15 mayo 2020

DECLINISMO; SI LE DAS DEMASIADA IMPORTANCIA A TU PASADO, LO CONVIERTES EN TU PRESENTE


psicología /desarrollo personal                                                                                  
DECLINISMO; SI LE DAS DEMASIADA IMPORTANCIA A TU PASADO, LO CONVIERTES EN TU PRESENTE
Mientras más miremos al pasado, más desaprovecharemos el presente. El pasado solo existe en nuestra mente. Nuestra mente, sin embargo, se encarga de reactivarlo constantemente. Volvemos al pasado una y otra vez, hasta el punto de que hay quienes se quedan atrapados en sus recuerdos. No logran seguir adelante porque el pasado les retiene con sus cadenas. Así terminan viviendo en un tiempo perdido, donde solo habita la añoranza y no hay espacio para el cambio.
La trampa del pasado «perfecto»
De todos los recuerdos que puedes evocar, ¿cuántos son positivos y cuántos negativos?
Es bastante probable que tengas muchos más recuerdos positivos que negativos.
A esa conclusión llegaron psicólogos de la Universidad Estatal de Winston-Salem, quienes también comprobaron que nuestros recuerdos son bastante parciales. A lo largo del tiempo nuestras emociones desagradables tienden a desvanecerse o su impacto se mitiga, un fenómeno que se conoce como “minimización”.
La minimización implica atenuar el impacto emocional de las vivencias negativas para permitirnos recuperar cierto nivel de felicidad basal. Por tanto, la mayoría de las personas tenemos una tendencia a amortiguar los eventos negativos que vivimos en el pasado, dejando que prevalezcan las emociones positivas.
No se trata de un “error” retrospectivo de la memoria. En realidad, la minimización forma parte de un mecanismo de afrontamiento saludable que opera en la memoria y nos permite seguir adelante sin tener que cargar un fardo emocional demasiado pesado. De hecho, esos mismos psicólogos apreciaron que las personas que no tienen mecanismos de minimización eficientes son más propensas a sufrir depresión.
El declinismo o retrospección idílica
Volver la vista atrás es una cosa, pero marchar atrás, otra”, escribió el poeta Charles Caleb Colton. La “trampa” que nos tiende nuestra memoria, haciéndonos pensar que todo tiempo pasado fue mejor, nos conduce a desarrollar una imagen edulcorada de lo que fue. Podemos tener la sensación de que todo era perfecto. Entonces miramos al presente y nos desilusionamos mientras el futuro se perfila como desastroso porque nos convencemos de que jamás volveremos a ser tan felices, plenos o dichosos.
El declinismo o retrospección idílica es la creencia de que algo, ya sea un país, una cultura o nuestra vida, está experimentando un decaimiento significativo y posiblemente irreversible. Aunque el declinismo se aprovecha del sesgo positivo de nuestra memoria, va mucho más allá de una simple nostalgia porque implica una valoración negativa del presente y encierra los peores vaticinios para el futuro.
No significa únicamente mirar al pasado con añoranza sino pensar que estábamos bien, ahora estamos mal y en el futuro estaremos aún peor. Es como si el pasado nos pusiera una venda sobre los ojos para evitar estar en el aquí y ahora. Cuando escapamos del presente también dejamos atrás el esfuerzo que conlleva lidiar con la realidad, mientras nos deshacemos de la incertidumbre que suele acarrear el futuro.
Dado que el Declinismo alimenta una imagen negativa del presente y el futuro, nos empuja a vivir en el pasado. Ese pasado se presenta como una roca de seguridad e incluso nos brinda la posibilidad de manipularlo a nuestro antojo para imaginar que éramos mucho más felices, afortunados o dichosos de lo que en realidad fuimos. Como dijera Harold Pinter, “el pasado es lo que recuerdas, lo que imaginas recordar, lo que te convences en recordar o lo que pretendes recordar”.
Pero no nos equivoquemos, es un truco de la mente. Se trata de una estrategia de evitación cuya factura terminaremos pagando. “El problema de mirar demasiado al pasado es que cuando nos volteemos para mirar al futuro, este se habrá esfumado”, como apuntó sabiamente Michael Cibenko.
¿Cómo usar bien el pasado?
El pasado puede ser fuente de sabiduría. Reservorio de felicidad. Y refugio en los momentos difíciles. Podemos volver a él cuando queramos, siempre que nos aseguremos de no quedarnos enganchados a un tiempo inexistente. No podemos evadir ni olvidar nuestro pasado, pero tampoco es inteligente quedarnos atrapados en la añoranza de un tiempo ilusorio.
El pasado es nuestra memoria, debemos usarlo como hilo conductor de nuestra historia biográfica, no como un sitio donde acampar. Si últimamente nos encontramos reviviendo demasiado el pasado, es probable que esa añoranza nos esté indicando que tenemos un problema en el presente del que queremos escapar. Por tanto, el declinismo siempre es una señal de alarma que no debemos desoír.
En su lugar, necesitamos aprender a dejar ir. Abrirnos a la incertidumbre. Con la confianza en que estos días difíciles también pasarán y se convertirán en recuerdos. Porque como dijera Daphne Rose Kingma: “retener es creer que solo existe el pasado, dejar ir es saber que hay un futuro”. Debemos asegurarnos de dar a cada día el lugar, la atención y el tiempo que merece en nuestra vida.

14 mayo 2020

MADUREZ PSICOLÓGICA: EL ARTE DE VIVIR EN PAZ CON LO QUE NO PODEMOS CAMBIAR


psicología desarrollo personal 
MADUREZ PSICOLÓGICA: EL ARTE DE VIVIR EN PAZ CON LO QUE NO PODEMOS CAMBIAR

La madurez psicológica se puede definir de muchas formas, pero el escritor escocés M. J. Croan resumió a la perfección este concepto: “La madurez es cuando tu mundo se abre y te das cuenta de que no eres el centro de él”. 
Madurar significa salir de nuestra visión egocéntrica para comprender que existe un mundo más amplio y complejo, un mundo que a menudo nos pondrá a prueba y que no siempre satisfará nuestras expectativas, ilusiones y necesidades. Y sin embargo, cuando maduramos somos capaces de vivir en paz en ese mundo, aceptando todo aquello que no nos gusta pero que no podemos cambiar. 
Negar la realidad: Un mecanismo de afrontamiento inmaduro e inadaptativo 
La negación es un mecanismo de afrontamiento que implica negar fervientemente la realidad, a pesar de los hechos. Generalmente este mecanismo se pone en marcha por dos motivos: 1. Porque nos aferramos a unas ideas rígidas que no queremos cambiar o, 2. Porque no contamos con los mecanismos psicológicos necesarios para afrontar la situación. 
En ambos casos, negar la realidad nos permite reducir la ansiedad ante una situación que nuestro cerebro emocional ya ha catalogado como particularmente inquietante o incluso amenazante. El problema es que la realidad siempre gana. 
Si un acosador nos aborda en medio de la calle, no cerramos los ojos repitiéndonos mentalmente: “¡Esto no está ocurriendo!”. Comprendemos que estamos en peligro y escapamos o pedimos ayuda. Sin embargo, no reaccionamos de la misma manera con el resto de las situaciones de nuestra vida. Cuando algo no nos gusta, nos decepciona o entristece, ponemos en marcha el mecanismo de negación. 

Negar vehementemente los hechos no hará que cambien. Al contrario, nos conducirá a tomar decisiones poco adaptativas que pueden terminar causándonos más daño. La persona madura, al contrario, acepta la realidad, no con resignación sino con inteligencia. De hecho, el psiquiatra alemán Fritz Kunkel dijo que “ser maduro significa encarar, no evadir, cada nueva crisis que viene”. 
El arte de encontrar el equilibrio en la adversidad 
“Érase una vez un hombre a quien le alteraba tanto ver su propia sombra y le disgustaban tanto sus propias pisadas que decidió librarse de ellas.

“Se le ocurrió un método: huir. Así que se levantó y echó a correr, pero cada vez que ponía un pie en el suelo había otra pisada, mientras que su sombra le alcanzaba sin la menor dificultad.

“Atribuyó el fracaso al hecho de no correr suficientemente deprisa. Corrió más y más rápido, sin parar, hasta caer muerto. 

“No comprendió que le habría bastado con ponerse en un lugar sombreado para que su sombra se desvaneciera y que, si se sentaba y se quedaba inmóvil, no habría más pisadas”. 

Esta parábola de Zhuangzi nos recuerda una frase de Ralph Waldo Emerson: “La madurez es la edad en que uno ya no se deja engañar por sí mismo”. El escritor se refería a ese momento en el cual somos plenamente conscientes de los mecanismos psicológicos que ponemos en marcha para lidiar con la realidad y proteger nuestro “yo”, a ese momento en el que nos percatamos que la realidad puede ser difícil pero que nuestra actitud y perspectiva son dos variables esenciales en esa ecuación. 

Por eso, la madurez psicológica pasa inevitablemente por el autoconocimiento, implica conocer las zancadillas mentales que nos ponemos para no avanzar, los mecanismos que usamos para evadirnos de la realidad y las creencias erróneas que nos mantienen atados. 

Ese conocimiento es básico para lidiar con los problemas y obstáculos que nos pone la vida. Por desgracia, hay personas que, como el hombre de la historia, nunca llegan a alcanzar ese nivel de autoconocimiento y terminan creando más confusión y problemas, alimentando la infelicidad y el caos interior. 

Alcanzar la madurez psicológica no implica aceptar pasivamente la realidad asumiendo una postura resignada sino ser capaces de mirar con otros ojos lo que sucede, aprovechando ese golpe para consolidar nuestra resiliencia, conocernos mejor e incluso crecer. 

William Arthur Ward dijo: “Cometer errores es humano y tropezar es común; la verdadera madurez es ser capaz de reírse de sí mismo”. Ser capaz de reírnos de nuestros antiguos temores porque ahora nos parecen grotescos, de nuestras preocupaciones magnificadas y de esos obstáculos “insalvables” que en realidad no eran, es una enorme muestra de crecimiento. Reirnos de nuestras viejas actitudes y creencias no solo significa que forman parte del pasado, sino que han dejado de tener cualquier influjo emocional sobre nosotros. 

La verdadera madurez psicológica llega cuando practicamos la aceptación radical, cuando miramos a los ojos la realidad y, en vez de venirnos abajo, nos preguntamos: “¿Cuál es el próximo paso?”. Eso significa que, aunque la realidad puede ser dolorosa, no nos quedamos atrapados en el papel de víctimas sufriendo inútilmente, sino que protegemos nuestro equilibrio emocional adoptando una actitud proactiva.

04 mayo 2020

de la autoexigencia a la ansiedad


Psicología
de la autoexigencia a la ansiedad

LA PELIGROSA AUTOEXIGENCIA


Desde pequeños nos inculcan la idea de que debemos ir superándonos día a día en todos los ámbitos: laboral, personal, familiar, etc. Esta forma de vida demanda mucho de nosotros y requiere que empleemos un alto grado de energía.  El hecho de ejercer un control sobre nuestra vida será saludable siempre y cuando no traspase unos límites a partir de los cuales, en realidad, perdemos el control y el rumbo, porque se podrá desencadenar un trastorno emocional que interferirá en nuestra vida cotidiana.

La autoexigencia es un proceso que se va desarrollando a lo largo de la vida y del que frecuentemente la persona no es consciente. Puesto que se exige a sí mismo, el individuo se siente con el derecho de exigir al mismo nivel a los demás, pudiendo ejercer un autoritarismo y un despotismo con las personas que se encuentran en su entorno.
Es frustrante pensar que no se está a la altura necesaria pero más frustrante es que nos hagan ver de manera explícita que no estamos al nivel y que siempre podríamos haberlo hecho mejor.  No es más que una medición subjetiva ya que el nivel de realización adecuada de una tarea se mide en una escala cuyos grados varían de una persona a otra.
Si eres una de esas personas que no puede decir no a nada, posiblemente te estás exigiendo más de la cuenta.
Empieza por tomar conciencia plena de tu situación. Esto te ayudará a tomar las riendas de ese comportamiento desadaptativo y exagerado.
Como punto de partida, es fundamental que trabajes la aceptación.  Desde aceptarte a ti mismo hasta aceptar a las personas que forman tu familia y tus amistades. Todos tenemos virtudes y también defectos que deben ser aceptados aunque, estos últimos,  son modificables siempre que la persona quiera hacer un pequeño esfuerzo. Una vez alcanzado el punto de aceptación todo se facilita bastante. Adopta una actitud de cuidado hacia tu familia y amigos que son los que más han estado sufriendo por tu auto exigencia.
Poco a poco irá desapareciendo el concepto de perfección como prioridad vital. Darse cuenta de que hay una escala de grises entre el blanco y el negro y asumir que existe un margen de actuación, nos descargará de esa tensión psicológica. Cuando cometas errores, no te culpes, simplemente aprende de ellos.
Descarga tu agenda de obligaciones y hazle hueco el tiempo libre al ocio y al disfrute de cualquier actividad que te resulte placentera.
Una autoexigencia mantenida en el tiempo desencadenará sin duda episodios de estrés agudo que repercutirá negativamente en la calidad de vida de la persona que lo sufre. La vida es demasiado bella para que le pongamos obstáculos, ¿no te parece?
De modo que exígete lo suficiente para ir consiguiendo tus objetivos, incluso un poco más siempre que no te suponga un sobreesfuerzo, valora tus logros y los de los demás, celébralos, y dedica tiempo a cuidar tu exterior y tu interior buscando la paz que irá guiándote por el camino que has de recorrer.

03 mayo 2020

APRENDIENDE A AFRONTAR LOS MOMENTOS

/PSICOLOGÍAANSIEDAD
APRENDIENDE A AFRONTAR LOS MOMENTOS
La vida está llena de buenos momentos, pero inevitablemente también están los malos De esta forma vivimos el devenir de la vida Debemos de asumir como parte del ciclo de la vida las circunstancias difíciles, una vez asumido esto podemos empezar a pensar en cómo afrontarlos, pero el comprender esto nos pone en una actitud de salida ya muy diferente.

En todo caso tenemos que aprender a diferenciar entre los momentos de dificultad que llegan sin nuestra intervención, como por ejemplo una grave enfermedad o los momentos de dificultad que llegan como consecuencia de nuestras propias decisiones.
El problema en la mayoría de los seres humanos es que la negatividad tanto de los pensamientos como de los sentimientos es la respuesta que normalmente damos ante estas circunstancias y es precisamente la peor de las respuestas posibles para saber afrontarlas.
Al final acabamos siendo un obstáculo y un problema más en vez de ser personas capaces de ir resolviendo con tranquilidad cada uno de los problemas que se nos van apareciendo.
Tengamos en cuenta que ante los eventos que no podemos cambiar y que son de carácter desagradable lo único que podemos cambiar es la forma en la que reaccionamos y esto nos convertirá en personas felices o infelices, en personas ejemplares o detestables, en personas que dejarán un legado positivo o que no dejarán huella en su sociedad.
Lo importante es darnos cuenta que estamos continuamente reaccionando de forma automática como si fuéramos robots. Tenemos que aprender a tener un mínimo control sobre nosotros mismos a nivel emocional y mental para aprender a abordar todo lo que nos venga y así conseguir el objetivo de ser personas felices. La felicidad no está en estar rodeado de circunstancias agradables sino en saber reaccionar correctamente, positivamente a todo lo que se nos vaya presentando.
Te voy a dar algunas claves para que las vallas practicando cada vez que estés ante estas situaciones que se nos escapan de las manos.

Aprende a respirar pausadamente ya que este tipo de respiración está demostrado que nos calma, nos serena y nos pone en un estado adecuado para poder afrontar situaciones de estrés y ansiedad.
Observa bien cómo te sientes en esos momentos ya que un primer paso muy importante es llegar a entender nuestros procesos psicológicos y emocionales completamente negativos y entender que en ese estado es imposible tomar decisiones correctas, es más, ni siquiera se pueden tomar decisiones.
No busques culpables, eso es solo una forma de expresar nuestra frustración hacia otros. Lo mejor es buscar nuestra responsabilidad exclusivamente y sin llegar a los sentimientos de culpabilidad en el caso de tener responsabilidades
Piensa objetivamente que es lo que realmente puedes llegar a controlar y del evento que te está estresando y ocúpate de ello. Deja de preocuparte de lo que no puedes controlar y acéptalo.
Céntrate en las soluciones y busca que es lo más importante que puedes realizar a partir de este momento y ponte manos a la obra.
Aprender a ver que todo es pasajero y que igual que aquello que te preocupaba tanto hace años ahora no tiene ninguna importancia, lo mismo va a pasar ahora.
forma vivimos el devenir de la vida

02 mayo 2020


psicología /desarrollo personal                                                                                  
SEGÚN CARL GUSTAV JUNG
EL PODER DE NUESTRO “LADO OSCURO” PARA SUPERAR LA ADVERSIDAD,

Encuentro epidemias, catástrofes naturales, barcos hundidos, ciudades destruidas, terribles animales salvajes, hambruna, falta de amor en los hombres y miedo, montañas enteras de miedo”, escribió Jung en su “Libro Rojo”.
No era para menos. El psicoanalista estaba pasando por un periodo particularmente turbulento de su vida. Las noticias de la inminencia de la Primera Guerra Mundial lo conmocionaron profundamente. De hecho, llegaron en un momento particularmente difícil de su vida, justo cuando Jung había roto su relación con Freud, que no solo fue su mentor sino también un gran amigo.
Aquella fue, por ende, una etapa de profunda desorientación y seguridad interior para Jung. A eso se le sumó su trabajo en uno de los campamentos suizos donde se acogía a soldados enfermos y heridos en la guerra. En esos campos Jung vivió de cerca la mal llamada “gripe española” que se cernió sobre Europa.
Aquella época oscura y tumultuosa tendría un impacto profundo en su vida. Jung, pero no dejó que cayera en saco roto. La aprovechó para realizar un profundo trabajo de introspección del que salió fortalecido y con la firme convicción de que podemos superar la adversidad a través de la individuación.
Pensaba que para sanar nuestros traumas debemos concienciar nuestras sombras y miedos, de manera que alcancemos un “yo” más integrado y fuerte. “Cuando los conflictos más intensos se superan, dejan una sensación de seguridad y tranquilidad que no se perturba fácilmente”, según Jung. Ese es el premio.
Las sombras que afloran en la adversidad
Cuando la adversidad toca a nuestra puerta suele poner del revés nuestro mundo. Su cuota de imprevisibilidad nos golpea aún más, haciendo que nuestro equilibrio mental se tambalee. En un abrir y cerrar de ojos podemos quedarnos sin asideros. La adversidad puede arrebatarnos los puntos cardinales que hasta ese momento no solo daban un sentido a nuestra vida, sino que también nos indicaban, grosso modo, cómo debíamos comportarnos.
En esas circunstancias todo se nos hace muy cuesta arriba. Y en ese estado que fluctúa entre el desconcierto por lo ocurrido y la ansiedad porque todo pase, podemos tomar decisiones de las que después nos arrepintamos. Mostrar actitudes o comportamientos de los que más tarde no nos sintamos particularmente orgullosos. Venirnos abajo y tocar fondo emocionalmente. Descubrir debilidades y miedos que no conocíamos. Ver sombras que hubiésemos preferido que se mantuvieran en la oscuridad.
De hecho, muchas veces lo que nos impide superar por completo la adversidad no es el hecho traumático en sí, sino lo que ha hecho aflorar de nosotros, esa parte que se llena de arrepentimientos, culpas y recriminaciones. La parte que se pregunta qué hubiera pasado si hubiésemos tomado otra decisión. Si hubiéramos actuado de otra manera. Si nos hubiéramos anticipado…
Aceptar y reconocer la oscuridad que habita en cada uno
Jung creía que tenemos una tendencia a ocultar los rasgos que no nos gustan o que no son socialmente aceptables. Como resultado, nos fragmentamos y desarrollamos una psique dislocada que se convierte en terreno fértil en el que crecen problemas como la ansiedad, la depresión y/o el trastorno de estrés postraumático.
Negar nuestras sombras no solo nos impide reconocer y aceptar nuestra totalidad, sino que también se convierte en una trampa recurrente. Jung pensaba que “aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de sus vidas, fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido. Lo que niegas te somete. Lo que aceptas te transforma”.
En otras palabras, tropezamos tantas veces con la misma piedra porque nuestros comportamientos y decisiones nos llevan siempre hasta ella. No podemos esperar resultados diferentes si siempre hacemos lo mismo, parafraseando a Einstein. Por tanto, hasta que no cambiemos nos quedaremos atascados en el bucle que ha generado la adversidad.
Pero “no podemos cambiar nada, a menos que lo aceptemos […] Es mucho mejor tomar las cosas como vienen, con paciencia y ecuanimidad”, como advirtiera Jung. Cerrar los ojos ante la realidad, pretendiendo que no está sucediendo, es una estrategia desadaptativa, tan desadaptativa como negar la parte de nosotros que no nos agrada.
Por eso, la aceptación radical de la realidad y de esa parte más oscura de cada uno es una condición esencial para seguir avanzando, pasar página o cerrar capítulos de nuestra vida. No se trata de una aceptación pasiva, una rendición incondicional o un resignarse sino más bien de un tomar nota para reestructurar nuestro mundo.
La clave para aceptar nuestras sombras y una realidad con la que no nos sentimos cómodos consiste en deshacerse de los juicios de valor, en dejar de pensar que la oscuridad es negativa o mala.
Jung propone una perspectiva diferente. Afirma que “uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad […] Incluso una vida feliz no es factible sin una medida de oscuridad, y la palabra felicidad perdería su sentido si no estuviera balanceada con la tristeza”.
De hecho, creía que las sombras tienen un poder enorme que podemos utilizar para crecer como personas, siempre que seamos capaces de integrarlas en nuestro «yo». Aceptar la sombra nos permite convertirnos en personas más equilibradas y conscientes de sí mismas, de manera que estaremos mucho mejor preparados para afrontar la adversidad.
Para ello, necesitamos comprender que la adversidad no se convierte automáticamente en una epifanía, tan solo nos brinda la oportunidad de crecer a través del sufrimiento. Si queremos. Las situaciones difíciles nos permiten poner a prueba nuestras fuerzas, expandir nuestros límites y, por supuesto, descubrir facetas personales desconocidas o poco exploradas.
Pero “todo cambio debe empezar en el propio individuo. Nadie puede darse el lujo de mirar a su alrededor y esperar a que otros hagan por nosotros aquello que es responsabilidad nuestra”, escribió Jung. Por tanto, tenemos dos opciones: nos convertirnos en víctimas de las circunstancias o vamos más allá de la adversidad para desarrollar un nuevo nivel de autoconocimiento.

LA FUERZA INTERIOR QUE TE PERMITIRÁ SUPERAR CUALQUIER SITUACIÓN, POR DURA QUE SEA


* PSICOLOGÍA/ DESARROLLO PERSONAL 
LA FUERZA INTERIOR QUE TE PERMITIRÁ SUPERAR CUALQUIER SITUACIÓN, POR DURA QUE SEA
E n los campos de concentración, las pequeñas cosas se convertían en grandes cosas. Y también en señales premonitorias. “Cuando veíamos a un camarada fumar sus propios cigarrillos en vez de cambiarlos por alimentos, ya sabíamos que había renunciado a confiar en su fuerza para seguir adelante y que, una vez perdida la voluntad de vivir, rara vez se recobraba”, contó el psiquiatra Viktor Frankl sobre su estancia en los campos de concentración nazis de Auschwitz y Dachau.
Frankl se dio cuenta de que en los campos de concentración no siempre sobrevivían los más jóvenes y fuertes. Muchas personas que aparentemente no tenían ninguna probabilidad de sobrevivir, superaron aquel horror. ¿La clave? Una vida interior rica apuntalada por un sentido, una meta futura, algo por lo cual luchar y a lo cual aferrarse.
No busques fuera, mira dentro
Nuestra sociedad – al menos la sociedad que fuimos hasta hace poco – vivía completamente volcada hacia afuera. Nos animaba a buscar las satisfacciones de nuestra insatisfacción interior en las cosas. Nos animaba a mantenernos continuamente ocupados. Haciendo siempre más. Comprando siempre más. En un estado de narcotización continua que enajenaba el pensamiento y nos alejaba cada vez más de nosotros mismos.
De repente todo eso se ha detenido y muchos se han quedado sin asideros, experimentando un auténtico síndrome de abstinencia. Abstinencia de ese flujo constante de estímulos exteriores con el que se adormecía la conciencia.
Sin embargo, para afrontar las situaciones límite necesitamos desarrollar una vida interior más rica. Mirar dentro. Ser consciente de uno mismo. Dejar de volcarse hacia afuera en busca de fuerzas y encontrar esa fuerza en nuestro interior. Se trata de asumir el reto. El tiempo que nos tocó vivir. Las condiciones particulares de cada uno.
Esa intensificación de la vida interior” nos permite “refugiarnos contra el vacío, la desolación y la pobreza espiritual de la existencia” cuando las cosas se tuercen, aseguraba Frankl.
Alimentar esa vida interior no implica cerrar los ojos ante la realidad, sino encontrar cobijo y consuelo yendo más allá de lo que podemos ver y tocar. “Las personas con una vida intelectual rica sufrieron muchísimo, pero el daño causado a su ser íntimo fue menor porque eran capaces de aislarse del terrible entorno retrotrayéndose a una vida de riqueza interior y libertad espiritual”, explicó el psiquiatra.
Busca tu sentido
Cuando debemos enfrentarnos a desafíos extremos, muchas veces la fuerza mental apuntala la fuerza física. La capacidad para seguir adelante pase lo que pase, surge de que tengamos un motivo para luchar. Y de que seamos capaces de aferrarnos a este con uñas y dientes. Como diría Nietzsche: “quién tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo”.
El sentido de la vida, ese motivo para luchar, es único e inalienable. Es la única posesión que nos queda cuando nos reducimos a la existencia desnuda, cuando tocamos fondo emocionalmente. Es eso a lo que nos aferramos y lo que da sentido a nuestra vida, más allá de la vida misma. Es lo que nos anima a decirle «sí a la vida», a pesar de todo.
Ese motivo no se suele encontrar al azar. Frankl estaba convencido de que necesitamos una “voluntad de sentido”, que implica ser capaces de discernir lo esencial de lo superfluo, clarificar nuestros valores y plantearnos una meta futura, sin la cual es fácil dejarnos vencer por las circunstancias.
Ante una situación excepcional, podemos “convertir la vida en un triunfo interno o bien ignorar el desafío y limitarnos a vegetar”, con la secreta esperanza de que todo sea una pesadilla y que mañana, cuando abramos los ojos, todo vuelva a ser como antes.
Pero cuando atravesamos situaciones excepcionales – aquellas que ponen del revés nuestro mundo psicológico – nada volverá a ser como antes. Quien haya encontrado su fuerza, podrá llevarla consigo para afrontar los nuevos retos que vendrán. Esta vez con más serenidad y confianza.
Fuente:Frankl, V. (2015) El hombre en busca de sentido. Barcelona: Editorial Herder.

01 mayo 2020

OPTIMISMO TÓXICO: EL EXCESO DE POSITIVIDAD PUEDE SER PERJUDICIAL


psicología /desarrollo personal                                                                                  
OPTIMISMO TÓXICO: EL EXCESO DE POSITIVIDAD PUEDE SER PERJUDICIAL
En los últimos años se ha puesto de moda un optimismo ingenuo que muy poco tiene que ver con la Psicología Positiva. De hecho, el optimismo a ultranza puede ser extremadamente dañino, e incluso tóxico. No es lo mismo tener esperanza que desarrollar un optimismo excesivo que le da la espalda a la realidad.
Tanto la esperanza como el optimismo se centran en un futuro positivo. Sin embargo, mientras que la esperanza implica tener fe en que vamos a obtener resultados positivos, el optimismo tóxico implica contar con ellos, darlos por hecho. Este tipo de optimismo se desarrolla cuando dejamos que nuestras emociones manipulen las estadísticas, hasta el punto de que nuestro deseo porque algo ocurra sobrepasa con creces las probabilidades reales de que suceda. 
El optimismo desmesurado, un mal que se contagia rápidamente
Podemos pensar que el optimismo tóxico es un mal raro, pero en realidad no es así. De hecho, es la causa por la que muchos emprendedores fracasan. Estas personas tienen una idea de negocio y su excitación es tan grande que piensan que se trata de una idea brillante que tiene todas las cartas ganadoras para triunfar. Guiados por ese exceso de optimismo, no crean un plan de emergencia, sino que invierten todo lo que tienen en esa idea. Ante las adversidades, contratiempos y problemas, que tarde o temprano siempre surgen, no tienen un plan que les cubra las espaldas, por lo que pueden terminar perdiéndolo todo.
En realidad, el problema no era que la idea no fuera brillante, quizá lo era. El verdadero problema fue su exceso de optimismo, que les llevó a asumir demasiados riesgos y les impidió realizar un plan objetivo de desarrollo que tuviera en cuenta los problemas que podían presentarse en la realidad.
Obviamente, el exceso de optimismo no solo es tóxico para los negocios sino también para nuestra vida personal y profesional. Comprometerse demasiado pronto en una relación de pareja con una persona que apenas conocemos también puede pasarnos una enorme factura emocional, por ejemplo.
En este sentido, resulta particularmente reveladora la paradoja de Stockdale. James Stockdale fue el prisionero estadounidense de mayor rango en la guerra de Vietnam. Lo retuvieron durante 8 años y lo torturaron repetidamente. Sin embargo, sobrevivió.
Mientras estuvo en cautiverio, Stockdale se dio cuenta de que los prisioneros que menos probabilidades tenían de sobrevivir eran precisamente los que tenían un exceso de optimismo. Estos prisioneros no se paraban de repetir que para Navidades todos estarían en casa. Sin embargo, cuando pasaban unas y otras Navidades y seguían allí, terminaban deprimidos y se rendían.
Al contrario, los prisioneros que mantenían la esperanza pero que, a la vez, eran más realistas y no intentaban evadirse de su situación, sino que aceptaban los horrores que estaban viviendo con entereza, fueron los que sobrevivieron.
El problema es que el optimismo ingenuo daba lugar a una montaña rusa emocional marcada por la esperanza y la desilusión que, al final, terminaba agotando a la persona, tanto desde el punto de vista físico como psicológico.
5 consecuencias terribles del optimismo tóxico para nuestra vida
El optimismo nos permite mantener la esperanza y luchar por lo que queremos, pero el exceso de optimismo nos puede convertir en personas negligentes y miserables.
1.      Te mientes a ti mismo. Mantener un optimismo desmesurado, sin tener en cuenta la realidad, equivale a mentirse a sí mismos, aunque lo peor de todo es que no somos plenamente conscientes de que nos estamos autoengañando.
2.      Desarrollas una atención selectiva. Ser excesivamente optimista nos llevará a centrarnos exclusivamente en las cosas que queremos ver. Ese optimismo desmesurado hará que interpretemos incluso las señales de alarma como confirmaciones de que todo va bien, llevándonos a ignorar los pequeños problemas, que probablemente seguirán creciendo hasta convertirse en obstáculos insuperables.
3.      Das pasos en la dirección equivocada. El optimismo excesivo impide realizar una valoración objetiva de[DTS1]  la realidad, como resultado, no somos capaces de adaptar nuestro guión a lo que ocurre y terminaremos dando pasos en la dirección errónea, en pos de una meta inalcanzable.
4.      No tienes un plan B. En la vida, sobre todo cuando emprendemos proyectos importantes, es fundamental mantenerse atentos a los cambios de dirección para corregir el rumbo y, si es necesario, aplicar el plan B. El optimismo tóxico nos impide siquiera valorar esa posibilidad, es como apostar todo a una única mano, sin ser conscientes de que existen probabilidades de perder.
5.                 Desarrollas expectativas irreales. Organizamos gran parte de nuestra vida en base a lo que esperamos conseguir, lo cual significa que alimentar expectativas irreales hará que vivamos en el mundo de nuestra mente, alejándonos cada vez más de la realidad. En práctica, sería como pensar siempre: «¿para que necesito el paraguas si no va a llover?»
¿Cómo protegerse del optimismo tóxico sin caer en el pesimismo?
Cuando pensamos en el optimismo lo relacionamos con la metáfora del vaso. Ser optimistas es pensar que el vaso está medio lleno, ser pesimistas es pensar que está medio vacío. Obviamente, nadie cuestiona la existencia del vaso, el énfasis siempre se pone en la perspectiva y la interpretación del nivel del agua.
También es curioso que en la cultura occidental tenemos la tendencia a pensar que las cosas buenas, mientras más, mejor. Sin embargo, lo cierto es que el exceso de alegría puede degenerar en moria y el autocontrol emocional puede convertirse en embotamiento afectivo. Los extremos, incluso los que catalogamos como «positivos», pueden convertirse en un arma de doble filo.
En el taoísmo, dado que los eventos no se catalogan como buenos o malos, se promueve un equilibrio entre los extremos. En esta filosofía se piensa que cualquier extremo, sea negativo o positivo, no brinda la felicidad y, a la larga, resulta dañino. 
1.      Comprender qué es realmente el optimismo. Algunas personas asumen el optimismo como una negación. De hecho, incluso muchos gurús del Desarrollo Personal lo venden como tal. El mantra es: “¿Te ha ido mal? No importa, pon mente positiva”. En realidad, si nos ha ido mal, debemos buscar las causas y aprender de los errores para no volver a cometerlos. El optimismo beneficioso es aquel que nos permite seguir adelante, a pesar de las cosas negativas, pero siendo conscientes de ellas. 
2.      Abrazar el optimismo proactivo. Ser optimistas es positivo, decenas de investigaciones han demostrado sus beneficios para nuestra salud mental y física. Sin embargo, sentarse a desear algo no hará que ocurra. Por eso, es importante que el optimismo se acompañe con un plan de acción. Si deseamos algo, no debemos quedarnos de brazos cruzados, debemos trazar un plan realista para lograrlo. Solo así el optimismo dará sus frutos, caso contrario conducirá a la frustración.
3.      Bebe una dosis de negativismo estratégico. Alguien dijo: “planea lo mejor y prepárate para lo peor”. No es adoptar una actitud pesimista sino adelantarse a los posibles problemas y buscar soluciones, de manera que no tengamos que renunciar a nuestros sueños. El negativismo estratégico consiste en prever los problemas y contratiempos, para que estos no se conviertan en obstáculos insuperables.