lo que nos valoramos a nosotros mismos. Cuando nos encontramos ante una disyuntiva y nos obligados a elegir, asumimos que ese algo o alguien es más importante que nuestro “yo”. 
El autosacrificio termina siendo una forma extrema de altruismo. Y aunque socialmente se ve con buenos ojos e incluso se alienta este tipo de actos, en muchas ocasiones no es la mejor solución para la persona que se sacrifica. 
El autosacrificio crónico conduce al altruismo patológico 
Padres y madres que pasan una vida sacrificándose por sus hijos. Hijos que se sacrifican por sus padres. Personas que se sacrifican por sus parejas o amigos. Soldados que se sacrifican por la Patria. Ciudadanos que se sacrifican por un ideal o una causa. Los ejemplos de autosacrificio son infinitos. 

Sin embargo, cuando se cae en el autosacrificio crónico, cuando no se trata de un hecho puntual, sino que la persona convierte esa renuncia en su estilo de vida, corre el riesgo de perderse a sí misma. No podemos olvidar que en la base de ese autosacrificio se encuentra una desvalorización de su propio “yo”, se ha producido un cambio en su jerarquía de valores de manera que la persona que se sacrifica ha dejado de ser su prioridad.
La exaltación del autosacrificio puede hacer que esas personas se sacrifiquen cuando no deben hacerlo. De hecho, no deberíamos dar por sentado que lo que más nos importa es lo que realmente importa más. Cuando algo se distorsiona en el proceso de formación de nuestros valores, debemos desconfiar de los valores que promulgamos. Las mujeres que han sido criadas siguiendo normas de género coercitivas, por ejemplo, según las cuales para ser buenas personas deben mostrarse particularmente abnegadas y dispuestas a sacrificarse por los demás, podrían no valorarse lo suficiente, condenándose a una situación de insatisfacción permanente.
En esos casos se puede hacer referencia a un altruismo patológico porque se termina borrando el “yo”, el cual siempre queda relegado a un segundo plano. La persona no se valora y, por ende, no se prioriza. Por tanto, sus necesidades siempre quedan insatisfechas, a merced de los demás. Al final, estas personas se sentirán mal consigo mismas. 
Su vida y su autoestima requieren que el hombre sea leal a sus valores, a su mente y a su juicio. Lo que se le enseña, en cambio, es que la esencia de la moralidad consiste en el autosacrificio; el sacrificio de la propia mente a una autoridad superior y el sacrificio de los valores personales a quienquiera que se sienta con derecho a reclamarlos”, escribió Ayn Rand. 
Todo ello conduce a “violentar su propio juicio racional, a revertir el orden de su jerarquía de valores, a renunciar a aquello que su mente considera bueno, a invalidar su propia conciencia […] Esta visión establece un conflicto desastroso al nivel más íntimo del ser humano, una dicotomía letal que lo hace trizas”, según la filósofa. 
Señales que indican que estás dando más de lo que recibes
- Te sientes culpable a menudo, sobre todo cuando priorizas tus deseos y necesidades.
- El nivel de ayuda que brindas es insostenible, de manera que no te queda tiempo, energía o recursos para ti mismo
- Sientes un gran vacío emocional, que es la expresión de que no estás satisfaciendo tus necesidades de afecto, amor y atención.
- Tu sacrificio se ha convertido en una obligación, de manera que lo que antes dabas voluntariamente se ha transformado en una exigencia.
- Necesitas sacrificar algo continuamente para hacer feliz a la otra persona.
- Tu sacrificio fomenta una dependencia, incompetencia, irresponsabilidad o mal carácter en la persona ayudada. 
- Te encuentras diciendo "si" a menudo, cuando sabes que la respuesta más adecuada es "no".
- La relación se ha dañado, instaurándose un desequilibrio de poder en el que tú solo das y a otra persona se limita a reclamar y recibir. 
La ambición moral como antídoto 
Ayn Rand consideraba que para combatir esa tendencia de la sociedad a empujarnos a un autosacrificio crónico debemos desarrollar nuestra ambición moral, que no es más que “ganarse el derecho de considerarse a sí mismo como el valor máximo”.
Para la filósofa, debemos poner en práctica un egoísmo racional. Apunta que egoísmo es, nada más y nada menos que “la preocupación por los intereses personales”. Pero este concepto en sí mismo “no incluye una calificación moral; no nos dice si la preocupación sobre lo que a uno le interesa es buena o mala”, es la sociedad quien ha calificado el egoísmo como un antivalor, pero en realidad no tiene nada de malo perseguir nuestros sueños, intentar satisfacer nuestras necesidades y, en última instancia, ser felices. 
El secreto está en el equilibrio. En la vida habrá momentos en los que tengamos que sacrificarnos por los demás y anteponer sus necesidades a las nuestras, pero debemos asegurarnos de que no se convierta en una costumbre. También hay momentos en los que debemos priorizar nuestras necesidades o correremos el riesgo de llegar al final de nuestra vida sin haberla vivido, sometiéndonos siempre a los deseos de los demás.
Fuente:  Rand, A. (1964) La virtud del egoísmo. Buenos Aires: Grito Sagrado.

LA MEJOR DE LAS INTENCIONES TE PUEDE LLEVAR A LA PEOR DE LAS DECEPCIONES


·      Psicología /desarrollo personal                                                                                
LA MEJOR DE LAS INTENCIONES TE PUEDE LLEVAR A LA PEOR DE LAS DECEPCIONES
Había una vez un hermoso jardín, con manzanos, naranjos, perales y rosales. Los árboles vivían felices y satisfechos.
Todo era alegría, excepto por un árbol, que se sentía profundamente triste. Aquel árbol no sabía quién era.
Lo que le faltaba era concentración, decía el manzano:
- Si realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas. Es muy fácil.
- No lo escuches...- decía el rosal. - Es más sencillo tener rosas. - ¿No ves qué bellas son?
Y el árbol, desesperado, intentaba todo lo que le sugerían. Sin embargo, como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más y más frustrado.
Un día llegó hasta el jardín un búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, le dijo:
- No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo que tienen muchísimos seres sobre la tierra. Yo te daré la solución: ¡No dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas! Sé tú mismo, conócete y escucha tu voz interior.
Dicho esto, el búho desapareció.
- ¿Mi voz interior? ¿Ser yo mismo? ¿Conocerme? – Aquellas palabras no tenían mucho sentido para el árbol, hasta que de repente comprendió a qué se refería el búho.
Cerró los ojos y los oídos, abrió el corazón y pudo escuchar su voz interior diciéndole: 
-Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. ¡Eres un roble! Y tu destino es crecer grande y majestuoso. Dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros y belleza al paisaje. Tienes una misión: ¡Cúmplela
Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí. Muy pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos.
Cuando los demás empujan en la dirección equivocada
Si por un momento nos viéramos con los ojos de la Física, nos convertiríamos en una persona sobre la que inciden numerosas fuerzas, que nos empujan en diferentes direcciones. Y lo más interesante es que las fuerzas mayores la ejercen precisamente las personas que más amamos, nuestros padres, hijos, pareja y amigo
La mayoría de estas personas no son conscientes de su fuerza o incluso creen que la ejercen en la dirección adecuada, creen que nos están haciendo un favor e incluso añaden: “cuando tengas más experiencia, comprenderás”. Sin embargo, lo cierto es que estar sometidos a todas esas fuerzas puede desgastarnos y resulta agotador. 
Además, cuando todos a nuestro alrededor tienen algo que opinar sobre nuestras decisiones y comportamientos, corremos el riesgo de perdernos a nosotros mismos. Una persona que no sea lo suficientemente segura de sí, sucumbirá ante la presión y probablemente terminará comportándose como los demás esperan que haga, perdiendo así la iniciativa e incluso la motivación. 
Cuando deseamos agradar y satisfacer a todos, corremos el riesgo de descuidar a la persona más importante del mundo: nosotros mismos. De esta forma, dando pequeños pasos, tomando pequeñas decisiones, un día podemos ser víctimas del Efecto Mariposa y darnos cuenta de que estamos en un punto del camino que no nos satisface ni nos hace felices.
Y es que, por mucha experiencia que hayan acumulado las personas que están a nuestro alrededor, no hay nadie que nos conozca mejor que nosotros mismos. Podemos escuchar las opiniones de los demás, pero somos nosotros quienes debemos decidir. Es imposible transmitir un sentido de la vida realmente significativo que guíe nuestros pasos, cada persona debe encontrar su propio sentido. Y para ello, quizás necesite equivocarse y caer varias veces. Porque a través de los errores también se crece. La misión de las personas que realmente nos aman, a veces no es evitar que caigamos sino ayudarnos a levantarnos.
¿Qué hacer?
Prácticamente todos, en algún que otro momento de nuestra vida, asumimos ambos roles. Es decir, empujamos o somos empujados. Por tanto, el primer paso consiste en aprender a moderar nuestro tono. Debemos brindar consejos cuando nos los piden, dar nuestro punto de vista sobre la situación porque este podría ser válido y podría ayudar al otro, pero no debemos empujar en una dirección. Porque a veces, la mejor de las intencioneste puede llevar a la peor de las decepciones.
Considera además que, en ocasiones, algunas personas acuden a nosotros con la esperanza de que resolvamos su problema o que tomemos una decisión en su lugar. Declina con cortesía la oferta porque cada uno debe elegir su propio camino y hacerse responsable por sus decisiones. No podemos ni debemos elegir por los demás.
Al contrario, cuando nos encontramos con una persona que intenta empujarnos en una dirección, debemos hacérselo notar de forma asertiva. Cuando una persona intente invadir tu espacio y pretenda tomar las decisiones en tu lugar, simplemente di: “Comprendo que quieres ayudarme y que te preocupas por mí. Valoraré tu consejo y después tomaré una decisión”.
Recuerda que tu vida es solo tuya, nadie puede vivirla en tu lugar. Por tanto, también es justo que seas tú quien decida, solo así podrás descubrir tu verdadero potencial y encontrar aquello que te apasiona y por lo que vale la pena vivir, como el roble de la historia.

En este sentido, es particularmente aclaradora una frase, con la que el psicólogo Fritz Perls iniciaba sus grupos de trabajo: "Yo hago mis cosas, y tú haces las tuyas. No estoy en este mundo para cumplir tus expectativas, ni tú estás para cumplir las mías. Tú eres Tú, Yo soy Yo. Si por casualidad nos encontramos, será hermoso. Si no, entonces no hay nada más que hacer".