17 enero 2020

LA IGNORANCIA: NO NACEMOS SIENDO IGNORANTES, APRENDEMOS A SER IGNORANTES


psicología desarrollo personal                                                                               
LA IGNORANCIA: NO NACEMOS SIENDO IGNORANTES, APRENDEMOS A SER IGNORANTES
Siempre hemos pensado que ignorar es un verbo pasivo. La ignorancia es la falta de conocimientos, un estado de desinformación o una carencia de comprensión. Por tanto, calificamos a una persona como “ignorante” cuando desconoce o no comprende algo. 
Ese carácter pasivo implica que, de cierta forma, esa persona no es responsable de su ignorancia, simplemente arrastra consigo esa “carencia”. Es curioso, sin embargo, que no apliquemos el calificativo de ignorante a los niños, a pesar de que estos no suelen dominar los mismos conocimientos de los adultos. 
Eso significa que la ignorancia parte de un presupuesto: algo que deberíamos conocer, pero no sabemos, un camino que debíamos haber recorrido, pero no lo hicimos. Entonces la ignorancia abandona su significado pasivo para tener una acepción activa que implica no reconocer algo o actuar como si no se supiera. Caemos en lo que se conoce como “ignorancia motivada”. 
¿Qué es la ignorancia motivada? 
La ignorancia motivada es cuando elegimos, de manera más o menos consciente, no saber más, no profundizar, no comprender. Esa ignorancia es terriblemente peligrosa porque suele conducir a posturas extremas y cercena nuestra capacidad para seguir creciendo y madurando. Cuando decidimos ser ignorantes, alguien más decidirá en nuestro lugar. Nos convertimos en personas manipulables. 
Ya lo había dicho Goethe: “nada hay más terrible que una ignorancia activa”. El filósofo Karl Popper pensaba lo mismo: “La verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimiento, sino la negativa a adquirirlo”. 
Esa ignorancia motivada puede darse en todos los ámbitos de nuestra vida. Algunas personas comienzan a sentirse mal, pero en vez de ir al médico para recibir un diagnóstico, prefieren refugiarse en la ignorancia suponiendo que todo está bien. Otras personas sospechan que su pareja le es infiel pero, en lugar de despejar las dudas, eligen permanecer en la ignorancia. Lo mismo ocurre a nivel político o social: cuando ya tenemos una idea formada, elegimos no escuchar o dar valor a los argumentos contrarios. 
¿Por qué elegimos la ignorancia motivada? 
Un experimento realizado en la Universidad de Winnipeg y la Universidad de Illinois demostró cuan fuerte e irracional puede ser nuestra tendencia a la ignorancia motivada. Estos psicólogos reclutaron a 200 personas y les dieron dos opciones: leer y responder preguntas sobre una opinión (matrimonio gay) con la que estaban de acuerdo, o leer un punto de vista opuesto. 
Quienes decidieran leer la opinión con la que estaban de acuerdo ganarían 7 dólares; pero si elegían la opinión contraria ganarían 10 dólares. Asombrosamente, el 63% de las personas prefirió leer la opinión con la que estaban de acuerdo rechazando la posibilidad de ganar más dinero. 
En ese caso, elegimos ser ignorantes para evitar la disonancia cognitiva. Hemos desarrollado una concepción del mundo haciendo malabares con nuestras ideas y creencias, y tememos que las opiniones contrarias puedan desestabilizar ese castillo de naipes. Por eso preferimos ignorar todo lo que no se corresponde con nuestra visión. Y eso significa que, en el fondo, la ignorancia motivada es una expresión del miedo. 
¿Cómo nos inculcan ese miedo? 
El miedo a nuestra ignorancia es una sensación que nos han inculcado sistemáticamente durante el periodo escolástico. Se trata de la sensación de que no sabemos algo que muchos conocen, por lo que es mejor callar y conformarse”, apuntó el filólogo Igor Sibaldi. 
En la escuela, la ignorancia se va revistiendo de un halo negativo. Se comienza a señalar con el dedo al ignorante. Y eso genera una paradoja porque para superar la ignorancia primero debemos reconocerla, pero no podemos reconocerla por miedo a que nos tachen de ignorantes. El escritor Baltasar Gracián decía que “el primer paso de la ignorancia es presumir de saber”. 
Deshacerse de la ignorancia en realidad no es difícil, basta informarse, “pero ese comportamiento es imposible para la gran mayoría de las personas porque el hábito de sentirse ignorantes se ha convertido en algo más fuerte que su deseo de aprender”, según Sibaldi. 
La ignorancia se convierte en una zona de confort en la que nos sentimos demasiado a gusto como para salir. O quizá ni siquiera nos sintamos tan cómodos, pero el miedo a lo que hay fuera, a todo lo que desafía nuestras creencias, es tan fuerte que nos mantiene paralizados en esa zona de confort. Así elegimos la ignorancia. 
Elige saber 
El ignorante no es el que no conoce sino el que no quiere conocer. Por tanto, el primer paso para desahuciar la ignorancia es desarrollar una mentalidad de crecimiento, una mentalidad abierta que nos permita explorar el mayor número de posibilidades. 
No podemos deshacernos de la noche a la mañana de nuestros estereotipos y creencias, pero podemos ponerlas en duda y buscar más allá de lo que siempre hemos dado por sentado. Debería darnos más miedo morir cada día en una zona de confort que se estrechará cada vez más que salir a descubrir el mundo, por muy diferente o incierto que sea. 

15 enero 2020

FILOSOFÍA APRENDIENDO A AFRONTAR LOS MOMENTOS


FILOSOFÍA
APRENDIENDO A AFRONTAR LOS MOMENTOS
La vida está llena de buenos momentos, pero inevitablemente también están los malos De esta forma vivimos el devenir de la vida Debemos de asumir como parte del ciclo de la vida las circunstancias difíciles, una vez asumido esto podemos empezar a pensar en cómo afrontarlos, pero el comprender esto nos pone en una actitud de salida ya muy diferente.

En todo caso tenemos que aprender a diferenciar entre los momentos de dificultad que llegan sin nuestra intervención, como por ejemplo una grave enfermedad o los momentos de dificultad que llegan como consecuencia de nuestras propias decisiones.
El problema en la mayoría de los seres humanos es que la negatividad tanto de los pensamientos como de los sentimientos es la respuesta que normalmente damos ante estas circunstancias y es precisamente la peor de las respuestas posibles para saber afrontarlas.
Al final acabamos siendo un obstáculo y un problema más en vez de ser personas capaces de ir resolviendo con tranquilidad cada uno de los problemas que se nos van apareciendo.
Tengamos en cuenta que ante los eventos que no podemos cambiar y que son de carácter desagradable lo único que podemos cambiar es la forma en la que reaccionamos y esto nos convertirá en personas felices o infelices, en personas ejemplares o detestables, en personas que dejarán un legado positivo o que no dejarán huella en su sociedad.
Lo importante es darnos cuenta que estamos continuamente reaccionando de forma automática como si fuéramos robots. Tenemos que aprender a tener un mínimo control sobre nosotros mismos a nivel emocional y mental para aprender a abordar todo lo que nos venga y así conseguir el objetivo de ser personas felices. La felicidad no está en estar rodeado de circunstancias agradables sino en saber reaccionar correctamente, positivamente a todo lo que se nos vaya presentando.
Te voy a dar algunas claves para que las vallas practicando cada vez que estés ante estas situaciones que se nos escapan de las manos.
Aprende a respirar pausadamente ya que este tipo de respiración está demostrado que nos calma, nos serena y nos pone en un estado adecuado para poder afrontar situaciones de estrés y ansiedad.
Observa bien cómo te sientes en esos momentos ya que un primer paso muy importante es llegar a entender nuestros procesos psicológicos y emocionales completamente negativos y entender que en ese estado es imposible tomar decisiones correctas, es más, ni siquiera se pueden tomar decisiones.
No busques culpables, eso es solo una forma de expresar nuestra frustración hacia otros. Lo mejor es buscar nuestra responsabilidad exclusivamente y sin llegar a los sentimientos de culpabilidad en el caso de tener responsabilidades
Piensa objetivamente que es lo que realmente puedes llegar a controlar y del evento que te está estresando y ocúpate de ello. Deja de preocuparte de lo que no puedes controlar y acéptalo.
Céntrate en las soluciones y busca que es lo más importante que puedes realizar a partir de este momento y ponte manos a la obra.
Aprender a ver que todo es pasajero y que igual que aquello que te preocupaba tanto hace años ahora no tiene ninguna importancia, lo mismo va a pasar ahora.
forma vivimos el devenir de la vida

14 enero 2020

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MADURAMOS CON LOS DAÑOS, NO CON LOS AÑOS
Envejecer es inevitable, pero ello no implica que hayamos madurado. No es el tiempo lo que nos hace cambiar nuestra perspectiva y crecer como personas sino las experiencias que hemos vivido. Porque cuando se trata del camino de la vida, a menudo lo importante no son los logros que alcanzamos, sino la persona en la que nos hemos convertido mientras tomábamos nuestras decisiones.
De hecho, durante décadas se pensó que la vejez era una etapa de pérdidas. Hoy sabemos que, al igual que el resto de las fases de nuestra vida, durante la vejez perdemos algunas habilidades, pero ganamos otras. Por ejemplo, nuestra inteligencia pasa a ser cristalizada, lo cual significa que se basa más en las experiencias y habilidades que hemos adquirido a lo largo de la vida. También somos más prudentes, empáticos, comprensivos y mucho más inteligentes emocionalmente.
Sin embargo, no es el paso del tiempo quien nos hace estos dones, son las experiencias que hemos vivido, las situaciones difíciles que hemos tenido que afrontar y los conflictos que hemos resuelto. Por eso, también hay personas jóvenes que tienen una gran madurez y muestran una gran resiliencia, mientras que algunos adultos continúan teniendo un pensamiento infantilizado plagado de estereotipos.
No es el tiempo lo que nos hace comprender que debemos aprender de nuestros errores y fracasos, son los daños que hemos sufrido los que nos impulsan a renovar nuestro espíritu. Y es que salir heridos de las batallas de la vida nos enseña que hay mil causas que nos pueden hacer sufrir, pero hay mil y una razones para recomponerse y seguir adelante.
La sal de la vida
Un buen día, un maestro hindú se cansó de escuchar las quejas de su discípulo y decidió darle una lección. Le envió a buscar un puñado de sal. Cuando este regresó, le pidió que tomara un poco de sal y la echara en un vaso de agua, para luego beberla.
- ¿Que tal sabe? – le preguntó el maestro
- ¡Está salada y amarga! - respondió el discípulo.
El maestro, con una sonrisa en el rostro, le pidió que le acompañara al lago. Le pidió que echara la misma cantidad de sal y que bebiera el agua. Así lo hizo el joven.
- ¿A qué sabe el agua? – le volvió a preguntar.
- Está muy fresca.
- ¿Te supo a sal?
- No, en absoluto.
Entonces, el maestro le dijo: "El dolor que hay en la vida es como la sal. La cantidad de dolor siempre es la misma, pero el grado de amargura que probamos dependerá del recipiente donde versemos la pena. Por tanto, cuando experimentes dolor, lo único que debes hacer es ampliar tu perspectiva sobre las cosas. Deja de ser un vaso de agua y conviértete en un lago".
El valor de los años
Los años también son valiosos, por supuesto. El paso del tiempo nos permite asumir cierta perspectiva, alejarnos de las pasiones y los sentimientos que experimentamos en su momento para valorar la situación con mayor objetividad. Con los años podemos mirar atrás y encontrar un lugar para cada cosa, dándole a cada hecho su justa dimensión.
Con los años podemos reírnos del temor que nos infundía el maestro del colegio o de la ansiedad que despertaba la perspectiva del primer beso. El tiempo no borra las experiencias, pero mitiga su impacto emocional, nos serena para que podamos mirar atrás y, de cierta forma, reescribir nuestra historia.
Sin embargo, para lograr ese cambio de perspectiva que nos haga crecer, para dejar de ser un vaso y convertirnos en un lago, es necesario estar dispuestos a cambiar, aceptar y dejar ir. El simple paso del tiempo no suele ser suficiente para olvidar un amor o perdonarse un gran error, es necesario que pongamos de nuestra parte.
El valor del dolor
El dolor, las dudas, la incertidumbre, los conflictos, las pérdidas y los errores también son grandes maestros de vida. Y son necesarios para que podamos comprender las cosas en su verdadera magnitud. Las lágrimas pueden ser saladas y escuecen en las heridas pero también tienen el poder de limpiar nuestros ojos para permitirnos ver el mundo con mayor claridad.
Solo cuando hemos sufrido podemos entender que el mundo es hermoso y que hay cosas por las que vale la pena luchar. En ese momento entendemos que el camino no es demasiado largo ni penoso si el destino vale la pena. Después de haber sufrido, comprendemos que todo es relativo y podemos ver el mundo bajo una luz nueva, dejamos de ser un pequeño vaso para convertirnos en un lago.
De hecho, las personas que no han tenido una vida fácil se han visto obligadas a recorrer los caminos más complicados que existen, los de ellas mismas. Estas personas han tenido que mirar dentro de sí, para comprender sus emociones, tomar decisiones difíciles y seguir adelante. En ese proceso, han encontrado su verdadero “yo”, han crecido.
En el miedo, han aprendido a no temer y en el dolor, han aprendido a lidiar con el sufrimiento. Esas enseñanzas son cicatrices de guerra que serán como migas de pan que les indiquen el camino la próxima vez que deban enfrentar obstáculos similares. Porque al mirar atrás, habrán aprendido la lección más valiosa de todas: nada es permanente, todo pasa.
Esto implica que, aunque no debemos buscar de forma masoquista el dolor, tampoco es necesario huir de este o intentar esconderlo porque siempre tiene una lección que enseñarnos. El dolor nos hace más humanos, más sabios y nos permite crecer.
Recuerda que siempre es tu decisión: verter el dolor en un vaso o en un lago.

13 enero 2020

VIVIR SIN PENITENCIAS: LA TEORÍA DE LA PLAZA DE APARCAMIENTO LIBRE DE LA VIDA


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 VIVIR SIN PENITENCIAS: LA TEORÍA DE LA PLAZA DE APARCAMIENTO LIBRE DE LA VIDA

“No aparques a un kilómetro de tu destino solo porque pienses que no vas a encontrar una plaza libre más cerca. Ve exactamente a donde quieres estar. Si no hay espacio, siempre tendrás la oportunidad de dar media vuelta. En otras palabras: no te des por satisfecho demasiado rápido en tu vida.
“Haz lo que te apasiona, haz lo que realmente te importa. No pongas en práctica el Plan B, el plan de seguridad, hasta que no hayas intentado el Plan A”.

Estas fueron las palabras de Catherine Drew Gilpin Faust en uno de los discursos de graduación de los estudiantes de la Universidad de Harvard. Y la profesora Faust sabe muy bien de lo que habla ya que ha sido la primera mujer en asumir el puesto de rector en esa universidad. En este discurso perfiló su “Teoría de la plaza de aparcamiento libre de la vida”.

Y es que cuando hablamos de decisiones importantes en la vida, esas que marcan nuestro destino, es importante reflexionar y elegir un camino del que no podamos arrepentirnos más tarde, es fundamental plantearnos la meta más ambiciosa y luchar por conseguirla. De esta forma no habrá espacio para frases como “si aquella vez hubiera…” o “qué habría pasado si…

Eres tus metas y tu camino, no descuides ninguno

Luchar por tus sueños y atreverte a alcanzarlos es la clave para vivir sin arrepentimientos. Sin embargo, también encierra un peligro mortal.

Por ejemplo, imagina que tienes un sueño muy ambicioso y que trabajas sin descanso para alcanzar tus objetivos. Te entregas en cuerpo y alma, día tras día, para alcanzar el añorado éxito. Sin embargo, es probable que cuando llegues a la meta te sientas vacío por dentro, que no consigas la satisfacción que soñabas y, por consiguiente, ello te llevará a preguntarte si realmente has hecho bien, si ha valido la pena tanto sacrificio. En ese preciso instante quizás te cuestiones si no habrías invertido mejor esos años en disfrutar de otros placeres de la vida, en vez de entregarte 100% a tu sueño. 

De hecho, un estudio muy interesante realizado en el University College London demostró sin lugar a dudas algo que probablemente ya sabes: que somos pésimos prediciendo nuestras reacciones emocionales ante las situaciones futuras. En este experimento los psicólogos reclutaron a 47 personas y les dieron £10, que debían compartir como quisieran con un desconocido que se encontraba en otra habitación. Sin embargo, les dijeron que, si el extraño rechazaba su oferta, ambos se irían con las manos vacías. A continuación, les preguntaron cómo se sentirían si eso ocurriese.
Obviamente, todo estaba preparado para que el desconocido rechazara la oferta y las personas perdieran el dinero porque el objetivo era evaluar la precisión con la que los participantes podían predecir sus emociones ante el rechazo.

Asombrosamente, la mayoría de los participantes se sintieron menos decepcionados de lo que esperaban.
A continuación, estos investigadores reclutaron a 27 estudiantes y les pidieron que predijeran cómo se sentirían si sacaban una nota baja o alta en uno de los exámenes de fin de curso. Los investigadores regresaron después del examen y les preguntaron cómo se sentían. Una vez más, se apreció que habían sobreestimado los sentimientos, tanto los negativos como los positivos.

Estos experimentos nos demuestran que solemos exagerar el impacto emocional de las situaciones, pensando que nos sentiremos mejor o peor. Por eso, después de haber añorado durante mucho tiempo un sueño, cuando finalmente este se cumple, no nos sentimos tan felices como esperábamos. Darnos cuenta de ello puede ser devastador, sobre todo si hemos empleado mucho tiempo en ese proyecto y hemos hecho que muchas de nuestras ilusiones descansen sobre esa meta. 
Por eso, aunque es cierto que debemos apuntar alto, que debemos luchar por nuestros sueños y no darnos por satisfechos, no es menos cierto que debemos aprender a disfrutar el camino. Es importante encontrar un equilibrio porque de lo contrario, corremos el riesgo de llegar vacíos a nuestra meta. 

Esto significa que mientras seguimos el camino hacia nuestros sueños, también debemos aprender a valorar lo que tenemos, aquí y ahora. No se trata de una contradicción, sino de evitar vivir con frustración, a la espera permanente de que los sueños se hagan realidad. 

Esto también significa que debemos ahorrar nuestra energía y esfuerzos. No se trata de encontrar siempre la mejor plaza de aparcamiento, a como dé lugar. En nuestro día a día, podemos deshacernos de esa tendencia obsesiva por lograr la perfección y contentarnos simplemente con una buena plaza, porque buscar continuamente la mejor opción, esa que satisfaga todos nuestros requisitos, no solo nos hace perder un tiempo valioso, sino que puede ser muy frustrante.

¿Qué enseñanzas nos deja la teoría de la plaza de aparcamiento libre para la vida?
 No temas al fracaso o a equivocarte, porque siempre podrás regresar a tu zona de confort. Recuerda que no hay peor arrepentimiento que el de los sueños que dejaste escapar porque no tuviste coraje para atraparlos en su momento.

- Cuando se trata de grandes sueños, no apuestes inmediatamente por el “Plan B”, atrévete a arriesgar porque solo así sabrás de qué eres capaz. Cuando te obligas a dar un paso más, expandes tu potencial y das lo mejor de ti.

- Si fracasas, no te avergüences, los errores son humanos y forman parte del aprendizaje. Simplemente acepta la experiencia, no te desanimes y ponte manos a la obra nuevamente para buscar un proyecto más realista y abordable.

- Mientras persigues tus sueños, recuerda disfrutar el presente, porque es lo único que tienes. No dejes que la promesa del futuro te arrebate la felicidad de la que puedes disfrutar ahora mismo. Mira al futuro con esperanza, no con frustración.

09 enero 2020

LAS CUALIDADES MÁS IMPORTANTES DE UN PSICÓLOGO


 PSICOLOGÍA
LAS CUALIDADES MÁS IMPORTANTES DE UN PSICÓLOGO
7 CUALIDADES DE UN  BUEN PSICÓLOGO

La labor del psicólogo puede llegar a ser estresante, agobiante y, no siempre es todo lo satisfactoria que desearía. Al estar en contacto con personas que suelen tener problemas para gestionar sus emociones o que viven conflictos graves, este profesional necesita una preparación especial y no solo en lo que respecta a las técnicas de diagnóstico y tratamiento sino en el manejo de sus propias emociones, frustraciones e impulsos. 
Por eso se enfatiza tanto en las cualidades de un psicólogo y también por eso normalmente se realizan pruebas de actitud antes de entrar en la carrera, pruebas que evalúan las potencialidades que el aspirante tiene en el plano de las relaciones humanas y del autocontrol.
¿Cuáles son las cualidades más importantes de un psicólogo?
1. Autocontrol emocional. Probablemente se trata de la cualidad más importante, al menos desde el punto de vista del equilibrio mental del profesional ya que esta característica le permite regular sus emociones de manera asertiva e independientemente de lo que suceda en la consulta. Por supuesto, el autocontrol emocional no implica que determinados hechos no impacten en el psicólogo porque, al fin y al cabo, es una persona con emociones y un pasado, sino que le permite regular sus sentimientos delante de la persona, para no responder echándose a llorar o enfadándose. El autocontrol emocional también sirve para generar confianza en el paciente ya que este percibe al terapeuta como una persona estable en quien apoyarse.
2. Empatía. El psicólogo no solo debe sentir simpatía por la persona que tiene delante, debe ir un paso más allá y ponerse en su lugar para sentir lo que siente y pensar cómo piensa. Solo de esta forma puede ayudarle realmente ya que así logra comprender la magnitud del problema que la persona está viviendo. De hecho, a nivel de laboratorio se ha podido apreciar que los cerebros de las personas que son muy empáticas reaccionan de la misma manera que el de quienes están viviendo el problema en carne propia. Es como cuando leemos un libro y nos metemos tanto en la piel del personaje que sentimos su misma frustración, dolor o tristeza. Si el psicólogo no logra ser empático, es probable que minimice el problema motivo de consulta o que aplique técnicas inadecuadas. 
3. Apertura mental. Las personas confían en el psicólogo por lo que a menudo le cuentan hechos que van en contra del sistema de creencias y valores del profesional. En esos casos, el psicólogo debe tener la suficiente apertura mental como para comprender por qué una persona se comporta de determinada manera y debe ser lo suficientemente tolerante como para aceptar esas conductas. Cuando el psicólogo no logra aceptar a la persona que tiene delante, enviará señales extra verbales de rechazo y, tarde o temprano, estas serán detectadas por el paciente, que no se sentirá cómodo y probablemente abandonará la terapia. 
4. Introspección. Se trata de una de las cualidades del psicólogo a la que menos se hace referencia pero es una de las más importantes. A través del proceso de introspección el psicólogo no solo logra reequilibrar sus estados emocionales y comprender sus impulsos y deseos sino que también se acerca aún más al mundo de la psiquis. La introspección, el quedarse a solas consigo mismo, es la piedra angular del crecimiento personal pero también es una llave para descubrir cómo funciona la mente. 
5. Paciencia. La psicoterapia a menudo es un proceso largo donde ocurren retrocesos. Al contrario de lo que muchos piensan, los retrocesos de los pacientes también afectan al psicólogo ya que aunque este sabe que forman parte del proceso, también le llevan a cuestionarse el método empleado o incluso sus capacidades para afrontar el caso. Por eso, y porque no siempre es fácil lidiar con algunos comportamientos que pueden sacar de sus casillas a cualquiera, la paciencia es una cualidad esencial de la que todo psicólogo debe hacer gala. 
6. Integridad. El psicólogo debe inspirar confianza de manera que las personas se sientan cómodas contándoles sus problemas que probablemente no se han atrevido a desvelarle a nadie. Esta sensación de confianza se puede crear a partir de pequeños detalles, que van desde los movimientos corporales del terapeuta hasta la decoración de la consulta, pero la base es el sistema de valores del psicólogo. Cuando una persona nota que el profesional es seguro de sí, que se conoce bien a sí mismo, que tiene claras sus metas y que es congruente con lo que piensa, depositará su confianza y se abrirá.
7. Habilidades comunicativas. La palabra es el principal medio de trabajo del psicólogo pero las habilidades comunicativas no se restringen a esta. El psicólogo debe ser, ante todo, un buen oyente, debe mantenerse atento al lenguaje corporal de las personas para poder descifrarlo y debe transmitir a través de su gestualidad, mucha confianza y tranquilidad.

07 enero 2020

CUANTAS MENOS COSAS HAGA UN JUGUETE, MÁS COSAS HARÁ LA MENTE DEL NIÑO

Psicología Infantil
CUANTAS MENOS COSAS HAGA UN JUGUETE, MÁS COSAS HARÁ LA MENTE DEL NIÑO
Hace décadas, los juguetes eran un privilegio del que todos los niños no podían disfrutar. Sin embargo, suplían su falta recurriendo a la imaginación, de manera que cualquier otro objeto de uso cotidiano podía convertirse en un juguete. En los últimos años, los niños tienen tantos juguetes que prácticamente no les prestan atención, y estos son cada vez más sofisticados. Quizá estamos equivocando el camino porque más no es sinónimo de mejor.
Por supuesto, no se trata de privar a los niños de los juguetes ya que estos no solo son una fuente de diversión sino también de aprendizaje, pero debemos tener presente que como regla general mientras más cosas haga un juguete, menos hará la mente del niño. El juego libre es esencial durante la infancia, por lo que los padres y maestros deben proporcionar a los pequeños más juguetes que estimulen su fantasía y creatividad, en vez de apostar por juguetes híper tecnológicos que promuevan un juego demasiado estructurado.
La importancia del juego libre en un mundo estructurado al milímetro
En el juego, los niños ponen a prueba muchas habilidades que son fundamentales para su desarrollo, desde habilidades físicas y manuales hasta habilidades cognitivas y sociales. También desarrollan sus habilidades emocionales, mientras juegan los niños aprenden cómo regular su miedo e ira y, por tanto, desarrollan el autocontrol emocional, algo que luego le servirá para mantener la calma en situaciones amenazantes de la vida real.
Las actividades estructuradas, como los deportes, los juegos de mesa con reglas y los juguetes tecnológicos, también son herramientas de desarrollo útiles, pero no cumplen la misma función que el juego libre. El juego libre está centrado en el niño, es iniciado por el niño y controlado por el niño, no requiere la participación de los adultos. Por tanto, ese juego es fluido; los niños determinan y controlan las reglas, deciden cómo juegan y cómo evoluciona el juego. Eso hace que las reglas cambien a medida que evoluciona la actividad, lo cual significa que es un proceso espontáneo e intrínsecamente gratificante para los niños, que solo juegan por la diversión, centrándose plenamente en el aquí y ahora.
El juego libre también demanda que los niños cambien y se ajusten a las nuevas circunstancias. De hecho, ese es uno de sus principales beneficios: contribuye a desarrollar la flexibilidad cognitiva, la adaptabilidad y la capacidad de respuesta. Las investigaciones demuestran que el juego libre estimula las capacidades creativas y la habilidad para resolver problemas a largo plazo. Al eliminar este tipo de juego poniendo reglas y estableciendo límites, disminuyen estas experiencias. 
En el juego libre no estructurado los niños no solo ponen a prueba sus habilidades para adaptarse a las circunstancias cambiantes, sino que además desarrollan sus habilidades sociales y de resolución de conflictos, aprendiendo a escuchar las necesidades de los demás y hacer valer las suyas. En esa negociación constante necesitan alcanzar un equilibrio para que el juego continúe, lo cual también les obliga a ponerse en el lugar del otro y desarrollar la empatía y las habilidades de comunicación. Para seguir jugando, ambos niños deben sentirse satisfechos, lo cual les obliga a ceder un poco, de manera que aprenden a solucionar los conflictos desde técnicas ganar-ganar.
Por último, pero no menos importante, el juego libre libera su imaginación, de manera que buscan maneras creativas para entretenerse y aprenden a lidiar con el aburrimiento sin sentirse frustrados. Se ha demostrado que el aburrimiento ocasional es un potente motor impulsor de la creatividad, además de servir a los niños para que aprendan a gestionar su tiempo libre.

Por eso, ahora que se acerca la temporada de regalos, si quieres elegir un juguete realmente desarrollador, la clave radica en que sea sencillo. A continuación, podrás encontrar algunos ejemplos.
7 juguetes que estimulan la fantasía y la creatividad infantil
1. Rompecabezas Magnético Se trata de un juguete educativo ideal para los niños mayores de 3 años, ya que contiene piezas pequeñas. Está compuesto por 100 piezas que los niños pueden organizar a su gusto para formar diferentes escenarios. Lo interesante es que, aunque se trata de un rompecabezas, deja espacio a la creatividad y, mientras los niños intentan “encajar” las piezas, van aprendiendo a dibujar los muñecos en la misma pizarra.
2. Bloques magnéticos de construcción
Se trata de piezas magnéticas muy fáciles de unir con las que los niños podrán dar vida a sus ideas en 3D. Este conjunto en especial consta de 72 piezas, algunas triangulares y otras cuadradas, y sus colores brillantes están pensados para llamar la atención de los más pequeños, ya que se puede usar a partir de los 3 años de edad, estimulando su creatividad hasta límites insospechados. Por supuesto, los imanes son seguros y sostienen muy bien las estructuras que se construyan. 
3. Tubos flexibles
Se trata de uno de los juguetes más sencillos y originales que he visto en los últimos tiempos. Está compuesto por tubos flexibles y accesorios para permitir que el niño pueda crear todo tipo de figuras originales. Dado que lo pueden usar a partir de los 3 años, con la supervisión de un adulto, permite comenzar a explorar las formas y más adelante, a medida que crezca, podrá crear figuras más complejas en 3D. Es uno de esos juegos que crece junto con el niño y de los que nunca se aburren ya que todo lo que necesitan es ingenio para darle vida a nuevas formas.
Piezas de construcción
Este juguete en especial es ideal para desarrollar la motricidad fina, la creatividad y la capacidad para resolver problemas. Con las diferentes piezas se pueden crear lo mismo imágenes en 2D o 3D, en dependencia de la edad del pequeño. De hecho, se puede comenzar a utilizar desde los 3 años con la supervisión de un adulto. El niño podrá unir las diferentes piezas usando tornillos y tuercas, construyendo todo lo que pueda imaginar, combinando colores y formas.
. Tablero de setas
Era uno de mis juegos preferidos cuando era pequeña ya que el único límite era la fantasía. Y cuando terminaba de componer una figura, ya estaba pensando en la siguiente. Este juguete desarrolla la imaginación, la coordinación ojo-mano y la creatividad. Lo pueden usar los niños mayores de 3 años con la supervisión de un adulto ya que las piezas son bastante pequeñas. Solo tendrá que ir colocando las pequeñas setas hasta formar una figura, o un cuadro mucho más complejo, jugando a combinar los diferentes colores.
6. Bonches
Este juego de ensamblaje está causando furor entre los más pequeños ya que el único límite es su fantasía. Está recomendado para niños de más de 6 años ya que está compuesto por piezas de plástico de diferentes colores que se unen fácilmente por contacto gracias a unos ganchos alargados que funcionan como si fueran velcros. Este paquete tiene 1000 piezas de diferentes colores e incluye desde ojitos hasta gafas, sombreros y alas, para que los niños puedan crear cualquier personaje que imaginen. 
7. Bolas Magnéticas de Descompresión

Este juguete ya es para niños mayorcitos, o para los adultos que aún tienen alma de niño y no se resignan a dejar de jugar. Se trata de un cubo compuesto por 216 bolas de acero inoxidable e imantadas. Lo más interesante es que podemos llevarlo con nosotros y los niños pueden usarlo en su tiempo libre o divertirse con sus amigos creando distintas formas. De hecho, no solo es divertido y estimula la creatividad, sino que también contribuye a aliviar el estrés. La cantidad de figuras que se pueden formar es tal que incluso existen vídeos en YouTube donde los adolescentes comparten esa pasión.

04 enero 2020

YO, TÚ, NOSOTROS… LOS PRONOMBRES QUE PREDICEN LA DEPRESIÓN


PSICOLOGIA/DEPRESION 
YO, TÚ, NOSOTROS… LOS PRONOMBRES QUE PREDICEN LA DEPRESIÓN
El castellano es un idioma riquísimo, tenemos numerosas palabras para indicar un mismo objeto o evento. Por tanto, la elección de una u otra palabra no siempre se debe al azar. Este es un tema que desde hace décadas fascina a los psicólogos. De hecho, se conoce que las personas que utilizan a menudo la frase “yo pienso” tienden a priorizar la lógica sobre las emociones, las que usan el “yo siento” prefieren ver el mundo a través de lo que experimentan emocionalmente y las que apuestan por el “yo creo” tienden a ser más respetuosas de las opiniones de los demás.
Sin embargo, en esta ocasión haré referencia al uso de los pronombres personales. Una investigación reciente desarrollada por el famoso psicólogo Johannes Zimmermann, nos indica que la elección de algunos pronombres y no otros es un indicador de problemas en las relaciones interpersonales y en el humor.
Zimmermann y sus colegas analizaron 180 sesiones de psicoterapia y contaron los pronombres que los pacientes utilizaban durante la conversación. Este primer estudio, de carácter meramente explorativo, desveló que cuando las personas hablaban de ciertos temas, sobre todo de los más tristes, tienden a usar el pronombre de la primera persona del singular (yo). A partir de este descubrimiento, los investigadores hipotetizaron que existe una relación entre los pronombres que utilizamos y los estados de ánimo.
Para confirmar esta hipótesis reclutaron a 118 personas, de las cuales 99 ya estaban asistiendo a terapia. A todos se les aplicó una entrevista para diagnosticar los posibles trastornos del estado de ánimo, como la depresión. Durante la entrevista se valoró el uso de los pronombres.
Así se pudo apreciar que las personas que puntuaron más alto en la escala de depresión eran las que utilizaban con mayor frecuencia el pronombre “yo” y no usaban casi nunca los pronombres en plural, como el “nosotros”.
A la búsqueda de respuestas
Para la mayoría de los psicólogos que tienen una consulta, esta investigación es como descubrir el agua tibia. En realidad, el uso del “yo” en la persona deprimida es normal por dos razones:
1. Porque normalmente se encierra en sí mismo y no tiene experiencias que contar más allá de su depresión.
2. Porque al perder el entusiasmo por la vida, lo único que verdaderamente le interesa es su depresión.
Es como si se tratase de una persona que está sola y encerrada en una cueva (entiéndase la depresión). Es obvio que utilizará mayormente el pronombre personal ya que su ámbito de experiencias se limita a él mismo.
No obstante, lo más interesante no es la explicación sino la pregunta que suscita este estudio: ¿cambiando el uso de los pronombres podríamos mitigar en cierta manera la soledad y desesperanza que experimenta una persona deprimida? ¿Es posible que usando los pronombres “tú” y “nosotros” la persona deprimida vuelva a abrirse al mundo?
Particularmente, considero que reflexionar un poco más sobre las palabras que usamos siempre es positivo. Obviamente, un mero cambio de pronombres no será suficiente para combatir la depresión y eliminarla del todo, pero es una estrategia más que puede ayudarnos a sentirnos mejor.