20 marzo 2020
16 marzo 2020
LA CUARENTENA PUEDE TENER IMPACTOS PSICOLÓGICOS DURADEROS, PERO SON NECESARIOS
TRASTORNOS PSICOLÓGICOS
LA CUARENTENA PUEDE TENER IMPACTOS PSICOLÓGICOS DURADEROS, PERO SON NECESARIOS
LA CUARENTENA PUEDE TENER IMPACTOS PSICOLÓGICOS DURADEROS, PERO SON NECESARIOS
Todo comenzó a mitad del
siglo XIV, cuando el fantasma de la peste negra sobrevolaba Europa. El mal afectó
a los genoveses, que comenzaron a diseminarlo en los puertos donde atracaban.
Venecia, que en aquel momento era un epicentro comercial importante, se vio
afectada por la enfermedad, por lo que comenzó a dejar a los barcos que
procedieran de puertos infectados anclados durante 40 días (quaranta giorni).
Así surgió la palabra cuarentena, aunque del aislamiento preventivo ya había
hablado mucho antes Hipócrates.
Mucho tiempo ha pasado desde
entonces, pero la sombra del COVID-19 ha vuelto a activar a gran escala ese
protocolo. Ciudades enteras en China han sido puestas en cuarentena masiva,
regiones italianas están aisladas y miles de personas en todo el mundo se encuentran
autoaisladas en sus hogares.
La separación y restricción
del movimiento de quienes pueden haber estado expuestos a una enfermedad
contagiosa para determinar si se sienten mal y reducir el riesgo de que
infecten a otros ha demostrado ser una medida de contención eficaz para evitar
la propagación de enfermedades infecciosas. Sin embargo, también puede tener un
impacto psicológico duradero en algunas personas.
La factura emocional de la
cuarentena
La cuarentena puede ser una
experiencia desafiante psicológicamente. A la separación de las personas
que queremos, la imposibilidad de movernos libremente y el cambio radical de
nuestros hábitos se le suma el aburrimiento y la incertidumbre sobre el curso
de la enfermedad. Ese cóctel psicológico puede pasarnos factura.
Investigadores del King’s
College de Londres analizaron los resultados de 24 estudios realizados
en 10 países en los que se han aplicado medidas de cuarentena para controlar
brotes de enfermedades como el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS),
ébola, influenza H1N1, Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS) y la
gripe equina.
Los resultados, publicados
en The Lancet, indican que los problemas más comunes asociados a la
cuarentena son el estrés postraumático y la depresión,
los cuales se pueden arrastrar incluso tres años después de la experiencia.
Otro estudio realizado en la Universidad de Columbia señaló que
algunas personas recurren a estrategias desadaptativas como el abuso de
sustancias para lidiar con estos problemas.
El estado emocional también
se resiente. La tristeza, la irritabilidad, el miedo,
la ira y la culpa son las emociones más
comunes. No obstante, la cuarentena no afecta a todos por igual. Las personas
con antecedentes de trastornos psiquiátricos y los trabajadores sanitarios
sufren un impacto psicológico mucho mayor.
Samantha Brooks, autora
principal del estudio, explicó: “Entrar en cuarentena es una experiencia
solitaria y a menudo temible. Nuestro estudio encontró que tiene efectos
psicológicos negativos. El hecho de que estos efectos perduren meses o
incluso años es especialmente preocupante e indica que se deben implementar
medidas durante el proceso de planificación de cuarentena para minimizar ese
impacto psicológico”.
¿Qué es lo que más nos
estresa en la cuarentena?
Todos no vivimos la
cuarentena de la misma forma, y todas las cuarentenas no son iguales. Existen
determinados factores que pueden agravar los efectos psicológicos de ese
aislamiento:
- Periodos de aislamiento demasiado largos. Las cuarentenas de más de 10 días suelen
provocar estados emocionales más negativos y sus repercusiones
psicológicas son mayores, según apuntó un estudio realizado en la Universidad
de Ontario. Una extensión de la cuarentena, por pequeña que sea, puede
exacerbar enormemente la frustración y la consternación.
- Información insuficiente. Uno de los factores más estresantes para
las personas en cuarentena es la escasa información sobre el propósito del
aislamiento o no tener pautas claras a seguir. Estar aislados genera una
situación de indefensión muy difícil de gestionar. Si no tenemos
información fidedigna los pensamientos catastrofistas se disparan y caemos
en un peligroso bucle de negatividad.
- Frustración y aburrimiento. El confinamiento, la pérdida de la rutina
habitual y la reducción del contacto social son algunos de los factores
más angustiantes para las personas en cuarentena, los cuales terminan
generando frustración e irritabilidad.
- Falta de suministros básicos, como alimentos y
ropa. Durante un periodo de
confinamiento las personas no pueden proveerse las cosas básicas que
necesitan, de manera que carecer de las mismas o no tener un suministro
regular agudiza aún más la sensación de falta de control.
Otro estudio publicado en la
revista Comprehensive Psychiatry reveló que haber estado expuesto
a situaciones traumáticas antes de la cuarentena, así como percibir
un elevado nivel de riesgo a enfermar aumentan las probabilidades de
sufrir un impacto emocional más fuerte y que este perdure más en el tiempo.
Una vez que termina la
cuarentena, las pérdidas económicas debido a la incapacidad
para trabajar, así como el estigma social que se puede haber
generado en torno a la enfermedad, también influyen en nuestra salud mental.
¿Cómo mitigar el impacto
psicológico de la cuarentena?
Durante los brotes de
enfermedades infecciosas importantes, la cuarentena puede ser una medida
preventiva necesaria, pero también es importante ser conscientes de sus efectos
psicológicos para intentar aliviarlos – en la medida de lo posible – sobre todo
si somos personas más vulnerables.
Existen muchos factores que
escapan de nuestro control, como el tiempo que durará la cuarentena y la
información que recibimos. Sin embargo, existen otros factores sobre los que
podemos influir para mitigar los efectos psicológicos de esa reclusión.
Como apuntara Viktor Frankl:
“cuando todas las metas han sido arrancadas de cuajo, lo único que resta es
la última de las libertades humanas: la capacidad de elegir la actitud personal
ante un conjunto de circunstancias”.
–
Prepararse psicológicamente para lo que vendrá
Hace siglos, Séneca, el
filósofo romano, nos alertaba de que “lo inesperado tiene efectos más
aplastantes, sumándose el peso del desastre”. Por eso los estoicos animaban
a prepararse para lo peor de la mejor manera. Eso significa que debemos ser
conscientes de que tarde o temprano el aburrimiento, la irritabilidad, las
preocupaciones y la angustia llamarán a nuestra puerta. En ese caso, las
técnicas de manejo del estrés como la meditación
mindfulness serán nuestros mejores aliados.
–
Detener los pensamientos catastrofistas centrándonos en nuestra fortaleza
Tener tanto tiempo libre es
terreno fértil para que se desaten los pensamientos catastrofistas. El miedo a
la enfermedad y sus consecuencias puede convertirse en una espada de doble filo
que nos hace asumir una actitud hipervigilante, la cual hará que exageremos los
síntomas e imaginemos el peor final posible. Intentar detener esos pensamientos
de manera consciente suele generar un efecto rebote. Refugiarnos en los
recuerdos felices o en los planes futuros es una buena manera de conjurarlos. Y
recordar la sabiduría de Séneca: “hay más cosas que pueden asustarnos de que
aplastarnos; sufrimos más a menudo en la imaginación que en la realidad”.
–
Encontrarle un sentido altruista
Sentir que otras personas se
beneficiarán de nuestra situación puede hacer que la cuarentena sea más fácil
de soportar. De hecho, el impacto psicológico de una cuarentena elegida será
mucho menor que el de un aislamiento obligatorio. Se trata, por tanto, de dar
un sentido a lo que nos sucede y comprender que ese aislamiento está ayudando a
mantener a otros seguros, incluidas las personas que amamos, pero también
aquellos particularmente vulnerables. Se trata de ser conscientes y responsables.
Como dijera Viktor Frankl «una situación externa excepcionalmente
difícil da al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí
mismo«.
–
Sentirnos conectados
Sentirnos conectados también
es fundamental para hacer frente a la cuarentena. Activar nuestra red social a
través de llamadas telefónicas o las redes sociales nos permite mantener el
contacto y no sentirnos tan solos. Un estudio realizado en la Universidad
Cristiana Chung Yuan reveló que participar en grupos de apoyo tras la
cuarentena facilita la conexión y el intercambio de experiencias similares que
permiten la validación y el empoderamiento.
No cabe duda de que una
cuarentena no solo trastorna nuestra rutina, sino que nos arrebata la sensación
de control y genera confusión e indefensión. En ese estado somos
particularmente vulnerables emocionalmente. Pero podemos elegir la actitud con
la que la enfrentaremos. Y eso cuenta mucho.
Fuentes:
Brooks, S. et. Al. (2020) The
psychological impact of quarantine and how to reduce it: rapid review of the
evidence. The Lancet; S0140-6736(20)30460-8
Liu, X. et. Al. (2012)
Depression after exposure to stressful events: lessons learned from the severe
acute respiratory syndrome epidemic. Compr Psychiatry; 53(1):
15-23.
Wu, P. et. Al. (2008) Alcohol
abuse/dependence symptoms among hospital employees exposed to a SARS
outbreak. Alcohol Alcohol; 43(6): 706-712.
Pan, P. et. Al. (2005) A
Support Group for Home-Quarantined College Students Exposed to SARS: Learning
from Practice. The Journal for Specialists in Group Work; 30(4):
363-374.
Hawryluck, L. et. Al. (2004)
SARS control and psychological effects of quarantine, Toronto, Canada. Emerg
Infect Dis; 10(7): 1206-1212.
11 marzo 2020
LO QUE VEAS EN ESTA ILUSIÓN ÓPTICA DELATA TU EDAD
Psicología
/Percepción
LO QUE VEAS EN ESTA ILUSIÓN ÓPTICA DELATA TU EDAD
LO QUE VEAS EN ESTA ILUSIÓN ÓPTICA DELATA TU EDAD
La imagen está basada en la percepción facial: puedes ver a una
mujer joven volteada o el perfil de una mujer mayor, mirando solemnemente hacia
el lado izquierdo del dibujo. Sin embargo, solo se puede ver uno a la vez.
Pero lo más curioso de ella no solo es que puedas ver dos
personas diferentes, sino que la persona que veas primero podría tener mucho
que ver con tu edad.
Un nuevo estudio realizado en la Universidad de Flinders, en
Australia, ha presentado una teoría sobre la ilusión óptica, la cual implica
que una persona joven verá primero a la mujer más joven, mientras que las
personas mayores verán a la mujer más vieja primero.
Para llegar a esta conclusión, dos psicólogos de dicha
universidad entrevistaron a 393 participantes (242 hombres, 141 mujeres) de 18
a 68 años, con una edad promedio de 32, y les mostraron la imagen durante medio
segundo.
Luego se les preguntó el sexo y la edad de la persona que vieron
y si bien la mayoría de los participantes vieron primero a la mujer más joven
–esto podría ser porque muchos de los participantes estaban en el lado más
joven– cuando los investigadores separaron el 10% más viejo y el 10% más joven
de los encuestados, encontraron que el grupo de personas de mayor edad vio
primero a la mujer mayor y el menor, a la joven.
No importa a quién hayas visto tú primero, recuerda que eres tan
joven como te sientas.
09 marzo 2020
LA ENVIDIA: ES EL SENTIMIENTO MALIGNO QUE CORROE POR DENTRO
psicología/ desarrollo personal
LA ENVIDIA: ES UN SENTIMIENTO
psicología/ desarrollo personal
LA ENVIDIA: ES EL SENTIMIENTO MALIGNO QUE CORROE POR
DENTRO
La envidia es una emoción que implica desear lo que otra
persona tiene, ya sea en lo referente a las posesiones materiales o en lo que
respecta al éxito social, familiar o profesional. Básicamente, envidiar es
anhelar lo que el otro posee. El objetivo final siempre es el mismo: tener más
de lo que se tiene, ya sea en el plano material o emocional.
Obviamente, el hecho de envidiar es negativo porque nos
coloca en la posición del insatisfecho. Cuando envidiamos algo también estamos
asumiendo que no lo tenemos (o al menos no en la medida que desearíamos) y, por
tanto, nos estamos sintiendo infelices por ello.
La envidia también implica asumir una actitud de queja que
poco a poco nos va destruyendo. De hecho, a menudo las personas que envidian se
encierran en un círculo de apatía total. Es decir, la envidia ni siquiera se
convierte en un motor impulsor de su comportamiento, el objeto deseado no se
traduce en objetivos a alcanzar sino simplemente en una actitud de queja
constante por lo que no se tiene.
Por otra parte, para la persona que siente constantemente
envidia, el tiempo y su propia personalidad comienzan a languidecer ya que se
orientan casi exclusivamente en lo que tienen y hacen los otros. Estas personas
dejan de soñar, de tener sus propias metas para dedicarse a vivir a través de
los demás.
Obviamente, de más está decir que no tendrás una segunda
oportunidad para volver a vivir esta vida. Por eso, la mejor alternativa es
deshacerse de la envidia, superar esa sensación de sentirse inferior y desear
todo lo que tienen los otros.
¿Cómo combatir la envidia?
1. Acepta que sientes envidia. Ya sé que puede
parecer una verdad de Perogrullo pero lo cierto es que muchas personas
envidiosas no aceptan este sentimiento. Siempre he considerado que aceptar la
existencia de un problema es el primer paso para solucionarlo. De otra forma
solo estarías escarbando en la superficie.
2. Si miras el éxito del otro, mira también su fracaso. A
menudo las personas que sienten envidia se concentran exclusivamente en los
éxitos de los otros, sin mirar todo el esfuerzo que ha tenido que hacer la
persona y los fracasos que han antecedido. Obviamente, se trata de una visión
muy limitada de la realidad, una perspectiva tan limitada que ronda lo irreal.
3. Busca los aspectos negativos. A veces nos
dejamos cegar por el éxito pero no nos damos cuenta de que a su alrededor
también coexisten numerosos aspectos negativos. Por ejemplo, ¿sabías que la
mayoría de las personas que ganan millones en la lotería terminan en la pobreza
más absoluta?
4. Pregúntate si realmente lo necesitas. Hay una
diferencia sustancial entre necesitar y desear pero a menudo lo olvidamos. Hay
cosas que nos gustaría tener pero que realmente no necesitamos.
5. Concéntrate en ti. Focalízate en desarrollar
tus capacidades, esta es la única vía segura al éxito y la felicidad. QUE CORROE POR
DENTRO
La envidia es una emoción que implica desear lo que otra
persona tiene, ya sea en lo referente a las posesiones materiales o en lo que
respecta al éxito social, familiar o profesional. Básicamente, envidiar es
anhelar lo que el otro posee. El objetivo final siempre es el mismo: tener más
de lo que se tiene, ya sea en el plano material o emocional.
Obviamente, el hecho de envidiar es negativo porque nos
coloca en la posición del insatisfecho. Cuando envidiamos algo también estamos
asumiendo que no lo tenemos (o al menos no en la medida que desearíamos) y, por
tanto, nos estamos sintiendo infelices por ello.
La envidia también implica asumir una actitud de queja que
poco a poco nos va destruyendo. De hecho, a menudo las personas que envidian se
encierran en un círculo de apatía total. Es decir, la envidia ni siquiera se
convierte en un motor impulsor de su comportamiento, el objeto deseado no se
traduce en objetivos a alcanzar sino simplemente en una actitud de queja
constante por lo que no se tiene.
Por otra parte, para la persona que siente constantemente
envidia, el tiempo y su propia personalidad comienzan a languidecer ya que se
orientan casi exclusivamente en lo que tienen y hacen los otros. Estas personas
dejan de soñar, de tener sus propias metas para dedicarse a vivir a través de
los demás.
Obviamente, de más está decir que no tendrás una segunda
oportunidad para volver a vivir esta vida. Por eso, la mejor alternativa es
deshacerse de la envidia, superar esa sensación de sentirse inferior y desear
todo lo que tienen los otros.
¿Cómo combatir la envidia?
1. Acepta que sientes envidia. Ya sé que puede
parecer una verdad de Perogrullo pero lo cierto es que muchas personas
envidiosas no aceptan este sentimiento. Siempre he considerado que aceptar la
existencia de un problema es el primer paso para solucionarlo. De otra forma
solo estarías escarbando en la superficie.
2. Si miras el éxito del otro, mira también su fracaso. A
menudo las personas que sienten envidia se concentran exclusivamente en los
éxitos de los otros, sin mirar todo el esfuerzo que ha tenido que hacer la
persona y los fracasos que han antecedido. Obviamente, se trata de una visión
muy limitada de la realidad, una perspectiva tan limitada que ronda lo irreal.
3. Busca los aspectos negativos. A veces nos
dejamos cegar por el éxito pero no nos damos cuenta de que a su alrededor
también coexisten numerosos aspectos negativos. Por ejemplo, ¿sabías que la
mayoría de las personas que ganan millones en la lotería terminan en la pobreza
más absoluta?
4. Pregúntate si realmente lo necesitas. Hay una
diferencia sustancial entre necesitar y desear pero a menudo lo olvidamos. Hay
cosas que nos gustaría tener pero que realmente no necesitamos.
5. Concéntrate en ti. Focalízate en desarrollar
tus capacidades, esta es la única vía segura al éxito y la felicidad.
07 marzo 2020
CÍRCULOS DE AMISTAD: HAY QUE DAR A CADA QUIEN EL LUGAR QUE MERECE
psicología/ desarrollo personal
CÍRCULOS DE AMISTAD: HAY QUE DAR A CADA QUIEN EL LUGAR QUE MERECE
CÍRCULOS DE AMISTAD: HAY QUE DAR A CADA QUIEN EL LUGAR QUE MERECE
A lo largo de los años encontramos a muchísimas personas.
Con algunas de ellas estableceremos relaciones significativas y les
permitiremos que forman parte de nuestra vida. De otras personas solo
guardaremos un recuerdo difuso y de otras ni siquiera eso pues los encuentros
fugaces no nos dieron tiempo siquiera para fijar sus rostros en nuestra
memoria. Así, encuentro tras encuentro, vamos creando nuestros círculos de
confianza.
¿Qué son los círculos de confianza en Psicología?
Los círculos de confianza son una manera gráfica de
representar las relaciones que establecemos, colocando a las personas que
conocemos en una serie de círculos concéntricos que difieren entre sí por el
grado de confianza, intimidad, atención y cuidado que ponemos en cada uno de
ellos. Los círculos de confianza expresan, por ende, el tipo de relación que
establecemos con las personas y cuán cerca o lejos de nosotros las percibimos.
Los círculos de confianza que componen nuestras
relaciones
En el centro de ese círculo nos encontramos nosotros. A
partir de ese “yo” vamos creamos diferentes círculos concéntricos en los que
ubicaremos a las personas que conocemos.
1. Círculo
de intimidad. Este círculo está formado por las personas más íntimas,
esas en las que confiamos con los ojos cerrados, normalmente la pareja, los
hijos, padres y/o hermanos. En ese círculo se encuentran esas personas a las
que recurrimos cuando tenemos un gran problema y a las que les confiamos
nuestros mayores secretos y preocupaciones. Son esas personas que nos cuidan
cuando enfermamos, que están a nuestro lado en los momentos más difíciles y que
siempre están pendientes de nosotros.
2. Círculo
de confianza media. En este círculo se encuentran aquellas personas
con las que mantenemos una relación estrecha, pero no tanto. Son personas a
quienes podemos pedir un favor, aquellas con las que pasamos tiempo, nos
divertimos y comparten nuestra visión del mundo, por lo que podemos hablar con
ellas sobre muchos temas, algunos incluso delicados. En este círculo se suelen
encontrar los amigos y algunos familiares.
3. Círculo
de poca confianza. Este círculo está formado por personas con las que
mantenemos relaciones, pero a las que no les contaríamos nuestros secretos y
tampoco nos atreveríamos a pedirles grandes favores o a confesarles ciertos
detalles de nuestra vida. Generalmente se trata de personas con quienes
mantenemos relaciones circunstanciales, como los compañeros de trabajo más
cercanos o familiares más lejanos.
4. Círculo
de muy poca confianza. Este círculo está formado por personas que
conocemos porque hemos coincidido con ellas en diferentes ocasiones, pero con
las que no hemos entablado una relación propiamente dicha. Puede ser ese vecino
que saludamos al salir de casa, esa persona que trabaja en otro departamento de
nuestra empresa o la dependienta de una tienda a la que solemos ir.
5. Círculo
de desconfianza. Fuera de esos círculos de confianza se encuentran los
“otros”, personas desconocidas con las que no hemos entablado ningún tipo de
relación o con las que hemos intercambiado algún encuentro casual pero
intrascendente. Generalmente estas personas generan cierto grado de
desconfianza o recelo ya que no las conocemos.
Círculos de confianza grandes o restringidos: ¿Qué es
mejor para nuestro bienestar psicológico?
Cada vez que expandimos nuestros círculos de confianza
incluyendo a otras personas en ellos derribamos un muro psicológico y acercamos
distancias. Tener a nuestro lado a personas en las que podamos confiar es beneficioso
para nuestra salud física y mental, no solo porque nos ayudarán cuando más lo
necesitemos sino porque su mera existencia es una fuente de seguridad y
confianza. Contar con redes de apoyo sólidas nos permitirá lidiar mejor con la
adversidad en la vida. No cabe duda.
Sin embargo, permitir que personas que no son fiables pasen
a nuestro círculo más íntimo nos expondrá emocionalmente, dejándonos
vulnerables. Si permitimos que las personas
tóxicas acampen en nuestros círculos íntimos quedaremos a su merced y,
antes o después, sus comportamientos terminarán pasándonos factura.
Eso significa que debemos ser más cuidadosos con las
personas que dejamos entrar a nuestra intimidad. No se trata de asumir una
actitud recelosa o de desconfiar a priori de la otredad,
cerrándonos en un círculo tan pequeño que amenace con asfixiarnos
psicológicamente, sino de ser capaces de elegir a las personas que queremos a
nuestro lado en la vida, y no dejar que sea la vida quien las coloque por azar
a alguien a nuestro lado. Se trata de elegir a esas personas que pueden sacar a
la luz lo mejor de nosotros y, por supuesto, convertirnos en una persona que
también aporta luz a los demás.
05 marzo 2020
Psicología/CURIOSIDADES LA CIENCIA EXPLICA POR QUÉ NO NOS GUSTA LA MÚSICA NUEVA CUANDO ENVEJECEMOS
Psicología/CURIOSIDADES LA
CIENCIA EXPLICA POR QUÉ NO NOS GUSTA LA MÚSICA NUEVA CUANDO ENVEJECEMOS
Es probable que
cuando éramos adolescentes, nuestros padres nos dijeran que la música que
escuchábamos era “ruidosa”. No les gustaba. Y no entendían cómo podía
gustarnos. Con el tiempo, a medida que nos acercamos a los 40 años, comenzamos
a pensar que “ya no se hace buena música” y nos apegamos más a los cantantes y
canciones conocidos.
Nuestros gustos
musicales comienzan a cristalizarse en la adolescencia, cuando tenemos entre 13
o 14 años, según reveló un análisis realizado por The New York Times en base a
la música que escuchan los usuarios en Spotify.
- Fuente: The New York
Times
Cuando llegamos
a los 20 años nuestros gustos musicales prácticamente se bloquean con bastante
firmeza y a los 33 años la mayoría de las personas han dejado de escuchar y
buscar música nueva. A partir de esa edad, preferimos revivir la banda sonora
de las dos décadas anteriores de nuestra vida. Eso significa que es probable
que las canciones más populares de nuestra adolescencia y juventud sigan siendo
las preferidas durante el resto de nuestra vida o, al menos, les dediquemos un
lugar especial en nuestra memoria musical.
A partir de los
40 años, para nuestro cerebro todo comienza a sonar más o menos igual
Existe una
explicación neurocientífica para nuestra reticencia a la música nueva. Un
estudio realizado en la Universidad de Manchester reveló que la capacidad del
cerebro para distinguir entre ciertos sonidos disminuye a medida que
envejecemos.
Estos
investigadores reclutaron a dos grupos de personas: uno compuesto por personas
mayores de 40 años y otro por personas más jóvenes. Cada grupo debía describir
cuán agradable les parecían varios pares de notas tocadas en una escala,
mientras se registraban sus respuestas neuronales.
Las personas
mayores encontraron que los acordes consonantes (aquellos que tienen tonos que
coinciden y resultan más confortables) eran menos agradables y los acordes
disonantes (aquellos que suenan más irritantes y desordenados) eran más
agradables, en comparación con los jóvenes.
El hecho de que
la percepción de la consonancia y la disonancia se reduzca considerablemente
significa que tienen un rango medio más restringido de escucha. En resumen, a
medida que envejecemos, las canciones nuevas y menos familiares comienzan a
sonarnos igual, y por eso somos más reacios a ellas.
Efecto
exposición: Dime cuánto has oído una canción y te diré cuánto te gustará
Por supuesto, no
podemos culpar únicamente al cerebro de nuestra “aversión” por la música nueva.
El efecto de mera exposición es otra razón de peso. Se trata de un fenómeno que
explica que, cuanto más nos exponemos a una situación, más familiar nos resulta
y más nos gusta.
Cuando estamos
en la adolescencia y la juventud, escuchamos mucha música, de manera que
algunos cantantes, grupos y canciones pasan a formar parte de la banda sonora
de esos años, se vuelven familiares y hasta reconfortantes a fuerza de
escucharlos una y otra vez.
Sin embargo,
cuando entramos en los 30 años, las nuevas obligaciones laborales y familiares
reducen nuestro tiempo de ocio, de manera que podemos dedicar menos horas a
descubrir música nueva y no podemos exponernos tanto a ella como para que
llegue a resultarnos tan familiar como las canciones de nuestra adolescencia y
juventud.
Eso puede hacer
que, si tenemos que elegir entre escuchar música nueva o los viejos conocidos,
apostemos por estos últimos.
Lo que la música
nos hace sentir también cuenta
Por último, pero
no menos importante, las emociones desempeñan un papel esencial en nuestra
reticencia a la música nueva. Un estudio realizado en la Universidad
McGill comprobó que nuestras canciones favoritas activan las zonas del
placer del cerebro liberando neurotransmisores que nos hacen sentir muy bien,
como la dopamina, serotonina y oxitocina. Y cuanto más nos guste la canción,
más intenso será ese efecto.
De hecho, se ha
apreciado que cuando conocemos una canción, nuestro cerebro se anticipa algunos
milisegundos a los puntos álgidos de la melodía, desencadenando ese cóctel de
neurotransmisores que nos inunda. Es una especie de “nostalgia neuronal” que
nos hace sentir bien, activando recuerdos positivos. Así que, si tenemos poco
tiempo para escuchar música, es probable que no lo dudemos: elegiremos aquellas
canciones conocidas que generan esa oleada de sensaciones agradables.
Todo no está
perdido
Toda regla tiene
su excepción. Si bien es cierto que con el paso del tiempo exploramos menos el
panorama musical, eso no significa que estemos condenados a escuchar las mismas
canciones del pasado una y otra vez. Si nos exponemos a nueva música,
mantendremos nuestro cerebro activo y seremos capaces de discriminar mejor los
sonidos. Cuanta más música escuchas, más receptivas serán nuestras neuronas.
Fuentes:
McAndrew, F. T.
(2019) Psychology tells us why older people don’t enjoy new music. En: QZ.
02 marzo 2020
IPOS DE ARROGANCIA, SEGÚN LA CIENCIA
psicología/ CURIOSIDADES
TIPOS DE
ARROGANCIA, SEGÚN LA CIENCIA
A lo largo de la
historia, la arrogancia ha asumido muchas formas. La batalla de las Termópilas
es uno de los ejemplos más recurrentes ya que el poderoso rey Jerjes I tuvo que
pagar el precio por sobrevalorar su fuerza y menospreciar el valor estratégico
del coraje y la astucia de los griegos.
El hundimiento
del Titanic se ha convertido en otro ejemplo mítico, no solo del fracaso
tecnológico sino también de cuán falaz era el espíritu de invulnerabilidad
característico de la época, un espíritu que afirmaba que aquel lujoso barco era
absolutamente insumergible. La vida les demostró de la peor manera que todos y
todo es vulnerable.
Sin embargo, a
veces no hay que hurgar tanto en la historia, basta mirar a nuestro alrededor
para comprender que la arrogancia sigue existiendo.
¿Qué es la
arrogancia?
La arrogancia es
una creencia de superioridad acompañada de una autoestima exagerada – a menudo
inflada artificialmente – que se manifiesta a través de afirmaciones excesivas
y presuntuosas.
La persona
arrogante suele actuar como si fuera mejor que los demás y anhela ser
admirada y respetada por sus cualidades especiales y/o grandes logros. En el
fondo, la arrogancia implica un deseo de dominar a los demás y una confianza
excesiva en las habilidades propias, viéndose a sí mismo como digno de tener
más éxito que los demás.
Tipos de
arrogancia
Psicólogos de la
Universidad de Misuri han analizado los estudios realizados hasta el momento
sobre la arrogancia y afirman que todos somos arrogantes – en cierta medida –
aunque no nos guste reconocerlo. De hecho, un estudio realizado en la
Universidad de Yale descubrió que la actitud arrogante se comienza a gestar muy
temprano en la vida.
Estos
investigadores confirmaron que los niños de entre 5 y 7 años comienzan a dar
muestras de un pensamiento arrogante pues creen saber más de los adultos. Lo
habitual es que en algún momento a lo largo del desarrollo esa postura
egocéntrica se vaya atenuando, a medida que nos formamos una imagen más
objetiva y realista de nosotros mismos y del mundo.
No obstante, en
sentido general podríamos hacer referencia a un continuum de
arrogancia, representado de la siguiente manera:
Según los
psicólogos de la Universidad de Misuri, existen tres tipos de arrogancia:
1. Arrogancia individual. Se trata
de una opinión inflada sobre las habilidades, rasgos o logros propios que no se
ajusta a la realidad. Implica magnificar nuestros resultados y exagerar
nuestras competencias, lo cual conduce a una imagen distorsionada de nosotros
mismos.
2. Arrogancia comparativa. Es una clasificación
inflada de las habilidades, rasgos o logros propios en comparación con los de
otras personas. Este tipo de arrogancia no se limita a exagerar la autoimagen,
sino que también implica una visión sesgada de los demás.
3. Arrogancia antagónica. Es el culmine
de la arrogancia ya que implica la denigración de los demás basándose en un
supuesto de superioridad. La persona arrogante no solo se cree superior, sino
que también piensa que los otros son inferiores y actúa como tal, a menudo
humillándolos o ignorándolos.
Cuando la
arrogancia no se mitiga sino que crece, suele ser un mecanismo compensatorio
que esconde una gran inseguridad. También puede actuar como una especie
de mecanismo de defensa para proteger una frágil autoestima. En
práctica, estas personas temen al rechazo, por lo que asumen una actitud
arrogante y prepotente. Rechazan y distancian a los demás para evitar que los
otros les rechacen.
En otros casos
la arrogancia puede provenir de logros verdaderos. Suele tratarse de personas
que han tenido éxito donde otros han fracasado, de manera que comienzan a
sobrevalorar sus habilidades y muy pronto empiezan a padecer una especie de
complejo de Superman.
Sea cual sea la
fuente de la arrogancia, debemos tener en cuenta que una imagen inflada de
nosotros mismos, que no se ajusta a la realidad, puede crearnos más problemas
de los que soluciona. Un estudio realizado en la Universidad Estatal de
Michigan reveló que las personas arrogantes suelen atacar a los demás, son más
propensas a responder con ira, son poco amables y difíciles de tratar. Y estas
características no les facilitan precisamente la vida.
Fuente:
Cowan, N. et.
Al. (2019) Foundations of Arrogance: A Broad Survey and Framework for
Research. Review of General Psychology; 108926801987713.
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