16 marzo 2020

LA CUARENTENA PUEDE TENER IMPACTOS PSICOLÓGICOS DURADEROS, PERO SON NECESARIOS


TRASTORNOS PSICOLÓGICOS  
LA CUARENTENA PUEDE TENER IMPACTOS PSICOLÓGICOS DURADEROS, PERO SON NECESARIOS
 
Todo comenzó a mitad del siglo XIV, cuando el fantasma de la peste negra sobrevolaba Europa. El mal afectó a los genoveses, que comenzaron a diseminarlo en los puertos donde atracaban. Venecia, que en aquel momento era un epicentro comercial importante, se vio afectada por la enfermedad, por lo que comenzó a dejar a los barcos que procedieran de puertos infectados anclados durante 40 días (quaranta giorni). Así surgió la palabra cuarentena, aunque del aislamiento preventivo ya había hablado mucho antes Hipócrates.
Mucho tiempo ha pasado desde entonces, pero la sombra del COVID-19 ha vuelto a activar a gran escala ese protocolo. Ciudades enteras en China han sido puestas en cuarentena masiva, regiones italianas están aisladas y miles de personas en todo el mundo se encuentran autoaisladas en sus hogares.
La separación y restricción del movimiento de quienes pueden haber estado expuestos a una enfermedad contagiosa para determinar si se sienten mal y reducir el riesgo de que infecten a otros ha demostrado ser una medida de contención eficaz para evitar la propagación de enfermedades infecciosas. Sin embargo, también puede tener un impacto psicológico duradero en algunas personas.
La factura emocional de la cuarentena
La cuarentena puede ser una experiencia desafiante psicológicamente. A la separación de las personas que queremos, la imposibilidad de movernos libremente y el cambio radical de nuestros hábitos se le suma el aburrimiento y la incertidumbre sobre el curso de la enfermedad. Ese cóctel psicológico puede pasarnos factura.
Investigadores del King’s College de Londres analizaron los resultados de 24 estudios realizados en 10 países en los que se han aplicado medidas de cuarentena para controlar brotes de enfermedades como el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS), ébola, influenza H1N1, Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS) y la gripe equina.
Los resultados, publicados en The Lancet, indican que los problemas más comunes asociados a la cuarentena son el estrés postraumático y la depresión, los cuales se pueden arrastrar incluso tres años después de la experiencia. Otro estudio realizado en la Universidad de Columbia señaló que algunas personas recurren a estrategias desadaptativas como el abuso de sustancias para lidiar con estos problemas.
El estado emocional también se resiente. La tristeza, la irritabilidad, el miedo, la ira y la culpa son las emociones más comunes. No obstante, la cuarentena no afecta a todos por igual. Las personas con antecedentes de trastornos psiquiátricos y los trabajadores sanitarios sufren un impacto psicológico mucho mayor.
Samantha Brooks, autora principal del estudio, explicó: “Entrar en cuarentena es una experiencia solitaria y a menudo temible. Nuestro estudio encontró que tiene efectos psicológicos negativos. El hecho de que estos efectos perduren meses o incluso años es especialmente preocupante e indica que se deben implementar medidas durante el proceso de planificación de cuarentena para minimizar ese impacto psicológico”.
¿Qué es lo que más nos estresa en la cuarentena?
Todos no vivimos la cuarentena de la misma forma, y todas las cuarentenas no son iguales. Existen determinados factores que pueden agravar los efectos psicológicos de ese aislamiento:
  • Periodos de aislamiento demasiado largos. Las cuarentenas de más de 10 días suelen provocar estados emocionales más negativos y sus repercusiones psicológicas son mayores, según apuntó un estudio realizado en la Universidad de Ontario. Una extensión de la cuarentena, por pequeña que sea, puede exacerbar enormemente la frustración y la consternación.
  • Información insuficiente. Uno de los factores más estresantes para las personas en cuarentena es la escasa información sobre el propósito del aislamiento o no tener pautas claras a seguir. Estar aislados genera una situación de indefensión muy difícil de gestionar. Si no tenemos información fidedigna los pensamientos catastrofistas se disparan y caemos en un peligroso bucle de negatividad.
  • Frustración y aburrimiento. El confinamiento, la pérdida de la rutina habitual y la reducción del contacto social son algunos de los factores más angustiantes para las personas en cuarentena, los cuales terminan generando frustración e irritabilidad.
  • Falta de suministros básicos, como alimentos y ropa. Durante un periodo de confinamiento las personas no pueden proveerse las cosas básicas que necesitan, de manera que carecer de las mismas o no tener un suministro regular agudiza aún más la sensación de falta de control.
Otro estudio publicado en la revista Comprehensive Psychiatry reveló que haber estado expuesto a situaciones traumáticas antes de la cuarentena, así como percibir un elevado nivel de riesgo a enfermar aumentan las probabilidades de sufrir un impacto emocional más fuerte y que este perdure más en el tiempo.
Una vez que termina la cuarentena, las pérdidas económicas debido a la incapacidad para trabajar, así como el estigma social que se puede haber generado en torno a la enfermedad, también influyen en nuestra salud mental.
¿Cómo mitigar el impacto psicológico de la cuarentena?
Durante los brotes de enfermedades infecciosas importantes, la cuarentena puede ser una medida preventiva necesaria, pero también es importante ser conscientes de sus efectos psicológicos para intentar aliviarlos – en la medida de lo posible – sobre todo si somos personas más vulnerables.
Existen muchos factores que escapan de nuestro control, como el tiempo que durará la cuarentena y la información que recibimos. Sin embargo, existen otros factores sobre los que podemos influir para mitigar los efectos psicológicos de esa reclusión.
Como apuntara Viktor Frankl: “cuando todas las metas han sido arrancadas de cuajo, lo único que resta es la última de las libertades humanas: la capacidad de elegir la actitud personal ante un conjunto de circunstancias”.
–      Prepararse psicológicamente para lo que vendrá
Hace siglos, Séneca, el filósofo romano, nos alertaba de que “lo inesperado tiene efectos más aplastantes, sumándose el peso del desastre”. Por eso los estoicos animaban a prepararse para lo peor de la mejor manera. Eso significa que debemos ser conscientes de que tarde o temprano el aburrimiento, la irritabilidad, las preocupaciones y la angustia llamarán a nuestra puerta. En ese caso, las técnicas de manejo del estrés como la meditación mindfulness serán nuestros mejores aliados.
–      Detener los pensamientos catastrofistas centrándonos en nuestra fortaleza
Tener tanto tiempo libre es terreno fértil para que se desaten los pensamientos catastrofistas. El miedo a la enfermedad y sus consecuencias puede convertirse en una espada de doble filo que nos hace asumir una actitud hipervigilante, la cual hará que exageremos los síntomas e imaginemos el peor final posible. Intentar detener esos pensamientos de manera consciente suele generar un efecto rebote. Refugiarnos en los recuerdos felices o en los planes futuros es una buena manera de conjurarlos. Y recordar la sabiduría de Séneca: “hay más cosas que pueden asustarnos de que aplastarnos; sufrimos más a menudo en la imaginación que en la realidad”.
–      Encontrarle un sentido altruista
Sentir que otras personas se beneficiarán de nuestra situación puede hacer que la cuarentena sea más fácil de soportar. De hecho, el impacto psicológico de una cuarentena elegida será mucho menor que el de un aislamiento obligatorio. Se trata, por tanto, de dar un sentido a lo que nos sucede y comprender que ese aislamiento está ayudando a mantener a otros seguros, incluidas las personas que amamos, pero también aquellos particularmente vulnerables. Se trata de ser conscientes y responsables. Como dijera Viktor Frankl «una situación externa excepcionalmente difícil da al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo«.
–      Sentirnos conectados
Sentirnos conectados también es fundamental para hacer frente a la cuarentena. Activar nuestra red social a través de llamadas telefónicas o las redes sociales nos permite mantener el contacto y no sentirnos tan solos. Un estudio realizado en la Universidad Cristiana Chung Yuan reveló que participar en grupos de apoyo tras la cuarentena facilita la conexión y el intercambio de experiencias similares que permiten la validación y el empoderamiento.
No cabe duda de que una cuarentena no solo trastorna nuestra rutina, sino que nos arrebata la sensación de control y genera confusión e indefensión. En ese estado somos particularmente vulnerables emocionalmente. Pero podemos elegir la actitud con la que la enfrentaremos. Y eso cuenta mucho.
Fuentes:
Brooks, S. et. Al. (2020) The psychological impact of quarantine and how to reduce it: rapid review of the evidence. The Lancet; S0140-6736(20)30460-8
Liu, X. et. Al. (2012) Depression after exposure to stressful events: lessons learned from the severe acute respiratory syndrome epidemic. Compr Psychiatry; 53(1): 15-23.
Wu, P. et. Al. (2008) Alcohol abuse/dependence symptoms among hospital employees exposed to a SARS outbreak. Alcohol Alcohol; 43(6): 706-712.
Pan, P. et. Al. (2005) A Support Group for Home-Quarantined College Students Exposed to SARS: Learning from Practice. The Journal for Specialists in Group Work; 30(4): 363-374.
Hawryluck, L. et. Al. (2004) SARS control and psychological effects of quarantine, Toronto, Canada. Emerg Infect Dis; 10(7): 1206-1212.

11 marzo 2020

LO QUE VEAS EN ESTA ILUSIÓN ÓPTICA DELATA TU EDAD


Psicología /Percepción
LO QUE VEAS EN ESTA ILUSIÓN ÓPTICA DELATA TU EDAD

“Mi esposa y mi suegra” es el nombre de este dibujo que quizá ya habías visto antes y con el que seguro te divertiste encontrando a las dos personas que se pueden ver en la ilusión óptica.
La imagen está basada en la percepción facial: puedes ver a una mujer joven volteada o el perfil de una mujer mayor, mirando solemnemente hacia el lado izquierdo del dibujo. Sin embargo, solo se puede ver uno a la vez.
Pero lo más curioso de ella no solo es que puedas ver dos personas diferentes, sino que la persona que veas primero podría tener mucho que ver con tu edad.
Un nuevo estudio realizado en la Universidad de Flinders, en Australia, ha presentado una teoría sobre la ilusión óptica, la cual implica que una persona joven verá primero a la mujer más joven, mientras que las personas mayores verán a la mujer más vieja primero.
Para llegar a esta conclusión, dos psicólogos de dicha universidad entrevistaron a 393 participantes (242 hombres, 141 mujeres) de 18 a 68 años, con una edad promedio de 32, y les mostraron la imagen durante medio segundo.
Luego se les preguntó el sexo y la edad de la persona que vieron y si bien la mayoría de los participantes vieron primero a la mujer más joven –esto podría ser porque muchos de los participantes estaban en el lado más joven– cuando los investigadores separaron el 10% más viejo y el 10% más joven de los encuestados, encontraron que el grupo de personas de mayor edad vio primero a la mujer mayor y el menor, a la joven.
No importa a quién hayas visto tú primero, recuerda que eres tan joven como te sientas.

09 marzo 2020

LA ENVIDIA: ES EL SENTIMIENTO MALIGNO QUE CORROE POR DENTRO



psicología/ desarrollo personal                                                                 
LA ENVIDIA: ES UN SENTIMIENTO 


psicología/ desarrollo personal                                                                 
LA ENVIDIA: ES EL SENTIMIENTO MALIGNO QUE CORROE POR DENTRO
La envidia es una emoción que implica desear lo que otra persona tiene, ya sea en lo referente a las posesiones materiales o en lo que respecta al éxito social, familiar o profesional. Básicamente, envidiar es anhelar lo que el otro posee. El objetivo final siempre es el mismo: tener más de lo que se tiene, ya sea en el plano material o emocional.
Obviamente, el hecho de envidiar es negativo porque nos coloca en la posición del insatisfecho. Cuando envidiamos algo también estamos asumiendo que no lo tenemos (o al menos no en la medida que desearíamos) y, por tanto, nos estamos sintiendo infelices por ello.
La envidia también implica asumir una actitud de queja que poco a poco nos va destruyendo. De hecho, a menudo las personas que envidian se encierran en un círculo de apatía total. Es decir, la envidia ni siquiera se convierte en un motor impulsor de su comportamiento, el objeto deseado no se traduce en objetivos a alcanzar sino simplemente en una actitud de queja constante por lo que no se tiene.
Por otra parte, para la persona que siente constantemente envidia, el tiempo y su propia personalidad comienzan a languidecer ya que se orientan casi exclusivamente en lo que tienen y hacen los otros. Estas personas dejan de soñar, de tener sus propias metas para dedicarse a vivir a través de los demás. 
Obviamente, de más está decir que no tendrás una segunda oportunidad para volver a vivir esta vida. Por eso, la mejor alternativa es deshacerse de la envidia, superar esa sensación de sentirse inferior y desear todo lo que tienen los otros.
¿Cómo combatir la envidia?
1. Acepta que sientes envidia. Ya sé que puede parecer una verdad de Perogrullo pero lo cierto es que muchas personas envidiosas no aceptan este sentimiento. Siempre he considerado que aceptar la existencia de un problema es el primer paso para solucionarlo. De otra forma solo estarías escarbando en la superficie.

2. Si miras el éxito del otro, mira también su fracaso. A menudo las personas que sienten envidia se concentran exclusivamente en los éxitos de los otros, sin mirar todo el esfuerzo que ha tenido que hacer la persona y los fracasos que han antecedido. Obviamente, se trata de una visión muy limitada de la realidad, una perspectiva tan limitada que ronda lo irreal.
3. Busca los aspectos negativos. A veces nos dejamos cegar por el éxito pero no nos damos cuenta de que a su alrededor también coexisten numerosos aspectos negativos. Por ejemplo, ¿sabías que la mayoría de las personas que ganan millones en la lotería terminan en la pobreza más absoluta? 
4. Pregúntate si realmente lo necesitas. Hay una diferencia sustancial entre necesitar y desear pero a menudo lo olvidamos. Hay cosas que nos gustaría tener pero que realmente no necesitamos.

5. Concéntrate en ti. Focalízate en desarrollar tus capacidades, esta es la única vía segura al éxito y la felicidad. QUE CORROE POR DENTRO
La envidia es una emoción que implica desear lo que otra persona tiene, ya sea en lo referente a las posesiones materiales o en lo que respecta al éxito social, familiar o profesional. Básicamente, envidiar es anhelar lo que el otro posee. El objetivo final siempre es el mismo: tener más de lo que se tiene, ya sea en el plano material o emocional.
Obviamente, el hecho de envidiar es negativo porque nos coloca en la posición del insatisfecho. Cuando envidiamos algo también estamos asumiendo que no lo tenemos (o al menos no en la medida que desearíamos) y, por tanto, nos estamos sintiendo infelices por ello.
La envidia también implica asumir una actitud de queja que poco a poco nos va destruyendo. De hecho, a menudo las personas que envidian se encierran en un círculo de apatía total. Es decir, la envidia ni siquiera se convierte en un motor impulsor de su comportamiento, el objeto deseado no se traduce en objetivos a alcanzar sino simplemente en una actitud de queja constante por lo que no se tiene.
Por otra parte, para la persona que siente constantemente envidia, el tiempo y su propia personalidad comienzan a languidecer ya que se orientan casi exclusivamente en lo que tienen y hacen los otros. Estas personas dejan de soñar, de tener sus propias metas para dedicarse a vivir a través de los demás. 
Obviamente, de más está decir que no tendrás una segunda oportunidad para volver a vivir esta vida. Por eso, la mejor alternativa es deshacerse de la envidia, superar esa sensación de sentirse inferior y desear todo lo que tienen los otros.
¿Cómo combatir la envidia?
1. Acepta que sientes envidia. Ya sé que puede parecer una verdad de Perogrullo pero lo cierto es que muchas personas envidiosas no aceptan este sentimiento. Siempre he considerado que aceptar la existencia de un problema es el primer paso para solucionarlo. De otra forma solo estarías escarbando en la superficie.

2. Si miras el éxito del otro, mira también su fracaso. A menudo las personas que sienten envidia se concentran exclusivamente en los éxitos de los otros, sin mirar todo el esfuerzo que ha tenido que hacer la persona y los fracasos que han antecedido. Obviamente, se trata de una visión muy limitada de la realidad, una perspectiva tan limitada que ronda lo irreal.
3. Busca los aspectos negativos. A veces nos dejamos cegar por el éxito pero no nos damos cuenta de que a su alrededor también coexisten numerosos aspectos negativos. Por ejemplo, ¿sabías que la mayoría de las personas que ganan millones en la lotería terminan en la pobreza más absoluta? 
4. Pregúntate si realmente lo necesitas. Hay una diferencia sustancial entre necesitar y desear pero a menudo lo olvidamos. Hay cosas que nos gustaría tener pero que realmente no necesitamos.
5. Concéntrate en ti. Focalízate en desarrollar tus capacidades, esta es la única vía segura al éxito y la felicidad.

07 marzo 2020

CÍRCULOS DE AMISTAD: HAY QUE DAR A CADA QUIEN EL LUGAR QUE MERECE


psicología/ desarrollo personal                                                                 
CÍRCULOS DE AMISTAD: HAY QUE DAR A CADA QUIEN EL LUGAR QUE MERECE
A lo largo de los años encontramos a muchísimas personas. Con algunas de ellas estableceremos relaciones significativas y les permitiremos que forman parte de nuestra vida. De otras personas solo guardaremos un recuerdo difuso y de otras ni siquiera eso pues los encuentros fugaces no nos dieron tiempo siquiera para fijar sus rostros en nuestra memoria. Así, encuentro tras encuentro, vamos creando nuestros círculos de confianza.
¿Qué son los círculos de confianza en Psicología?
Los círculos de confianza son una manera gráfica de representar las relaciones que establecemos, colocando a las personas que conocemos en una serie de círculos concéntricos que difieren entre sí por el grado de confianza, intimidad, atención y cuidado que ponemos en cada uno de ellos. Los círculos de confianza expresan, por ende, el tipo de relación que establecemos con las personas y cuán cerca o lejos de nosotros las percibimos.
Los círculos de confianza que componen nuestras relaciones
En el centro de ese círculo nos encontramos nosotros. A partir de ese “yo” vamos creamos diferentes círculos concéntricos en los que ubicaremos a las personas que conocemos.
1.      Círculo de intimidad. Este círculo está formado por las personas más íntimas, esas en las que confiamos con los ojos cerrados, normalmente la pareja, los hijos, padres y/o hermanos. En ese círculo se encuentran esas personas a las que recurrimos cuando tenemos un gran problema y a las que les confiamos nuestros mayores secretos y preocupaciones. Son esas personas que nos cuidan cuando enfermamos, que están a nuestro lado en los momentos más difíciles y que siempre están pendientes de nosotros.
2.      Círculo de confianza media. En este círculo se encuentran aquellas personas con las que mantenemos una relación estrecha, pero no tanto. Son personas a quienes podemos pedir un favor, aquellas con las que pasamos tiempo, nos divertimos y comparten nuestra visión del mundo, por lo que podemos hablar con ellas sobre muchos temas, algunos incluso delicados. En este círculo se suelen encontrar los amigos y algunos familiares.
3.      Círculo de poca confianza. Este círculo está formado por personas con las que mantenemos relaciones, pero a las que no les contaríamos nuestros secretos y tampoco nos atreveríamos a pedirles grandes favores o a confesarles ciertos detalles de nuestra vida. Generalmente se trata de personas con quienes mantenemos relaciones circunstanciales, como los compañeros de trabajo más cercanos o familiares más lejanos.
4.      Círculo de muy poca confianza. Este círculo está formado por personas que conocemos porque hemos coincidido con ellas en diferentes ocasiones, pero con las que no hemos entablado una relación propiamente dicha. Puede ser ese vecino que saludamos al salir de casa, esa persona que trabaja en otro departamento de nuestra empresa o la dependienta de una tienda a la que solemos ir.
5.      Círculo de desconfianza. Fuera de esos círculos de confianza se encuentran los “otros”, personas desconocidas con las que no hemos entablado ningún tipo de relación o con las que hemos intercambiado algún encuentro casual pero intrascendente. Generalmente estas personas generan cierto grado de desconfianza o recelo ya que no las conocemos.
Círculos de confianza grandes o restringidos: ¿Qué es mejor para nuestro bienestar psicológico?
Cada vez que expandimos nuestros círculos de confianza incluyendo a otras personas en ellos derribamos un muro psicológico y acercamos distancias. Tener a nuestro lado a personas en las que podamos confiar es beneficioso para nuestra salud física y mental, no solo porque nos ayudarán cuando más lo necesitemos sino porque su mera existencia es una fuente de seguridad y confianza. Contar con redes de apoyo sólidas nos permitirá lidiar mejor con la adversidad en la vida. No cabe duda.
Sin embargo, permitir que personas que no son fiables pasen a nuestro círculo más íntimo nos expondrá emocionalmente, dejándonos vulnerables. Si permitimos que las personas tóxicas acampen en nuestros círculos íntimos quedaremos a su merced y, antes o después, sus comportamientos terminarán pasándonos factura.
Eso significa que debemos ser más cuidadosos con las personas que dejamos entrar a nuestra intimidad. No se trata de asumir una actitud recelosa o de desconfiar a priori de la otredad, cerrándonos en un círculo tan pequeño que amenace con asfixiarnos psicológicamente, sino de ser capaces de elegir a las personas que queremos a nuestro lado en la vida, y no dejar que sea la vida quien las coloque por azar a alguien a nuestro lado. Se trata de elegir a esas personas que pueden sacar a la luz lo mejor de nosotros y, por supuesto, convertirnos en una persona que también aporta luz a los demás.

05 marzo 2020

Psicología/CURIOSIDADES LA CIENCIA EXPLICA POR QUÉ NO NOS GUSTA LA MÚSICA NUEVA CUANDO ENVEJECEMOS


Psicología/CURIOSIDADES LA CIENCIA EXPLICA POR QUÉ NO NOS GUSTA LA MÚSICA NUEVA CUANDO ENVEJECEMOS
Es probable que cuando éramos adolescentes, nuestros padres nos dijeran que la música que escuchábamos era “ruidosa”. No les gustaba. Y no entendían cómo podía gustarnos. Con el tiempo, a medida que nos acercamos a los 40 años, comenzamos a pensar que “ya no se hace buena música” y nos apegamos más a los cantantes y canciones conocidos.
Nuestros gustos musicales comienzan a cristalizarse en la adolescencia, cuando tenemos entre 13 o 14 años, según reveló un análisis realizado por The New York Times en base a la música que escuchan los usuarios en Spotify.
  • Fuente: The New York Times
Cuando llegamos a los 20 años nuestros gustos musicales prácticamente se bloquean con bastante firmeza y a los 33 años la mayoría de las personas han dejado de escuchar y buscar música nueva. A partir de esa edad, preferimos revivir la banda sonora de las dos décadas anteriores de nuestra vida. Eso significa que es probable que las canciones más populares de nuestra adolescencia y juventud sigan siendo las preferidas durante el resto de nuestra vida o, al menos, les dediquemos un lugar especial en nuestra memoria musical.
A partir de los 40 años, para nuestro cerebro todo comienza a sonar más o menos igual
Existe una explicación neurocientífica para nuestra reticencia a la música nueva. Un estudio realizado en la Universidad de Manchester reveló que la capacidad del cerebro para distinguir entre ciertos sonidos disminuye a medida que envejecemos.
Estos investigadores reclutaron a dos grupos de personas: uno compuesto por personas mayores de 40 años y otro por personas más jóvenes. Cada grupo debía describir cuán agradable les parecían varios pares de notas tocadas en una escala, mientras se registraban sus respuestas neuronales.
Las personas mayores encontraron que los acordes consonantes (aquellos que tienen tonos que coinciden y resultan más confortables) eran menos agradables y los acordes disonantes (aquellos que suenan más irritantes y desordenados) eran más agradables, en comparación con los jóvenes.
El hecho de que la percepción de la consonancia y la disonancia se reduzca considerablemente significa que tienen un rango medio más restringido de escucha. En resumen, a medida que envejecemos, las canciones nuevas y menos familiares comienzan a sonarnos igual, y por eso somos más reacios a ellas.
Efecto exposición: Dime cuánto has oído una canción y te diré cuánto te gustará
Por supuesto, no podemos culpar únicamente al cerebro de nuestra “aversión” por la música nueva. El efecto de mera exposición es otra razón de peso. Se trata de un fenómeno que explica que, cuanto más nos exponemos a una situación, más familiar nos resulta y más nos gusta.
Cuando estamos en la adolescencia y la juventud, escuchamos mucha música, de manera que algunos cantantes, grupos y canciones pasan a formar parte de la banda sonora de esos años, se vuelven familiares y hasta reconfortantes a fuerza de escucharlos una y otra vez.  
Sin embargo, cuando entramos en los 30 años, las nuevas obligaciones laborales y familiares reducen nuestro tiempo de ocio, de manera que podemos dedicar menos horas a descubrir música nueva y no podemos exponernos tanto a ella como para que llegue a resultarnos tan familiar como las canciones de nuestra adolescencia y juventud. 
Eso puede hacer que, si tenemos que elegir entre escuchar música nueva o los viejos conocidos, apostemos por estos últimos.
Lo que la música nos hace sentir también cuenta
Por último, pero no menos importante, las emociones desempeñan un papel esencial en nuestra reticencia a la música nueva. Un estudio realizado en la Universidad McGill comprobó que nuestras canciones favoritas activan las zonas del placer del cerebro liberando neurotransmisores que nos hacen sentir muy bien, como la dopamina, serotonina y oxitocina. Y cuanto más nos guste la canción, más intenso será ese efecto.
De hecho, se ha apreciado que cuando conocemos una canción, nuestro cerebro se anticipa algunos milisegundos a los puntos álgidos de la melodía, desencadenando ese cóctel de neurotransmisores que nos inunda. Es una especie de “nostalgia neuronal” que nos hace sentir bien, activando recuerdos positivos. Así que, si tenemos poco tiempo para escuchar música, es probable que no lo dudemos: elegiremos aquellas canciones conocidas que generan esa oleada de sensaciones agradables.  
Todo no está perdido
Toda regla tiene su excepción. Si bien es cierto que con el paso del tiempo exploramos menos el panorama musical, eso no significa que estemos condenados a escuchar las mismas canciones del pasado una y otra vez. Si nos exponemos a nueva música, mantendremos nuestro cerebro activo y seremos capaces de discriminar mejor los sonidos. Cuanta más música escuchas, más receptivas serán nuestras neuronas.
Fuentes:
McAndrew, F. T. (2019) Psychology tells us why older people don’t enjoy new music. En: QZ.

02 marzo 2020

IPOS DE ARROGANCIA, SEGÚN LA CIENCIA


psicología/ CURIOSIDADES                                                                               
TIPOS DE ARROGANCIA, SEGÚN LA CIENCIA

A lo largo de la historia, la arrogancia ha asumido muchas formas. La batalla de las Termópilas es uno de los ejemplos más recurrentes ya que el poderoso rey Jerjes I tuvo que pagar el precio por sobrevalorar su fuerza y menospreciar el valor estratégico del coraje y la astucia de los griegos.
El hundimiento del Titanic se ha convertido en otro ejemplo mítico, no solo del fracaso tecnológico sino también de cuán falaz era el espíritu de invulnerabilidad característico de la época, un espíritu que afirmaba que aquel lujoso barco era absolutamente insumergible. La vida les demostró de la peor manera que todos y todo es vulnerable.
Sin embargo, a veces no hay que hurgar tanto en la historia, basta mirar a nuestro alrededor para comprender que la arrogancia sigue existiendo.
¿Qué es la arrogancia?
La arrogancia es una creencia de superioridad acompañada de una autoestima exagerada – a menudo inflada artificialmente – que se manifiesta a través de afirmaciones excesivas y presuntuosas.
La persona arrogante suele actuar como si fuera mejor que los demás y anhela ser admirada y respetada por sus cualidades especiales y/o grandes logros. En el fondo, la arrogancia implica un deseo de dominar a los demás y una confianza excesiva en las habilidades propias, viéndose a sí mismo como digno de tener más éxito que los demás.
Tipos de arrogancia
Psicólogos de la Universidad de Misuri han analizado los estudios realizados hasta el momento sobre la arrogancia y afirman que todos somos arrogantes – en cierta medida – aunque no nos guste reconocerlo. De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Yale descubrió que la actitud arrogante se comienza a gestar muy temprano en la vida.
Estos investigadores confirmaron que los niños de entre 5 y 7 años comienzan a dar muestras de un pensamiento arrogante pues creen saber más de los adultos. Lo habitual es que en algún momento a lo largo del desarrollo esa postura egocéntrica se vaya atenuando, a medida que nos formamos una imagen más objetiva y realista de nosotros mismos y del mundo.
No obstante, en sentido general podríamos hacer referencia a un continuum de arrogancia, representado de la siguiente manera:
Según los psicólogos de la Universidad de Misuri, existen tres tipos de arrogancia:
1.    Arrogancia individual. Se trata de una opinión inflada sobre las habilidades, rasgos o logros propios que no se ajusta a la realidad. Implica magnificar nuestros resultados y exagerar nuestras competencias, lo cual conduce a una imagen distorsionada de nosotros mismos.
2.    Arrogancia comparativa. Es una clasificación inflada de las habilidades, rasgos o logros propios en comparación con los de otras personas. Este tipo de arrogancia no se limita a exagerar la autoimagen, sino que también implica una visión sesgada de los demás.
3.    Arrogancia antagónica. Es el culmine de la arrogancia ya que implica la denigración de los demás basándose en un supuesto de superioridad. La persona arrogante no solo se cree superior, sino que también piensa que los otros son inferiores y actúa como tal, a menudo humillándolos o ignorándolos.
Cuando la arrogancia no se mitiga sino que crece, suele ser un mecanismo compensatorio que esconde una gran inseguridad. También puede actuar como una especie de mecanismo de defensa para proteger una frágil autoestima. En práctica, estas personas temen al rechazo, por lo que asumen una actitud arrogante y prepotente. Rechazan y distancian a los demás para evitar que los otros les rechacen.
En otros casos la arrogancia puede provenir de logros verdaderos. Suele tratarse de personas que han tenido éxito donde otros han fracasado, de manera que comienzan a sobrevalorar sus habilidades y muy pronto empiezan a padecer una especie de complejo de Superman.
Sea cual sea la fuente de la arrogancia, debemos tener en cuenta que una imagen inflada de nosotros mismos, que no se ajusta a la realidad, puede crearnos más problemas de los que soluciona. Un estudio realizado en la Universidad Estatal de Michigan reveló que las personas arrogantes suelen atacar a los demás, son más propensas a responder con ira, son poco amables y difíciles de tratar. Y estas características no les facilitan precisamente la vida.
Fuente:
Cowan, N. et. Al. (2019) Foundations of Arrogance: A Broad Survey and Framework for Research. Review of General Psychology; 108926801987713.