La amistad se nutre más de la comunicación que del silencio. Sin embargo, el
silencio es precisamente en algunos casos el medio de comunicación que utilizan
los amigos: es necesario tanto saber estar en silencio como transmitir lo que
uno lleva dentro.
Asistir al desvelamiento de un secreto, al desvelamiento de la intimidad de las
personas, produce en el ser humano un enmudecimiento del espíritu, un
sentimiento de gratitud por lo que se percibe como un don o regalo inmerecido,
una impresión de estar pisando terreno sagrado. De hecho, todos podemos
remitirnos a alguna ocasión en la que, en conversación íntima con un amigo, al
acabar de escuchar, no hemos encontrado palabras adecuadas para decir nada. En
esos casos, quizá la prueba de mayor gratitud o de "correspondencia"
sea precisamente el silencio; un silencio, eso sí, cuajado de respuesta.
Hay veces en las que no se puede decir nada... porque las palabras lo estropean
todo. Hay cosas que la única contestación que merecen o que exigen es el
silencio; hay cosas con las que sólo puede mantenerse conversación en silencio.
Porque o el lenguaje es limitado, o uno es limitado, o ambas cosas. Pero
algunas cosas, si se expresan, se profanan. Así ocurre en las experiencias de
encuentro: con un amigo, con un paisaje, una obra de arte. En esos momentos,
pronunciar algo es mancharlo; hablar es romperlo. Algunas veces la comunicación
con las cosas y también con las personas requiere como condición que haya
silencio; solamente silencio. Y no un silencio para llenar, sino como medio de
entendimiento.
Cuando se tiene la suerte de topar con alguien que tiene algo -poco o mucho-
que decir; cuando se tiene la suerte de que esas personas te abran sus puertas
y dejan que te asomes y penetres en su mundo interior, en la mayor parte de los
casos sólo se puede contestar enmudeciendo. Y ese silencio quiere ser entonces
un homenaje: la mayor muestra de agradecimiento y de admiración. Porque no se
trata de un silencio vacío sino pletórico de contenido: no significa carencia
sino plenitud.
El silencio es importante en la amistad. Estar con un amigo es también poder
estar en silencio sin miedo a que éste tenga que romperse y sin sentir la
necesidad perentoria de tener que llenarlo con palabras. No hay verdadera
amistad entre dos amigos si no saben disfrutar y valorar su silencio. El
silencio es en sí mismo un espacio y un tiempo para compartir. Rico de contenido
y esencialmente valioso porque supone una íntima comunión de espíritus.
LA INTERIORIDAD
La amistad está también muy relacionada con la interioridad. Entre dos amigos
ésta es más rica y sólida cuanta mayor sea la intimidad, la interioridad de
cada uno de ellos. Hay quienes tienen un gran mundo interior; tienen mucho que
decir porque son personas que integran en sí todo lo que hay a su paso: una
frase que ha dicho en clase el profesor, la actitud de tal o cual persona, la
satisfacción de haber llegado al pico de la montaña, la crisis que le produce
una situación difícil de trabajo, un libro que ha leído, la
experiencia de la madurez.
Así es como las personas se van enriqueciendo por dentro y como su interioridad
cobra cada vez mayor volumen: integrando la experiencia, la vivencia personal y
las de las otras personas. Aprendemos también a través de las vivencias de los
demás, de la experiencia ajena. Quien está atento a su alrededor aprovecha todo
intensamente.
Se puede aprender a sentir de un modo distinto al propio; se puede aprender a
pensar de manera diferente a la que uno piensa; se puede aprender a valorar
cosas que yo no valoro. Escuchar a las personas y tratar de ser ellas, nos
permite conocer el mundo desde mil perspectivas diferentes a las nuestras. Y
eso conlleva ampliación personal, crecimiento, enriquecimiento, altura,
perspectiva y profundidad. La interioridad rica hace que la relación entre los
amigos se amplíe. Un amigo me decía este verano -hablando de otra persona-la
satisfacción que le producía tratar con ella "porque es de esas personas
que tienen algo que aportar".
El conocimiento que alimenta la intimidad es-una vez más-el que sabe mirar,
sabe escuchar, sabe estar. La sola convivencia con las personas, o el mero
estar junto a las cosas o entre las cosas (junto al mar rodeado de un bonito
paisaje, o entre las obras magníficas de una biblioteca) no basta. Más de una
vez las ratas habrán correteado por los pasillos de una biblioteca; sin
embargo, todavía no hemos tenido ocasión de encontrarlas embelesadas frente a
un libro, tras haber pasado sobre el mismo toda la noche. Para las
personas, las que son capaces de ello, las cosas tienen una historia que
contar, la naturaleza tiene algo que transmitir y todo lo que encuentran es
capaz de darles un mensaje.
El hombre con interioridad es capaz de ver sentido a todas las cosas; y en
cierto modo de darles él mismo el sentido puesto que es él quien lo capta, lo
descubre y en ese sentido lo crea, lo recrea. Por eso, forma parte del
"tesoro" de la amistad tener amigos con un gran mundo interior.
La amistad de las personas es un regalo. El regalo es mayor cuanta mayor sea la
interioridad y la intimidad compartida. Esta debe cuidarse en ella juega un
papel muy importante el saber mirar porque puede franquearnos el paso al alma
del amigo.
La amistad se nutre más de la comunicación
que del silencio. Sin embargo, el silencio es precisamente en algunos casos el
medio de comunicación que utilizan los amigos: es necesario tanto saber estar
en silencio como transmitir lo que uno lleva dentro.
La amistad se nutre más de la comunicación que del silencio. Sin embargo,
el silencio es precisamente en algunos casos el medio de comunicación que
utilizan los amigos: es necesario tanto saber estar en silencio como transmitir
lo que uno lleva dentro.
PSICOLOGÍA SOCIAL,
AMISTAD Y SILENCIO
La amistad se nutre más de la comunicación que del silencio. Sin embargo, el
silencio es precisamente en algunos casos el medio de comunicación que utilizan
los amigos: es necesario tanto saber estar en silencio como transmitir lo que
uno lleva dentro.
Asistir al desvelamiento de un secreto, al desvelamiento de la intimidad de las
personas, produce en el ser humano un enmudecimiento del espíritu, un
sentimiento de gratitud por lo que se percibe como un don o regalo inmerecido,
una impresión de estar pisando terreno sagrado. De hecho, todos podemos
remitirnos a alguna ocasión en la que, en conversación íntima con un amigo, al
acabar de escuchar, no hemos encontrado palabras adecuadas para decir nada. En
esos casos, quizá la prueba de mayor gratitud o de "correspondencia"
sea precisamente el silencio; un silencio, eso sí, cuajado de respuesta.
Hay veces en las que no se puede decir nada... porque las palabras lo estropean
todo. Hay cosas que la única contestación que merecen o que exigen es el
silencio; hay cosas con las que sólo puede mantenerse conversación en silencio.
Porque o el lenguaje es limitado, o uno es limitado, o ambas cosas. Pero
algunas cosas, si se expresan, se profanan. Así ocurre en las experiencias de
encuentro: con un amigo, con un paisaje, una obra de arte. En esos momentos,
pronunciar algo es mancharlo; hablar es romperlo. Algunas veces la comunicación
con las cosas y también con las personas requiere como condición que haya
silencio; solamente silencio. Y no un silencio para llenar, sino como medio de
entendimiento.
Cuando se tiene la suerte de topar con alguien que tiene algo -poco o mucho-
que decir; cuando se tiene la suerte de que esas personas te abran sus puertas
y dejan que te asomes y penetres en su mundo interior, en la mayor parte de los
casos sólo se puede contestar enmudeciendo. Y ese silencio quiere ser entonces
un homenaje: la mayor muestra de agradecimiento y de admiración. Porque no se
trata de un silencio vacío sino pletórico de contenido: no significa carencia
sino plenitud.
El silencio es importante en la amistad. Estar con un amigo es también poder
estar en silencio sin miedo a que éste tenga que romperse y sin sentir la
necesidad perentoria de tener que llenarlo con palabras. No hay verdadera
amistad entre dos amigos si no saben disfrutar y valorar su silencio. El
silencio es en sí mismo un espacio y un tiempo para compartir. Rico de
contenido y esencialmente valioso porque supone una íntima comunión de
espíritus.
LA INTERIORIDAD
La amistad está también muy relacionada con la interioridad. Entre dos amigos
ésta es más rica y sólida cuanta mayor sea la intimidad, la interioridad de
cada uno de ellos. Hay quienes tienen un gran mundo interior; tienen mucho que
decir porque son personas que integran en sí todo lo que hay a su paso: una
frase que ha dicho en clase el profesor, la actitud de tal o cual persona, la
satisfacción de haber llegado al pico de la montaña, la crisis que le produce
una situación difícil de trabajo, un libro que ha leído, la
experiencia de la madurez.
Así es como las personas se van enriqueciendo por dentro y como su interioridad
cobra cada vez mayor volumen: integrando la experiencia, la vivencia personal y
las de las otras personas. Aprendemos también a través de las vivencias de los
demás, de la experiencia ajena. Quien está atento a su alrededor aprovecha todo
intensamente.
Se puede aprender a sentir de un modo distinto al propio; se puede aprender a
pensar de manera diferente a la que uno piensa; se puede aprender a valorar
cosas que yo no valoro. Escuchar a las personas y tratar de ser ellas, nos
permite conocer el mundo desde mil perspectivas diferentes a las nuestras. Y
eso conlleva ampliación personal, crecimiento, enriquecimiento, altura,
perspectiva y profundidad. La interioridad rica hace que la relación entre los
amigos se amplíe. Un amigo me decía este verano -hablando de otra persona-la
satisfacción que le producía tratar con ella "porque es de esas personas
que tienen algo que aportar".
El conocimiento que alimenta la intimidad es-una vez más-el que sabe mirar,
sabe escuchar, sabe estar. La sola convivencia con las personas, o el mero
estar junto a las cosas o entre las cosas (junto al mar rodeado de un bonito paisaje,
o entre las obras magníficas de una biblioteca) no basta. Más de una vez las
ratas habrán correteado por los pasillos de una biblioteca; sin embargo,
todavía no hemos tenido ocasión de encontrarlas embelesadas frente a un libro,
tras haber pasado sobre el mismo toda la noche. Para las personas, las
que son capaces de ello, las cosas tienen una historia que contar, la
naturaleza tiene algo que transmitir y todo lo que encuentran es capaz de
darles un mensaje.
El hombre con interioridad es capaz de ver sentido a todas las cosas; y en
cierto modo de darles él mismo el sentido puesto que es él quien lo capta, lo
descubre y en ese sentido lo crea, lo recrea. Por eso, forma parte del
"tesoro" de la amistad tener amigos con un gran mundo interior.
La amistad de las personas es un regalo. El regalo es mayor cuanta mayor sea la
interioridad y la intimidad compartida. Esta debe cuidarse en ella juega un
papel muy importante el saber mirar porque puede franquearnos el paso al alma
del amigo.
Una vez dentro, el mundo se abre ante nosotros de un modo desconocido y
luminoso que provoca en nosotros muy diversos sentimientos (admiración,
compasión, respeto, etc.), pero siempre el de "desear el bien del amigo,
por el amigo mismo" (Aristóteles).