18 julio 2019

¡LA VIDA NO ES JUSTA!

psicología desarrollo personal                                                                               
¡LA VIDA NO ES JUSTA!
¿Alguna vez te has sentido frustrado y has exclamado desde lo más profundo de tu ser: ¡la vida no es JUSTA!? Probablemente sí.
Si te cállese un rayo con indignación te preguntarías: “¿¡Dios Por qué a mí!?” A lo cual el dios de los cielos te respondería: “¿Y por qué no?”
Lo cierto es que la mayoría de nosotros luchamos buena parte de nuestra vida intentando aceptar que la vida no siempre está basada en lo que consideramos “justo”. A veces no comprendemos por qué las personas no obtienen aquello que se merecen (o que creemos nosotros que se merecen, que no es lo mismo, pero es igual). Esperamos que si alguien se comporta mal sea castigado y si alguien hace el bien, sea recompensado. Pero la vida no funciona de esa manera tan sencilla. A veces esta ecuación se aplica, a veces no.
Entonces la realidad nos resulta difícil de aceptar porque deseamos mantener la ilusión de que todo se rige por leyes sencillas. En otras palabras, las ecuaciones: malos actos = castigo, buenos actos = recompensa nos brinda una sensación de control y seguridad ya que a grosso modo sabríamos a qué consecuencias atenernos a partir de nuestros comportamientos. Estas ecuaciones nos hacen sentir más seguros y confiados, pero cuando constatamos que no siempre se aplican, solemos sentirnos muy frustrados.
Obviamente, con esto no quiero decir que las personas que se esfuerzan no obtienen recompensas. Por ejemplo, si se hace ejercicio físico todos los días y se asume una alimentación saludable, estaremos reduciendo al máximo (al menos estadísticamente hablando) la posibilidad de desarrollar muchísimas enfermedades. Pero esto no es una garantía de que no enfermaremos porque existen otros factores como la herencia o los contaminantes del medio. En resumen, las ecuaciones lineales anteriormente citadas pueden aplicarse y si vivimos siguiendo su lógica tendremos grandes probabilidades de obtener beneficios o al contrario, de buscarnos problemas. ¡Pero no siempre es así!
Lo curioso es que nunca nos quejamos cuando hay un día soleado o cuando nos dan el aumento de sueldo. Obviamente, nos damos cuenta de que “la vida no es justa” cuando algo va mal pero muy pocas veces disfrutamos verdaderamente los momentos de felicidad cuando la vida si es justa y nos recompensa.
Con esto pretendo puntualizar el hecho de que existen personas que maximizan constantemente lo injusto de la vida y minimizan los aspectos positivos, creándose un camino de infelicidad permanente. Por ejemplo, si salimos a dar un paseo y comienza a llover no debemos pensar: ¿por qué a mí? Realmente está lloviendo para todos. Llueve o no llueve, nos guste o no, esto es algo que no podemos controlar. Por ende, no sirve de nada cuestionarse si es más o menos justo que el día que hemos elegido para dar un paseo es lluvioso. En este caso, en vez de amargarnos el día, simplemente deberíamos elegir otras opciones igualmente placenteras o quizás optar por un paraguas.
En resumen, los pensamientos del tipo: “la vida no es justa” y “por qué a mi” en ocasiones son formas de asumir una postura derrotista y supeditada a los agentes externos que realmente no nos hacen más agradable la vida. Entonces, ¿cuál es el consejo?
Sal con un paraguas. Vive cada minuto de la vida. Tómala como viene. Saca lo mejor de cada situación.

17 julio 2019

DOS TÉCNICAS MUY ÚTILES PARA CALMAR EL DIÁLOGO INTERIOR


psicología desarrollo personal                                                                              
DOS TÉCNICAS MUY ÚTILES PARA CALMAR EL DIÁLOGO INTERIOR
Probablemente en más de una ocasión te habrás dado cuenta de que estás sumergido en un diálogo interior que no termina, es como si fuese un disco rayado que se repite al infinito y tú lo único que deseas es que termine de una vez y por todas. Es algo que nos ha pasado a todos, fundamentalmente cuando debemos solucionar un problema o estamos pasando por una situación muy tensionante.
Sin embargo, el problema de este tipo de diálogo interior estriba en que no es beneficioso, no se trata de esa conversación que sostenemos con nosotros mismos cuando queremos solucionar un problema, se trata más bien de una voz molesta que nos recuerda continuamente cosas negativas que desearíamos y deberíamos evitar. Es esa voz que te dice que no lograrás lo que te propones o la que te detiene y te impide actuar mostrándote un cuadro catastrofista.
En esos casos, lo mejor es acallar el diálogo interior, limpiar la mente. ¿Cómo hacerlo? El budismo y sus técnicas milenarias vienen a darnos una mano.
Eliminar las ideas indeseadas controlando la respiración 
Una excelente estrategia es concentrarse en la respiración. Cuando te des cuenta de que ese diálogo malsano ha comenzado, ve a un lugar tranquilo y concéntrate en tu respiración. Cierra los ojos y toma lentamente el aire por la nariz, reténlo y luego expúlsalo aún más lentamente por la boca. Focalízate en la manera en que se mueve tu pecho con cada inspiración y expiración. 
Esfuérzate por hacer que cada inspiración y expiración sean siempre más largas. Mientras tanto, percibe como tu mente se va despejando y te llena una sensación de tranquilidad. Si lo prefieres, las primeras veces puede ser de ayuda que te repitas mentalmente un mantra cada vez que hagas la expiración: “estoy tranquilo”, “mi mente está vacía” o “me siento relajado”, lo que prefieras.
Cada persona necesitará tiempos diferentes para poder alcanzar ese estado de tranquilidad mental, lo usual es que las primeras veces te tome un poco más pero después, cuando tengas práctica, ni siquiera tendrás que ir a un lugar tranquilo, podrás realizar este ejercicio de respiración incluso en una oficina llena de gente.
Es posible que las primeras veces notes cómo las ideas indeseadas intentan colarse en tu mente. Es algo normal, no les prestes demasiada atención y continúa con el ejercicio.
La técnica del anclaje
Otra técnica para acallar el diálogo interior consiste en crear un anclaje. Es decir, tenemos que lograr que cuando hagamos un sencillo movimiento, nuestros pensamientos indeseados desaparezcan como por arte de magia, para ello tenemos que establecer una conexión entre el movimiento y las ideas rumiativas. Pero será mejor que vayamos por pasos:
1. Busca una idea que te preocupe y que te suela dar vueltas en la cabeza una y otra vez. Deja que tome el control de tu mente, desata ese diálogo interior que antes querías acallar. 
2. Concéntrate en ese monólogo, siente cuánto te molesta, experimenta todas las sensaciones que provoca en ti. ¿Lo has hecho?
3. Ahora simplemente aplasta rápidamente tu lengua contra la parte inferior de la boca y mira a ver qué pasa. De seguro habrás notado que el diálogo interior se acalló, al menos durante unos instantes. Disfruta de esa sensación de vacío mental.
¡Bien! Ahora no te queda sino practicar con frecuencia hasta que logres crear un reflejo condicionado que puedas usar en cualquier lugar, siempre que te asalten esos pensamientos indeseados.
Obviamente, puedes utilizar cualquier movimiento como anclaje que te sirva para cortar rápidamente la secuencia de pensamientos, hay a quienes les da resultado simplemente chasqueando la lengua. Deberás encontrar el movimiento adecuado para ti.

16 julio 2019

CÓMO RECUPERARSE: CUANDO TOCAS FONDO EMOCIONALMENTE


 psicología desarrollo personal                                                                                
CÓMO RECUPERARSE:   CUANDO TOCAS FONDO EMOCIONALMENTE
La vida no siempre nos sonríe. A veces se tuerce y retuerce. Nos asesta duros golpes de los cuales es difícil recuperarse. Cuando nada nos sale bien y el andamio que sustentaba la estructura de nuestra vida se desmorona, no es extraño que terminemos tocando fondo.
Entonces sentimos que nos deslizamos – lenta pero inexorablemente – por un túnel sin asideros. Caemos sin resistencia. Sin autoestima a la cual aferrarse. Sin esperanzas. Con la certeza de que ya no tenemos nada que perder – y tampoco nada que ganar.
No es una experiencia agradable. No cabe duda. Pero tras tocar fondo emocionalmente, debemos asegurarnos de no quedarnos atrapados en ese agujero indefinidamente. Justo en ese momento, cuando más hundidos y destrozados estamos, podemos usar esa experiencia para fortalecernos y crecer.
Caemos por la fuerza de gravedad, pero nos levantamos con la fuerza de voluntad
Cuando tocamos fondo emocionalmente tenemos dos opciones: quedarnos paralizados en ese agujero o comenzar el ascenso. Aunque parezca irracional, lo cierto es que en ciertas circunstancias la perspectiva de quedarse ahí abajo puede ser tentadora. A todo se acostumbra uno. Y estar en ese agujero, por cuanto oscuro, frío y angustioso que sea, nos libera finalmente de la necesidad de luchar, nos da permiso para deponer las armas y bajar las manos, ya inertes y sin fuerzas. De cierta forma, ese agujero se convierte en un respiro de todos los problemas que nos condujeron hasta el fondo. Y eso se agradece.
Por otra parte, el peso psicológico que arrastramos también nos arrebata las fuerzas para subir y nos nubla la mente, de manera que somos incapaces de vislumbrar una salida, aunque la tengamos justo delante de nuestros ojos. Sin embargo, quedarnos en el fondo del pozo implica una muerte segura – en el sentido metafórico y a veces también literal. Por eso, apenas reunamos un ápice de fuerza, necesitamos emprender la escalada.
Cinco lecciones muy valiosas que aprendemos al tocar fondo
Si no sabemos nadar para mantenernos a flote, acabaremos tocando fondo. Aunque la sensación de ahogo no nos guste y no sepamos cuándo podremos salir, el fondo nos permitirá coger impulso y emprender un viaje de autodescubrimiento y evolución personal. Podemos sacar algo bueno de esa terrible experiencia.
1.      Concientizamos las verdaderas implicaciones de las decisiones que hemos ido tomando en la vida. Tocar fondo nos enseña que no somos inmunes a los golpes de la vida y nos permite comprender el alcance de todos y cada uno de los pasos que hemos ido dando. Nos ayuda a quitarnos la venda de los ojos y detectar las decisiones incorrectas que nos llevaron hasta ese punto del camino. A su vez, nos ayuda a aceptar la responsabilidad por nuestras decisiones, contribuyendo a que nos demos cuenta de que quejarnos, buscar culpables o inventar excusas no tiene ningún sentido.
2.      Descubrimos nuestros comportamientos desadaptativos y creencias irracionales. Tocar fondo puede ser extremadamente iluminador. Desde ahí abajo, cuando no tenemos mucho más que perder, podemos ver la vida desde otra perspectiva, la cual puede sacar a colación todas las ideas irracionales que hemos ido alimentando y los comportamientos disfuncionales que hemos puesto en práctica. Lo más interesante es que en el fondo del pozo muchos de esos pensamientos y creencias pierden su poder, de manera que comprendemos que tocar fondo no solo era inevitable sino necesario para realizar un reset y deshacernos de esos patrones de pensamiento malsanos.
3.      Comenzamos a cuestionarlo todo. Al tocar fondo comenzamos a cuestionarnos no solo nuestras decisiones, motivaciones y creencias sino también las de los demás. Adquirimos una mayor madurez que nos permite ver el mundo de manera más objetiva. Esa nueva perspectiva nos ayuda a orientarnos en el mejor camino.
Tocar fondo es un golpe de realidad que nos lleva a replantearnos todo lo que habíamos dado por sentado, un ejercicio que puede abrirnos puertas insospechadas.
4.      Ganamos en humildad y compasión. Muchas veces, cuando tocamos fondo, logramos desarrollar una actitud desapegada hacia nosotros mismos. Eso significa que podemos vernos con más compasión, que no implica sentir pena por nosotros sino ser conscientes de que necesitamos cuidarnos y querernos. Tocar fondo también nos permite desarrollar una actitud más humilde ante la vida pues nos ayuda a calmar el ego. Y nos anima a valorar las cosas más sencillas de la vida, de manera que cuando logremos salir de ese agujero, seremos felices con mucho menos.
5.      Aprendemos a dejar ir todo lo que nos daña. No hay nada como tocar fondo para aprender a dejar ir todo aquello que no vale la pena o que nos daña. Ya sean ideas, proyectos o incluso personas. Lo que en un primer momento puede parecer un vaciamiento interior, en realidad es un ejercicio imprescindible para deshacernos de todas aquellas cosas que nos condujeron a ese estado. Dejamos ir lo que nos daña para dejar llegar lo que nos sanará.
Por último, pero no menos importante, tocar fondo nos ayudará a encontrar nuestra verdadera fuerza interior. Se convertirá en una experiencia de empoderamiento que nos acompañará por toda la vida, ayudándonos a poner todos los problemas en perspectiva y confiando más en nuestra capacidad para salir adelante. Tocar fondo y ser capaces de salir del pozo nos demostrará nuestra capacidad de resistencia. Y esa es una experiencia que no se olvida.
Comenzar el ascenso
El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”, dice una sabia frase budista. No podemos evitar caer, pero podemos detener ese descenso hacia la depresión y comenzar la escalada. En cierto punto, debemos dejar de cavar para salir del agujero.
El ascenso no siempre es fácil. Será paso a paso y puede haber momentos en los que necesitemos tomarnos un respiro o incluso descender un poco para tomar impulso. Lo importante es no cejar en el empeño o caer en el rol de víctima impotente.
Para ello, necesitamos empezar a enfocarnos en lo positivo, aunque sean pequeñas cosas. Mientras estábamos sumidos en la desgracia, muchas cosas positivas pasaron a nuestro alrededor, pero no fuimos capaces de verlas. Ahora necesitamos cambiarnos las gafas y mirar en esa dirección.
Solo necesitamos comenzar el ascenso teniendo claro que la noche es más oscura justo antes del amanecer. Y amanecer, amanece siempre.

15 julio 2019

7 DÍAS TIENE LA SEMANA “ALGÚN DÍA” NO ES NINGUNO DE ELLOS


psicología / Desarrollo Personal                                                                             
7 DÍAS TIENE LA SEMANA “ALGÚN DÍA” NO ES NINGUNO  DE ELLOS
Si sueles posponer las cosas diciendo “algún día lo haré”, debes saber que “algún día” no es uno de los 7 días de la semana. La costumbre de posponer ad infinitum– o hasta que no te quede más remedio que afrontar la situación – no es una buena idea y terminará pasándote factura porque los problemas que no se resuelven suelen seguir creciendo en esa zona donde los relegamos.
El peso de los problemas irresueltos
A menudo nos agobia más el recordatorio de las tareas pendientes, que afrontarlas. Postergar las tareas y las decisiones no harán que su peso desaparezca de nuestra mente, al contrario, se convertirán en una carga adicional. Cada vez que aplazamos algo, nuestra mente subconsciente marca un post-it, una advertencia que se mantiene activa como un foco rojo.
Si asumimos el hábito de postergar todo aquello que no queremos afrontar, nuestra mente terminará repleta de post-it mentales. Esos recordatorios constantes se transforman en fuente de tensión, mal humor y confusión mental. Como resultado, al peso del problema que hemos postergado, se le suma el peso del recordatorio constante, más la incertidumbre por no saber cómo terminará todo.
Cuando tenemos muchos post-it mentales corremos el riesgo de sufrir un bloqueo mental. La perspectiva de todos los problemas y asuntos que debemos resolver simplemente nos resulta abrumadora. Y nuestro equilibrio mental cae bajo su peso. En muchos casos, ese desgaste se traduce en síntomas psicofísicos, desde un dolor de cabeza emocional recurrente hasta el agotamiento constante o problemas dermatológicos.
Si procrastinar es tan malo, ¿por qué lo hacemos?
Biopsicólogos de la Ruhr-Universität Bochum tienen la respuesta. Examinaron el cerebro de 264 personas para comprender por qué algunos tienen la tendencia a postergar las tareas en vez de abordarlas directamente. Descubrieron que las personas con un control de acción deficiente tenían una amígdala más grande. Además, la conexión funcional entre la amígdala y la llamada corteza cingulada anterior dorsal era más débil. ¿Qué significa esto?
La amígdala es una especie de epicentro emocional que activa la respuesta de lucha o huida. Cuando nos enfrentamos a una situación, sea cual sea, la amígdala trae a colación experiencias similares del pasado para determinar si ese estímulo es peligroso o no. También nos advierte sobre las posibles consecuencias emocionales negativas de nuestras acciones. En otras palabras, decide en cuestión de segundos si esa situación es peligrosa y, por ende, algo que debemos evitar.
La amígdala también elige entre una serie de opciones de comportamiento, priorizando algunas e inhibiendo otras. Eso significa que las personas con una amígdala más grande han aprendido de sus errores pasados y evalúan sus acciones futuras y las consecuencias de manera más meticulosa. Sin embargo, lo que podría parecer positivo, tiene un lado negativo.
La corteza cingulada anterior dorsal usa la información que le proporciona la amígala para elegir las acciones que debemos poner en práctica. Si la interacción entre la amígdala y la corteza cingulada anterior dorsal es más débil, la amígdala realizará su trabajo de análisis emocional pero no podemos ejecutar con éxito las correspondientes acciones. De hecho, los investigadores constataron que las personas con una amígdala más grande se sienten más ansiosas por las consecuencias negativas de una acción, por lo que suelen dudar y postergan las cosas.
No estamos “condenados” a procrastinar
Esa conexión “defectuosa” entre la amígdala y la corteza cingulada anterior dorsal se ha ido formando a lo largo de los años, es el resultado de comportamientos del pasado en los cuales decidimos que era mejor aplazar el problema.
La buena noticia es que podemos corregirlo porque nuestro cerebro tiene una gran neuroplasticidad, lo cual significa que podemos cambiar las conexiones funcionales. Neurocientíficos de la Universidad de Pittsburg, por ejemplo, mostraron que bastan 8 semanas de meditación mindfulness para reducir el volumen de la amígdala, de manera que esta sea menos reactiva y deje de considerarlo todo como una amenaza, a la vez que aumenta el volumen de la corteza prefrontal, que es aquella que nos ayuda a tomar decisiones racionales, mejorando la conexión entre ambas.
Por tanto, la próxima vez que te plantees dejar esa tarea para “algún día”, intenta descubrir por qué la postergas y plantéate un plan de acción para afrontarla.

13 julio 2019

LAS EXPECTATIVAS POCO RACIONALES SON UNO DE NUESTROS PRINCIPALES PROBLEMAS


psicología / Desarrollo Personal
LAS EXPECTATIVAS POCO RACIONALES SON UNO DE NUESTROS PRINCIPALES PROBLEMAS
Las expectativas son uno de nuestros principales problemas, aunque casi nunca nos damos cuenta de ello. Surgen cuando dejamos de vivir en el mundo real y comenzamos a vivir en el mundo que hemos construido en nuestra mente, cuando dejamos de afrontar la realidad tal como es y comenzamos a reaccionar ante cómo desearíamos que fuera el mundo. Por eso, las expectativas pueden hacernos enormemente infelices.
Los 3 monstruos que nos conducen al neuroticismo
Albert Ellis, el creador de la Terapia Racional Emotiva, afirmó que existen tres monstruos que nos impiden avanzar y ser felices. Se trata de expectativas poco racionales que nos conducen a funcionar en “modo neurótico” y que son típicas de los adictos a la infelicidad.
1. Tengo que hacerlo bien
Esta expectativa está dirigida a nosotros mismos, es un mandato a nuestro ego y, de cierta forma, nos la ha inculcado la sociedad. De hecho, desde muy pequeños, cuando comenzamos la escuela, nos transmiten el mensaje de que no somos valiosos por nosotros mismos sino por nuestros logros. Por tanto, es comprensible que tengamos altas expectativas sobre nuestro desempeño.
El problema es que esas expectativas a menudo son irreales e inalcanzables ya que se pretende la perfección. La persona que piense que tiene que hacerlo bien, tener éxito, ser competente y alcanzar todo lo que se proponga simplemente se está añadiendo una dosis de estrés innecesaria que le conducirá a la sensación de fracaso y frustración ante el menor revés.
De hecho, este tipo de expectativas no conducen al crecimiento personal, sino que son la base para el pensamiento autodenigrante, la abnegación sin sentido y el odio hacia uno mismo.
2. Tienes que tratarme bien
Esta expectativa se refleja sobre los demás, expresa lo que esperamos de los otros. Es obvio que todos deseamos ser tratados con respeto y justicia, pero no siempre ocurre así, y debemos estar preparados para lidiar con ello.
En el mundo existen muchas personas, todas son diferentes y no siempre se comportan de manera amable o cívica. Sin embargo, si esperas que lo hagan y siempre te traten bien, te enfadarás y angustiarás cada vez que alguien no respete su turno en la fila, aparque mal o te alce la voz.
Liberarse de estas expectativas no significa permitir que pisoteen tus derechos, pero te permitirá adoptar la suficiente distancia emocional como para comprender qué batallas merece la pena luchar y cuáles no. Cuando no esperas nada de nadie no podrán decepcionarte y, lo que es aún mejor, cada gesto positivo será un increíble regalo.
3. El mundo debe ser fácil
En el mundo occidental las nuevas generaciones han crecido en un entorno relativamente cómodo y seguro, han sido criadas bajo las alas protectoras de sus padres, por lo que es normal que al crecer alberguen grandes expectativas sobre el mundo y piensen que todo debe ser fácil, que pueden tener lo que desean cuando lo desean y sin renunciar a nada.
Hay personas que creen que deben alfombrar el mundo para ellas, que pretenden no tener que lidiar con los atascos, no esperar su turno en la fila y no tener que lidiar con todos los pequeños inconvenientes de la vida cotidiana. Se trata de personas que tienen una bajísima tolerancia a la frustración por lo que cualquier contratiempo que no encaje con su imagen idealizada del mundo se convertirá en un problema.
Este tipo de expectativas no están relacionadas con la fe en el mejoramiento humano, la esperanza ni una actitud positiva, sino que se sustentan en una visión irreal del mundo, por lo que solo puede causarle dificultades a quienes las alimentan.
Revisa tu “armario de las expectativas”
Alimentar expectativas irreales que rozan lo descabellado es muy sencillo ya que, en el fondo, nos hacen sentir que el mundo es un sitio más amable, seguro y organizado. Sin embargo, también nos impiden desarrollar nuestro arsenal de herramientas psicológicas para la vida. De hecho, la resiliencia solo se desarrolla cayéndonos, asumiendo la responsabilidad y volviéndonos a levantar, esta vez con la lección aprendida, más fuertes y sabios.
Por eso, es recomendable que cada cierto tiempo revises tu “armario de expectativas” y deseches todas las que no necesitas y que están ocupando un lugar innecesariamente. Pregúntate qué expectativas albergas sobre ti, los demás y el mundo. ¿Hasta qué punto son realistas? ¿Esas expectativas te ayudan a ser más feliz y mejoran tu vida o, al contrario, a menudo hacen que te sientas mal?
Quizá todo puede resumirse en una frase muy sencilla: “espera lo mejor planea para lo peor y prepárate para sorprenderte” 
https://static.xx.fbcdn.net/images/emoji.php/v9/t4c/1/16/1f642.png:)

12 julio 2019

RESPIRACIÓN DIAFRAGMÁTICA: UNA TÉCNICA PARA CONTROLAR LA ANSIEDAD


Psicología/Tratamientos Psicológicos
RESPIRACIÓN DIAFRAGMÁTICA: UNA TÉCNICA PARA CONTROLAR LA ANSIEDAD

El ritmo de vida frenético, el estrés, las ropas demasiado estrechas, la prisa, la falta de conciencia sobre el funcionamiento del cuerpo, el escaso ejercicio físico… todos estos son factores que se entrelazan para crear patrones de respiración caracterizados por un ritmo acelerado y una escasa intensidad; en otras palabras, una respiración más superficial.

Generalmente sólo utilizamos una parte de nuestra capacidad pulmonar, con frecuencia la parte superior de los pulmones, facilitando una respiración eminentemente torácica en la cual la intervención del diafragma es poco relevante. Este tipo de respiración no permite alcanzar una oxigenación adecuada, como la que se obtiene con la respiración más completa.

Cuando respiramos de manera inadecuada nuestros tejidos obtienen una menor oxigenación, se evidencia un mayor trabajo cardíaco y una mayor intoxicación general del organismo, lo cual facilita la aparición de la ansiedad y la fatiga física. Así, desde tiempos inmemorables se utiliza la respiración diafragmática como una técnica para controlar la ansiedad.

Para practicar este tipo de respiración, debemos asumir una postura cómoda, recostado en la cama o sentado en un sillón, con los ojos cerrados y en un lugar y momento en el que no tengamos estímulos que puedan distraernos.

Primer ejercicio

El objetivo de este ejercicio es dirigir el aire a la parte inferior de los pulmones. Para ello, podemos colocar una mano en el vientre y otra sobre el pecho; de esta forma percibiremos mejor los efectos de cada inspiración y respiración.

Posteriormente debemos tomar el aire por la nariz y tratar de dirigirlo en cada inspiración hacia la parte inferior de los pulmones. Esta acción debe provocar que se mueva la mano colocada en el vientre, pero no la que está situada sobre el pecho.

Esta parte del ejercicio es probablemente la más compleja, por lo que es importante que se repita tantas veces como sea necesario hasta que se domine totalmente.

Segundo ejercicio

Desde el momento en que seamos capaces de dirigir el aire a la parte inferior de los pulmones, el segundo objetivo es aprender a dirigirlo a la parte inferior-media de los mismos.

En primer lugar, se debe dirigir el aire hacia la parte inferior, al igual que en el primer ejercicio, tratando de que no se mueva la mano situada sobre el pecho; la diferencia es que, ahora, en la misma inspiración, también se dirigirá el aire a la parte media, notándose cómo se hincha el estómago.

Tercer ejercicio

Llegado a este punto, es el momento de realizar una inspiración completa. En un primer momento, se dirige el aire a la parte inferior (ejercicio 1), luego a la parte media (ejercicio 2) y finalmente al pecho; todo ello en la misma inspiración.

Una vez realizados correctamente estos ejercicios, se manejará el ciclo completo de la inspiración.

Cuarto ejercicio

En esta ocasión el objetivo radica en combinar la inspiración con una correcta espiración. Así, después de realizar la inspiración en tres tiempos, soltaremos el aire por la boca, con los labios ligeramente cerrados y emitiendo un ligerísimo sonido.

El tiempo de la espiración puede ser aproximadamente el doble del de la inspiración (si logras contar hasta 10 o más en el momento de la expiración es perfecto). Al principio puede parecer un poco complicado pero deteniéndose el tiempo necesario en la realización de cada uno de estos ejercicios, al final los resultados valen la pena. Una imagen que puede ayudar a comprender el proceso de la respiración diafragmática es la siguiente:

Finalmente, debo puntualizar que para que esta técnica tenga efectos sobre la ansiedad, se debe practicar al menos dos veces al día durante 10 minutos. Si bien debe aclararse que la reducción visible de la ansiedad comienza a notarse una vez que hemos llegado a cierto nivel de automatización de la respiración, ya que es la única forma para relajarnos mentalmente.

Una vez que se ha practicado suficientemente, se podrá realizar también de pie o incluso caminando. Lo cual amplía las posibilidades terapéuticas de la técnica, siendo muy útil para controlar las crisis de angustia o la ira.


10 julio 2019

PSICOLOGÍA INVERSA: PARA SER FELIZ, CÉNTRATE EN LO QUE NO TE HACE FELIZ


 psicología / Desarrollo Personal                                                                             
PSICOLOGÍA INVERSA: PARA SER FELIZ, CÉNTRATE EN LO QUE NO TE HACE FELIZ
Cuando éramos pequeños y nuestros padres nos prohibían algo, inmediatamente aquello se volvía más apetecible ante nuestros ojos. Bastaba que algo fuese prohibido para que nuestra mente se pusiera en marcha inventando mil formas posibles para transgredir esa norma, preferentemente sin que nos pillaran in fraganti.
La Psicología Inversa sigue, de cierta forma, esta lógica. Se trata de un conjunto de técnicas aparentemente contradictorias que nos reportan resultados positivos. De hecho, se pueden aplicar fácilmente a nuestra vida cotidiana.
¿Curar la depresión esforzándose por sentirse peor?
Hace unos 20 años el psicólogo clínico Randy J. Paterson se dio cuenta de que no estaba haciendo grandes progresos con su grupo de pacientes. Se trataba de un grupo compuesto por personas que habían estado ingresadas debido a una depresión severa. Su misión era aliviar los síntomas y mantenerlos a salvo, evitando la aparición de ideas suicidas.
El problema era obvio: Paterson no lograba eliminar el pesimismo del grupo. Muchas de esas personas ya se habían sometido a terapia antes y no habían logrado grandes avances, ¿por qué esa vez iba a ser diferente?
De hecho, estos pacientes, como muchos que llegan a las consultas de Psicología, se mostraban escépticos. No creían que pudieran ser felices o sentirse mejor ni que la terapia fuese a funcionar. Entonces a Paterson se le ocurrió una idea brillante: ¿Y si les pedía que se sintieran peor? La respuesta de los pacientes no se hizo esperar. Curiosamente, se involucraron en el tratamiento y lograron avanzar.
A partir de aquel momento, la Psicología Inversa se convirtió en una alternativa a la Psicología Positiva y a la obsesión con la felicidad que parece haberse apoderado de nuestra cultura. Su mensaje es sencillo: si quieres ser más feliz, céntrate en lo malo.
La presión por ser felices nos hace infelices
Según Paterson, buscar la felicidad puede ser agotador para muchas personas. Además, en ciertas circunstancias, como cuando atravesamos un periodo difícil de nuestra vida, simplemente es algo innatural. También es difícil para las personas a quienes la mera perspectiva del cambio les aterroriza tanto que les impide avanzar.
De hecho, diferentes estudios realizados con posterioridad respaldan su idea. Un experimento llevado a cabo en la Universidad de Denver, por ejemplo, descubrió que cuanto más valoraban las personas la felicidad, menos felices se percibían. Estos psicólogos consideran que esa aparente paradoja tiene una explicación lógica: valorar excesivamente la felicidad puede hacer que nos sintamos particularmente decepcionados cuando no somos felices.
Otro experimento realizado en la Universidad de Nueva Gales del Sur reveló que la búsqueda obsesiva de la felicidad, sumado a la presión social por ser felices y evitar los sentimientos negativos, en realidad genera comportamientos desadaptativos y nos conduce a experimentar más emociones negativas.
Un estudio adicional realizado en la Universidad de Toronto reveló que cuando nos proponemos ser felices a toda costa, tenemos la percepción de que el tiempo vuela, por lo que aumentan las probabilidades de sentirnos agobiados. La búsqueda obsesiva de la felicidad trastorna nuestra percepción del tiempo.
En resumen, obsesionarnos con la felicidad puede hacernos más infelices.  Según la Psicología Inversa, podríamos lograr ser más felices si recorremos el camino contrario; o sea, nos centramos en nuestros malos hábitos y en las cosas que nos hacen sentir mal, una estrategia contraintuitiva que puede dar buenos resultados a largo plazo.
¿Cómo puedes ser feliz enfocándote en lo que te hace más desgraciado?
La Psicología Inversa nos libera de la presión que genera buscar la felicidad. Eso hace que bajemos las barreras mentales y podamos ver con mayor claridad todos aquellos hábitos y las cosas que nos hacen sentir peor. Es decir, logramos quitarnos la venda de los ojos y dejamos de autoengañarnos.
De hecho, una de las principales barreras para crecer consiste precisamente en que no nos percatamos de las creencias, actitudes, pensamientos y patrones de comportamiento que nos hacen más desgraciados. Simplemente vamos cayendo en ellos, como si resbalásemos poco a poco por un túnel. Intentar amplificar esas señales nos permitirá tomar nota de nuestro diálogo interior.
De hecho, si nos damos cuenta de que si queremos sentirnos mal, solo debemos tirarnos en la cama sin hacer nada, también podemos pensar que para sentirnos mejor debemos hacer justo lo contrario: salir de casa. Se trata de un cambio de perspectiva natural, no forzado, que nos brinda una opción de comportamiento alternativa.
La Psicología Inversa nos ayuda a darnos cuenta de que en realidad no somos tan desgraciados y/o infelices como creíamos.  Percatarnos de ello puede generar un sentimiento de empoderamiento e incluso puede devolvernos la esperanza de que mañana todo será mejor.
Por supuesto, la Psicología Inversa no es para todos – tiene sus contraindicaciones – pero funciona muy bien cuando nos sentimos paralizados y agobiados ya que nos sirve para desbloquear nuestros recursos interiores eliminando las barreras que nosotros mismos hemos levantado. Este cambio de perspectiva nos resta tensión, ayudándonos a reencontrar el equilibrio perdido.