17 octubre 2019

HAY ABRAZOS QUE NOS RECOMPONEN


PSICOLOGÍA /EMOVIONES
HAY ABRAZOS QUE NOS RECOMPONEN
Hay abrazos que tienen la capacidad de ensamblar todas nuestras partes rotas, aquellas que un día se rompieron cuando los acontecimientos nos resquebrajaron y anularon nuestra alma. Y es que no volvemos a ser los mismos cuando nos toca decir adiós, ya sea a otra persona o a una parte de nosotros mismos.
Tras las despedidas y las rupturas nos toca reencontrarnos, perfilar de nuevo nuestras prioridades, revivir una parte que queda muerta y enhebrar de nuevo las agujas que nos conduzcan por el camino del “hilo rojo de nuestro destino”.
Por eso cuando nuestro castillo se ha derrumbado y nuestra vida se desmorona, los abrazos componen melodías que nos muestran que todo está bien y que el mundo permanecerá en calma si dejamos que las notas del amor se conviertan en abrazos dulces rellenos de instantes de silencio.

Los abrazos son momentos que nos invitan a ser parte de un sueño cumplido
Los abrazos se conforman como instantes en los que la felicidad nos encuentra en forma de persona, de calor reconfortante. Porque un abrazo en ocasiones es mucho más importante que las palabras, pues tiene la capacidad de rejuvenecer nuestros sueños y nuestra motivación por la vida.
Los poemas de los que hablamos que no se escriben directamente en la piel, sino que se tatúan por dentro con la tinta de todas esas hormonas que fortalecen nuestros vínculos, que hacen que nuestro corazón bombee sangre, que nos llenan de pureza, de amor y de confort.
Y más cuando estamos sometidos a mucho estrés o las dificultades de la vida están apocando nuestras ganas y las fuerzas que necesitamos para comernos el mundo y llenar nuestros días de esbozos de felicidad.

Las dosis de cariño, la causa de nuestra adicción
El bienestar que sentimos cuando somos “víctimas” de un abrazo hace que siempre queramos más y que los esperemos ver llegar en aquellos momentos en los que más los necesitamos. O sea, drogarnos, meternos un chute mágico de vida y de cariño que nos haga dibujar más allá de la incertidumbre y del sufrimiento una ventana a través de la que podamos tomar aire fresco y revitalizar el cuerpo y la mente.
Y es que hay gente y gente, pero luego están nuestras PERSONAS. Así, en mayúsculas. Esas que siempre serán sinónimo de hogar, que abren sus botiquines en cuanto anticipan la herida, que sacan gasas y tiritas por doquier y que no escatiman en calmantes.
Por eso admiramos tanto nuestra capacidad de dar abrazos, porque es una manera increíble de conectarnos, de aunar fuerzas para ganar cualquier batalla y de ayudarnos a sobrellevar lo que viene.
Porque los abrazos cuando son sinceros marcan algo más que sentimientos temporales. Ellos recomponen y sanan heridas de por vida, desdibujan el frío y condensan el calor del amor que hay entre dos personas que se quieren y que siempre estarán dispuestas a adherir sus corazones y a sujetarse ante la vida.
Hay abrazos que erizan la piel y recargan el corazón
Hay abrazos que te rescatan de un naufragio, recomponen tus partes rotas, rompen todos los miedos y crean una obra de arte con los pedazos de tu corazón.

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