06 julio 2020
EL BOMBARDEO MEDIÁTICO NOS DESESTABILIZA EMOCIONALMENTE Y NOS PUEDE CREAR PROBLEMAS DE SALUD
PSICOLOGÍA
SIN RESERVAS
El 15 de
abril de 2013, mientras cientos de corredores llegaban a la línea de meta en el
maratón anual de Boston, dos bombas explotaron. Tres personas murieron ese
día, incluido un niño de ocho años. Cientos resultaron heridas.
Los medios
de comunicación de todo el mundo le dieron seguimiento. Durante días.
Transmitieron las terribles imágenes de la detonación, el caos, el dolor de las
víctimas. Las personas que vivieron aquel atentado sufrieron daños
psicológicos, pero Alison Holman y sus colegas de la Universidad de California
descubrieron que también hubo otro grupo de personas afectadas.
Tras
entrevistar a 4.675 adultos comprobaron que las personas que no habían vivido
la explosión en carne propia, pero habían consumido 6 o más horas de noticias
al día durante la semana posterior, también presentaban signos de estrés
postraumático.
Los
investigadores concluyeron que “la exposición repetida a los medios relacionada
con los bombardeos se asoció con un mayor estrés agudo que la exposición
directa. La cobertura mediática después de traumas colectivos puede
difundir ampliamente el estrés agudo”.
Por tanto,
les quedó claro que todos subestimamos los efectos de las noticias en nuestra
salud mental. Y ni siquiera somos plenamente conscientes de que las noticias
también cambian la visión que tenemos de la realidad, influyen en nuestras
actitudes, moldean nuestras opiniones y, en última instancia, determinan nuestros
comportamientos e incluso pueden afectar nuestra salud.
Sumergidos
en un flujo constante de noticias
La pandemia
actual y el confinamiento nos han expuesto como ninguna otra situación a los
medios de comunicación, que se han convertido en nuestra única ventana al mundo
en un periodo de gran incertidumbre y soledad. Justo cuando más vulnerables
psicológicamente hemos estado, los medios de noticias han alcanzado cifras
récord de audiencia.
A los medios
de comunicación tradicionales se han sumado otros canales – redes sociales,
podcast y blogs – que siempre están disponibles y han terminado por sumirnos en
un auténtico maremágnum de noticias desde que nos levantábamos hasta que nos
acostábamos.
De hecho,
uno de los primeros estudios realizados sobre la cobertura mediática que se ha
realizado de la pandemia de Covid-19 reveló que el consumo de los nuevos medios
de comunicación generaba síntomas más agudos de depresión, ansiedad y estrés,
en comparación con los medios de comunicación tradicionales. Los investigadores
de la Universidad Normal de Tianjin también comprobaron que la forma de
presentar las noticias cuenta. Aquellas que enfatizaban los aspectos más
positivos o mostraban el contenido de manera más neutral nos desestabilizaban
menos.
Imbuidos en
ese flujo constante de información/desinformación, no es extraño que hayamos
caído en un círculo vicioso particularmente peligroso. Cuando creemos que
existe una amenaza para nuestra vida o estabilidad, nos preocuparemos y
queremos recopilar la mayor cantidad de datos posible para comprender “mejor”
lo que está sucediendo y tomar decisiones informadas.
El problema
es que eso nos conduce a consumir más noticias que, cuando son contradictorias
o sensacionalistas, en vez de aclararnos nos sumen aún más en la confusión.
De hecho,
investigadores de la Universidad de California comprobaron que las personas más
preocupadas por las consecuencias de los eventos suelen consumir más noticias
durante el periodo previo a que ocurran, lo cual se revierte en un peor
desempeño psicológico cuando el problema finalmente se materializa. Es decir,
consumir más noticias no suele prepararnos mejor para los problemas que se
avecinan.
Eso, por
supuesto, no significa que debamos estar desinformados. Pero quizá deberíamos
acercarnos a las noticias con una actitud más cauta y crítica.
Las noticias
aprovechan nuestros sesgos
Una de las
razones por la cual los efectos de las noticias son tan potentes es nuestro “sesgo
de negatividad”. Se trata de nuestra tendencia a prestar más atención a las
cosas negativas que suceden a nuestro alrededor. Es probable que ese sesgo se
deba a que necesitamos protegernos del peligro, razón por la cual nos centramos
más en las noticias negativas y descartamos rápidamente las positivas.
Sin embargo,
un sesgo no es la realidad, es una percepción limitada de la misma. De hecho,
investigadores de la Universidad de Carolina del Norte comprobaron que las
noticias económicas que transmiten los medios a menudo son más sombrías que la
realidad, de manera que terminan influyendo negativamente sobre nuestras
expectativas de futuro. Muchas noticias, por ende, deforman nuestra percepción
del mundo – no necesariamente para mejor.
Las noticias
también hacen leva en el “efecto marco o encuadre”, un fenómeno psicológico que
indica que la manera en que nos presentan un hecho o elección influye en la
forma en que pensamos al respecto.
En 2016 dos
investigadores de la Universidad de Bournemouth presentaron a un grupo de
personas la misma noticia, pero encuadrada de manera diferente, para evaluar su
percepción sobre el nivel de riesgo de un país.
Descubrieron,
por ejemplo, que decir que un ataque terrorista era causado por “al-Qaeda y
los grupos islámicos radicales asociados” preocupaba mucho más a las
personas que referirse de manera más vaga a un “grupo separatista rebelde
nacional”, aunque ambos titulares tienen el mismo significado y sus
consecuencias eran las mismas.
Un estudio
del Moffitt Cáncer Center en Florida
descubrió que las noticias también nos llevan a malinterpretar la incidencia de
diferentes tipos de cáncer. De hecho, solemos pensar que el cáncer cerebral es
mucho más común porque está sobre representado en los medios de comunicación, mientras
otros, como los tumores en el sistema reproductivo, que ocurren con más
frecuencia incluso entre las personas que conocemos, nos parecen menos comunes.
Esa percepción sesgada podría hacer que subestimemos nuestro nivel de riesgo y
pasemos por alto los primeros signos de advertencia. Eso significa que los
efectos de las noticias también se extienden a nuestra salud.
Los efectos
de las noticias en nuestra salud
Una
investigación realizada en el Hospital Louis-H. La Fontaine de Montreal
comprobó que leer noticias negativas durante apenas 10 minutos produce un
aumento de cortisol, la hormona del estrés, en las mujeres. Esas noticias
también son recordadas con mayor nitidez, lo cual significa que nuestro cerebro
las percibe como una amenaza.
Otro estudio
desarrollado en la Universidad de Misuri comprobó que las noticias negativas
aumentan nuestro ritmo cardíaco, lo cual podría tener implicaciones graves para
nuestra salud a largo plazo si nos exponemos continuamente a un alud de
noticias negativas día tras día. De hecho, la exposición de 4 horas o más a la
cobertura mediática sobre los atentados del 11 de septiembre aumentó hasta en
un 53% las probabilidades de tener problemas cardiovasculares durante los tres
años posteriores y otros problemas de salud.
No es
extraño. Vemos las mismas noticias, una y otra vez. Sabemos que no es ficción.
Hay alguien que está sufriendo o que lo está pasando mal. Y eso termina dejando
una huella emocional que puede tener un impacto en nuestra salud.
Otro estudio
desarrollado en la Universidad de Texas comprobó que la exposición a los medios
de comunicación fue un factor predictor de los niveles de ansiedad. Estas
personas reportaban niveles más bajos de optimismo y una mayor angustia
psicológica.
En realidad,
el problema no es la noticia en sí, sino su repetición. El bombardeo. Los
nuevos detalles traumáticos que se añaden para llamar la atención. Porque hace
mucho tiempo que las noticias se han olvidado de su objetivo principal,
informar, y se han convertido en una fuente de entretenimiento más a la que es
necesario añadir drama para mantenernos pegados a las pantallas. De hecho, tras
analizar las noticias en 14 países, psicólogos de la Universidad Nacional de
Taiwán alertaron de que el tratamiento sensacionalista de las mismas ha
aumentado exponencialmente en los últimos años.
Y nadie es
inmune. Aunque algunos sean más sugestionables que otros, psicólogos de la
Universidad Abierta de los Países Bajos constataron que las noticias afectan
nuestro estado de ánimo, generando emociones negativas y borrando las
positivas, independientemente de nuestras características de personalidad.
Por tanto,
en la era de la infoxicación, necesitamos asumir una actitud proactiva, que
quizá signifique reducir el consumo de noticias y/o elegir fuentes fiables que
realmente nos informen en vez de limitarse a generar alarma o añadir detalles
morbosos. Nuestra salud mental y física nos lo agradecerá.
Fuentes:
Gorvett, Z.
(2020) How the news changes the way We think and behave. En: BBC.
Hoog, N.
& Verboon, P. (2020) Is the news Making us unhappy? The influence of daily
news exposure on emotional states. British Journal of Psychology; 111(2): 157-173.
01 julio 2020
SI CREES QUE TODO TE VA MAL TENGO UNA FÓRMULA PARA CAMBIAR TU SENSACIÓN
SI CREES QUE TODO TE VA MAL TENGO UNA FÓRMULA PARA CAMBIAR TU SENSACIÓN
Y es un horror.
Hay momentos en la vida en las que suceden mil cosas desagradables.
Todas. A la vez. Ahí es cuando te preguntas: ¿y qué narices le hice yo al
Universo para que me lo pague de esta manera?
El famoso Karma. A mí me tiene harta. Hartísima. Seguro que me entiendes:
intentas ser mejor persona; te fijas mucho en cómo hablas de los demás (soltar
porquería por la boca sólo sirve para que te ensucies por dentro); procuras no
joderle vida a nadie (y seguramente no lo consigues del todo porque uno no
siempre es consciente de ello) y ayudas al que lo necesita (dentro de tus
posibilidades). Pero el Karma- tu Karma, mi Karma, nuestro Karma- parece estar
pasándolo de maravilla, jugando a veteasaberqué. A veces me da la
sensación de que se trata de una partida para dos pero que juega solo: hace una
jugada, se levanta, se sienta en la silla de enfrente y vuelve a jugar.
De lo contrario, no me explico.
El Karma juega en su tiempo libre, así que cuando está de vacaciones, es
un sinvivir: se te rompe la nevera; tu novio te deja; tu jefe parece haber
apostado a ver cuánto tiempo aguantarías bajo presión (suele ganar, el muy
cabrón); caes enferma, encadenando un catarro con una apendicitis y la regla...
Y, por si fuera poco, la Agencia Tributaria te exige devolverle un dinero que
no tienes.
Sí, sé que contado así, puede parecer ordinario. Pero a mí no se me
ocurre ser poética y literaria cuando hablo de las malas pasadas de la vida.
Porque llamarlas “desgracias” es muy de primer mundo, y decir que son
"unas simples circunstancias no favorables" es quitarle peso al
asunto. Yo no me doblego ante las circunstancias, pero sí me afectan estas
malas pasadas de la vida. Sobre todo, si llegan todas a la vez (y es como suelen
llegar).
Y hay días en los que cuesta ser positiva. Esos días de “todo mal todo el
rato”. Yo lo intento, de todas maneras. Por ejemplo, pienso en los que lo pasan
verdaderamente mal, pero no me sirve de nada, porque en vez de tranquilizarme,
sufro por ellos. O decido que no tengo motivos reales para quejarme, pero
entonces me deprimo todavía más. Incluso intento buscarle cosas positivas a mi
vida y… ¡No las encuentro! Cuando la nube negra se instala encima de mí, dejo
de ver el horizonte.
Pero hace unos meses conocí a Nico.
Quedamos para cenar los cuatro: yo con mi chico y mi amigo con el suyo.
Nico, el novio de mi amigo, resultó ser escultor, pintor, arquitecto... Hace un
montón de cosas y todas las hace bien. Le va bien. Se le ve bien. Y tiene mucho
trabajo, haciendo algo que le apasiona: crear. Vamos, algo increíble,
teniendo en cuenta cómo están las cosas hoy en día.
Pero lo que más fascinada me tenía era su actitud ante la vida. No diría
que Nico es una persona excesivamente positiva o extremadamente optimista. Qué
va. Nico es lineal. Muy raro para un artista, lo sé.
Hablamos de las frustraciones, de cómo vemos la vida y la gente, del
cambio, de por qué unos viven y otros parecen estar sobreviviendo rodeados de
cosas.
Así que le conté mis agobios cotidianos y le hablé de esa
sensación de que mi Karma me odia y ni siquiera sé por qué.
Y entonces Nico me dijo algo que me hizo ver las cosas de otra manera.
Puede que te parezca demasiado simple, pero a veces las cosas más sencillas son
las que nos hacen cambiar de mentalidad. O lo que llega a ser la teoría de la
navaja de Ockham: "En igualdad de condiciones, la explicación más
sencilla suele ser la más probable."
La comparación que hizo Nico me pareció simplemente fantástica. Y quiero
compartirla contigo.
“La vida es así: hoy todo va bien, mañana parece que todo va mal. Y
cuando las cosas dejan de funcionar, nos dedicamos a repasarlas una y otra vez
y esperar- desesperadamente- que las cosas mejoren. Pero esto es como cuando
alguien te ha enviado un paquete a través de una agencia de transporte. Sabes
que te va a llegar, pero te pasas el día mirando fijamente en el ordenador
siguiendo el trayecto del paquete: ha salido, ha llegado a la aduana, sigue en
la aduana, parece que está en reparto, no llega… Desatiendes muchas cosas
cotidianas por seguir el proceso de entrega del paquete. Te pones
nerviosa porque quieres recibirlo ya, aún sabiendo que, tarde o temprano,
llegará. Y cuando por fin llega, te das cuenta de que tienes que hacer
mil cosas que no habías hecho estos días, porque has pasado semanas pegada a la
pantalla. Las cosas buenas llegarán: hoy, mañana o de aquí a una semana o un
mes, y no sirve de nada estar histérica siguiendo su trayecto. Dedícate a hacer
lo que toca hacer, y ya está. Porque el paquete está de camino”.
Desde entonces yo ya no espero mi “paquete”, me ocupo de mis cosas y,
cuando todo va mal, me centro en lo que tengo que hacer. Y el paquete llega,
tenía razón Nico. El mío, por cierto, me lo han entregado esta misma mañana,
cuando ya no me acordaba de que tenía que llegar.
Y es que pasamos mucho tiempo en un “stand by” emocional, esperando que
algo bueno suceda. Años de cola para acceder a la ventanilla de “Recompensas
del Karma”. Pero el día que llega nuestro turno, resulta que no lo habían
enviado a domicilio.
Que desperdicio de vida.
26 junio 2020
APRENDE A AFRONTAR LOS MALOS MOMENTOS DE ANSIEDAD
PSICOLOGÍA/ANSIEDAD
APRENDE A AFRONTAR LOS MALOS MOMENTOS DE ANSIEDAD
La vida está llena de buenos momentos,
pero inevitablemente también están los malos De esta forma vivimos el
devenir de la vida Debemos de asumir como parte del ciclo de la vida las circunstancias
difíciles, una vez asumido esto podemos empezar a pensar en cómo afrontarlos,
pero el comprender esto nos pone en una actitud de salida ya muy diferente.
En todo caso tenemos que aprender a
diferenciar entre los momentos de dificultad que llegan sin nuestra
intervención, como por ejemplo una grave enfermedad o los momentos de
dificultad que llegan como consecuencia de nuestras propias decisiones.
El problema en la mayoría de los seres
humanos es que la negatividad tanto de los pensamientos como de los
sentimientos es la respuesta que normalmente damos ante estas circunstancias y
es precisamente la peor de las respuestas posibles para saber afrontarlas.
Al final acabamos siendo un obstáculo
y un problema más en vez de ser personas capaces de ir resolviendo con
tranquilidad cada uno de los problemas que se nos van apareciendo.
Tengamos en cuenta que ante los
eventos que no podemos cambiar y que son de carácter desagradable lo único que
podemos cambiar es la forma en la que reaccionamos y esto nos convertirá en
personas felices o infelices, en personas ejemplares o detestables, en personas
que dejarán un legado positivo o que no dejarán huella en su sociedad.
Lo importante es darnos cuenta que
estamos continuamente reaccionando de forma automática como si fuéramos robots.
Tenemos que aprender a tener un mínimo control sobre nosotros mismos a nivel
emocional y mental para aprender a abordar todo lo que nos venga y así
conseguir el objetivo de ser personas felices. La felicidad no está en estar
rodeado de circunstancias agradables sino en saber reaccionar correctamente,
positivamente a todo lo que se nos vaya presentando.
Te voy a dar algunas claves para que
las vallas practicando cada vez que estés ante estas situaciones que se nos
escapan de las manos.
Aprende a respirar pausadamente ya que
este tipo de respiración está demostrado que nos calma, nos serena y nos pone
en un estado adecuado para poder afrontar situaciones de estrés y ansiedad.
Observa bien cómo te sientes en esos
momentos ya que un primer paso muy importante es llegar a entender nuestros
procesos psicológicos y emocionales completamente negativos y entender que en
ese estado es imposible tomar decisiones correctas, es más, ni siquiera se
pueden tomar decisiones.
No busques culpables, eso es solo una
forma de expresar nuestra frustración hacia otros. Lo mejor es buscar nuestra
responsabilidad exclusivamente y sin llegar a los sentimientos de culpabilidad
en el caso de tener responsabilidades
Piensa objetivamente que es lo que
realmente puedes llegar a controlar y del evento que te está estresando y
ocúpate de ello. Deja de preocuparte de lo que no puedes controlar y acéptalo.
Céntrate en las soluciones y busca que
es lo más importante que puedes realizar a partir de este momento y ponte manos
a la obra.
Aprender
a ver que todo es pasajero y que igual que aquello que te preocupaba tanto hace
años ahora no tiene ninguna importancia, lo mismo va a pasar ahora.
24 junio 2020
SI NO DUERMES BIEN TU ESTADO DE ÁNIMO LO PAGARÁ
PSICOLOGÍA SUEÑO
SI NO DUERMES BIEN TU ESTADO DE ÁNIMO LO PAGARÁ
El insomnio y las emociones tienen un vínculo muy estrecho. De
hecho, es probable que en más de una ocasión te hayas despertado malhumorado,
irritable o decaído después de una noche en la que dormiste poco y no pudiste
descansar lo suficiente.
Como media, pasamos 25 años de nuestra vida durmiendo. Es mucho
tiempo. Y eso nos indica la enorme importancia del sueño, tanto a nivel
fisiológico como psicológico. Dormir menos de 6 horas al día puede tener
efectos nefastos a corto y largo plazo, tanto para nuestra salud como para
nuestro equilibrio emocional.
La falta de sueño reduce las emociones positivas
Dormir
poco y mal afecta negativamente nuestro estado emocional. Lo comprobaron
investigadores del Departamento de Psicología de la Universidad Noruega de
Ciencia y Tecnología, quienes analizaron los patrones de sueño de 59 personas y
sus reacciones al día siguiente.
Primero estas personas durmieron con normalidad en sus casas
para someterse a una serie de pruebas a la mañana siguiente. Luego, durante
tres días, debían irse a la cama dos horas más tarde y levantarse una hora más
temprano de lo habitual. Por la mañana realizaron pruebas de precisión y
capacidad de respuesta, así como tests para evaluar las emociones positivas y
negativas que estaban experimentando.
Los investigadores comprobaron que cuando no dormimos el tiempo
necesario, respondemos mucho más rápido ante los estímulos, pero somos menos
certeros y nos equivocamos mucho más. En práctica, reaccionamos más rápido para
compensar la falta de concentración. Como resultado, cometeremos más
errores.
Nuestro estado emocional también se resiente. “Los
sentimientos positivos obtuvieron un puntaje peor después de solo una noche de
sueño reducido, y disminuyeron aún más después de tres noches”, escribieron
los psicólogos. Por tanto, concluyen que la falta de sueño puede convertirse en
un problema emocional que empeora rápidamente.
Después de una mala noche de sueño perdemos la neutralidad
No dormir lo suficiente no solo influye en nuestro estado de
ánimo, sino que afecta la manera en que nuestro cerebro procesa los estímulos a
los que nos enfrentamos a lo largo del día, según otro estudio realizado en la
Universidad de Tel Aviv.
En este caso, los participantes realizaron una serie de test
después de haber dormido como de costumbre y tras una noche insomne mientras
los investigadores medían su actividad cerebral. Una de las pruebas consistió
en pedir a las personas que indicaran la dirección en la que se movía un punto
amarillo sobre distintas imágenes que tenían una valencia emocional positiva,
negativa o neutral.
Curiosamente, quienes habían dormido bien eran capaces de
identificar la dirección del punto sobre las imágenes neutrales más rápido y
con mayor precisión. En cambio, quienes no habían dormido tenían dificultades
para identificar el punto sobre todas las imágenes, lo cual significa que
también estaban reaccionando ante las neutrales.
Haber pasado una noche sin dormir distraía a las personas,
activando la amígdala, el centro de control emocional en el cerebro que detecta
las señales más sobresalientes del entorno, de manera que tomaban los estímulos
neutros como amenazantes.
“Esos resultados revelan que, sin dormir, se altera el mero
reconocimiento de lo que es emocional y lo que es un evento neutral. Podemos
experimentar provocaciones emocionales similares de todos los eventos
entrantes, incluso los neutrales, y perder nuestra capacidad de resolver más o
información menos importante. Esto puede conducir a un procesamiento cognitivo
sesgado y un juicio pobre, así como a la ansiedad”, concluyeron los
investigadores. Eso explicaría nuestra irritabilidad cuando dormimos mal.
El cerebro insomne
Al parecer, cuando no descansamos lo suficiente se afecta el
control cognitivo de la emoción, el cual es fundamental para responder de manera
adaptativa al medio. En práctica, las zonas de la corteza prefrontal, que
serían las encargadas de regular la activación emocional que se produce en el
sistema límbico, dejan de ejercer diligentemente su función de control, de
manera que se produce una hiperreactividad emocional. Eso explicaría la
profunda conexión entre insomnio y emociones.
Otro estudio realizado en el Laboratorio de Neurociencia Social,
Cognitiva y Afectiva de la Universidad de Arizona podría tener la respuesta a
esa “desconexión” – o al menos parte de ella. Estos neurocientíficos apreciaron
que después de una noche sin dormir las personas que mantenían un estado de
ánimo más positivo eran aquellas que presentaban una materia blanca más
compacta.
La materia blanca está compuesta por fibras largas y aisladas
que conectan las células cerebrales de la materia gris. La materia blanca, por
tanto, sería la que permite que nuestro cerebro funcione de manera eficaz y
rápida, facilitando la velocidad y la conectividad entre las neuronas.
Cuando esta conexión falla o se vuelve más lenta, se afectan las
conexiones entre las diferentes zonas del cerebro, de manera que no podemos
ejercer el autocontrol con tanta eficacia y el cerebro emocional campa a sus
anchas.
Las mujeres sufren más los efectos secundarios de la falta de
sueño
Curiosamente, el vínculo entre insomnio y emociones es más intenso
en las mujeres. Un estudio llevado a cabo en el Centro de Investigación del
Sueño de la Universidad del Sur de Australia reveló que tras 36 horas sin dormir
vamos experimentando una afectación gradual de nuestro estado de ánimo.
La falta de sueño genera depresión, ira, confusión y ansiedad,
acompañado de menos energía y agotamiento. Sin embargo, las mujeres fueron más
vulnerables a esos cambios, experimentando un estado de ánimo más deprimido y
mayor ansiedad después de la privación del sueño.
Por supuesto, dormir es un proceso altamente individual. Hay
personas que necesitan dormir ocho horas todas las noches y otras que pueden
descansar con menos. Lo más importante es que cada quien logre encontrar su
equilibrio. Lo sabrás por tu estado de ánimo al día siguiente. Si estás de buen
humor y alerta cuando te levantas significa que tus hábitos de sueño son beneficiosos.
Si no es así, deberías replantearte tu rutina, por el bien de tu salud física y
tu equilibrio emocional.
22 junio 2020
PERSONAS HIPOCONDRÍACAS SÍNTOMAS, CAUSAS Y TRATAMIENTO
LOS TRASTORNOS DE LA
CONCIENCIA
PERSONAS HIPOCONDRÍACAS SÍNTOMAS, CAUSAS Y TRATAMIENTO
Quejas permanentes que nunca son confirmadas por los exámenes clínicos… Síntomas diversos que desaparecen, pero en su lugar aparecen otros, en una cadena interminable… Cambios de médico permanentes porque ninguno comprende su «padecimiento»… Estas son algunas de las características principales de las personas hipocondríacas.
PERSONAS HIPOCONDRÍACAS SÍNTOMAS, CAUSAS Y TRATAMIENTO
Quejas permanentes que nunca son confirmadas por los exámenes clínicos… Síntomas diversos que desaparecen, pero en su lugar aparecen otros, en una cadena interminable… Cambios de médico permanentes porque ninguno comprende su «padecimiento»… Estas son algunas de las características principales de las personas hipocondríacas.
¿Qué es la hipocondría?
La hipocondría es,
básicamente, una preocupación excesiva por el estado de salud. Se trata de un
problema muy común con un elevado costo para los sistemas sanitarios pues se
estima que casi el 9% de los pacientes que acuden a los hospitales son
hipocondríacos. Esta preocupación hace que experimenten síntomas que no existen
objetivamente o que maximicen los ya existentes. Como resultado, la persona
sufre una gran angustia y a menudo cae en la depresión.
Para diagnosticar la
hipocondría, la persona debe estar convencida de que padece al menos dos
enfermedades graves y debe conocer con lujo de detalles la sintomatología de
una de ellas. Por supuesto, esta persona se someterá a una serie de exámenes
físicos y no aparecerá ninguna señal de los problemas que refiere.
Además, normalmente
la persona hipocondríaca presenta un miedo intenso a padecer estas
enfermedades, se preocupa excesivamente por la calidad de las exploraciones
médicas y el malestar subsiste durante más de seis meses, provocando un
deterioro considerable en el área laboral o en las relaciones interpersonales.
Vale aclarar que
aunque en el imaginario popular existe una identificación entre la hipocondría
y la vejez, lo cierto es que gran parte de las personas hipocondríacas son hombres
que rondan los 30 años y mujeres sobre los 40. Estas personas pasan muchas
horas estudiando su cuerpo y reacciones con detenimiento, hasta que realizan su
propio diagnóstico, que generalmente entra en contradicción con el que realiza
el médico. Por eso, es común que vayan de hospital en hospital, buscando a un
médico que confirme sus temores.
Casi siempre las
personas hipocondríacas están al tanto de las últimas enfermedades y tratamientos
y se convierten en nutricionistas expertos porque, en el fondo, tienen mucho
miedo a padecer alguna enfermedad. Así, poco a poco, la salud y las patologías
se van convirtiendo en su único tema de conversación. Cuando este trastorno
llega a su punto álgido, se produce un deterioro severo de sus relaciones
interpersonales ya que incluso pueden renunciar a la vida social por el miedo a
contaminarse.
Las causas de la hipocondría
Las causas de la
hipocondría son muchas por lo que es difícil hacer referencia a un solo factor.
Entre las causas más comunes se hallan:
– Una educación basada en el miedo o en la protección
excesiva. Usualmente, al
profundizar en la historia de vida de las personas hipocondríacas, se descubre
que desde pequeños tuvieron una educación sobreprotectora o un familiar cercano
que manifestaba una preocupación excesiva por su salud.
– Experiencias traumáticas relacionadas con la enfermedad
o la muerte. Ya sea porque la
persona ha sufrido alguna enfermedad grave o porque las ha vivido de manera
particularmente intensa a través de un familiar.
– Interpretación incorrecta de los síntomas. En muchas ocasiones la hipocondría se
desata a partir de síntomas que son mal interpretados. Esta persona posee
cierta información médica y se asusta ante cualquier tipo de síntoma. Por
ejemplo, puede confundir una contractura muscular en el brazo izquierdo con la
presencia de un infarto o el dolor de cabeza sostenido con una hemorragia
cerebral.
– Ser particularmente sugestionable y haber recibido
información alarmante sobre determinadas enfermedades. Vale aclarar que es importante estar
informados sobre los síntomas iniciales de las patologías ya que así podremos
diagnosticarlas a tiempo pero las personas que son particularmente
sugestionables pueden desarrollar una actitud hipervigilante que finalmente
conduce a la hipocondría.
Por supuesto,
también existen otras personas que utilizan las enfermedades para atraer la
atención de los demás. En esos casos, la hipocondría se convierte en una forma
para relacionase y mantener a su lado a familiares y amigos.
El tratamiento de la hipocondría
Tratar la
hipocondría suele ser muy difícil ya que estas personas no desean reconocer que
la causa de su mal es de origen psíquico. Por eso, es usual que se nieguen a
someterse a un tratamiento psicológico.
En esencia, el
tratamiento de la hipocondría se basa en la combinación de los medicamentos
para la depresión con la psicoterapia cognitivo-conductual. De hecho,
suele ser muy común que psiquiatra y psicólogo trabajen en equipo para afrontar
este tipo de casos. Los medicamentos reducen el desánimo, pero no son
suficientes para eliminar las ideas de enfermedad, pero a la misma vez, sin
ellos, es difícil poder realizar un tratamiento psicológico con éxito.
La psicoterapia se
dirige a paliar la angustia y el miedo que sienten estas personas, enseñándoles
cómo enfrentar su problema. Un punto vital radica en aprender a diferenciar los
síntomas reales de los ficticios. Se suelen utilizar técnicas como la
desensibilización sistemática, la detención del pensamiento y
la técnica de relajación muscular.
21 junio 2020
HAY EXPECTATIVAS QUE NOS CONDENAN A LA FRUSTRACIÓN
psicología /desarrollo
personal
HAY EXPECTATIVAS QUE NOS CONDENAN A LA FRUSTRACIÓN
HAY EXPECTATIVAS QUE NOS CONDENAN A LA FRUSTRACIÓN
Los diferentes tipos de expectativas que alimentamos
terminan dando forma a nuestro mundo. Como dijera la escritora J.K. Rowling: “vemos
lo que queremos ver”. El problema comienza cuando nuestras expectativas se
distancian demasiado de la realidad, de manera que lo que esperamos y deseamos
no se cumple. Entonces es inevitable que sobrevenga un estado marcado por la
frustración, la ira y/o el desánimo.
Los
diferentes tipos de expectativas
Las expectativas no
son más que suposiciones que realizamos de cara al futuro, anticipaciones de lo
que podría pasar basadas en una serie de aspectos subjetivos y
objetivos. El problema es que a menudo los aspectos subjetivos inclinan
demasiado la balanza y nuestras expectativas se vuelven irreales o incluso
irracionales.
Al contrario, ser capaces de comprender los
diferentes tipos de expectativas que alimentamos nos permitirá nivelarlas, de
manera que sean más acordes a la realidad. Eso no significa resignarse o dejar
de soñar, sino tan solo mantener los pies en la tierra, para evitar una
dolorosa caída que termine provocándonos heridas profundas y difíciles de
sanar.
Conocer los diferentes tipos de expectativas nos
permitirá detectarlas y, si es necesario, ajustarlas a la realidad.
1. Expectativas
predictivas
Cuando alimentamos este tipo de expectativas creemos
saber lo que sucederá durante las experiencias que vivamos. Por ejemplo, si
vamos a una cita o a una entrevista de trabajo imaginamos lo que sucederá
durante ese encuentro. Se trata, por ende, de una recreación de una experiencia
futura en nuestra mente, esperando que ocurra de esa manera y no de otra.
Generalmente estas expectativas se basan en nuestras
experiencias anteriores o en las experiencias de personas cercanas. Si un
colega de trabajo siempre se ha mostrado amable con nosotros, esperamos que nos
haga el favor que estamos a punto de pedirle. No obstante, también implican una
expectativa sobre nuestro estado de ánimo porque imaginando cuán felices o
tristes nos sentiremos en determinada situación.
2.
Expectativas normativas
Este tipo de expectativas se basa en las normas que asumimos.
Todos conocemos y compartimos determinados valores y normas sociales, de manera
que desarrollamos una serie de expectativas en base a ellos. Esperamos, por
ejemplo, que una persona no tire la colilla de cigarro al suelo o que un
funcionario público se comporte de manera amable con nosotros para ayudarnos a
solucionar el problema.
Estas expectativas se refieren a un estándar básico
de comportamiento que esperamos que los demás sigan en diferentes situaciones
sociales. No esperamos que alguien nos golpee en la calle sin razón alguna
porque existen determinadas normas que nos permiten suponer que podemos coexistir
de manera más o menos civilizada.
3.
Expectativas merecidas
Este tipo de expectativa es quizá la más subjetiva
de todas puesto que se basa en lo que creemos merecer. Por ejemplo, si creemos
que somos el mejor empleado de la empresa, esperaremos que el próximo ascenso
sea nuestro. Se trata, por ende, de una expectativa basada en nuestra idea de
la justicia.
Creemos que somos merecedores de algo, ya sea por
nuestro desempeño, cualidades o capacidades. Y suponemos que algo debe ocurrir
solo porque creemos que es justo o que somos merecedores de ello. Es la
sensación de que tenemos derecho a ello, por encima de los demás, porque de
cierta forma nos lo hemos ganado.
El problema comienza cuando estos tipos de
expectativas se vuelven irracionales, en gran parte porque no tenemos en cuenta
los deseos y necesidades de los demás. Y también porque no incluimos en la
ecuación la imprevisibilidad del mundo y la incertidumbre que siempre existe.
Como resultado, terminamos indignándonos o entristeciéndonos cuando esas
expectativas que con tanto esmero habíamos alimentado caen en saco roto.
¿El
secreto? Diferenciar la anticipación del deseo
Nuestro equilibrio mental saldrá
beneficiado si en vez de seguir alimentando expectativas irreales, somos
capaces de diferenciar la anticipación del deseo. El deseo de que algo ocurra –
o no – suele tener una base profundamente subjetiva. Deseamos evitar todo
aquello que nos desagrada o molesta mientras preferimos aquello que nos hace
sentir bien. Es normal. Pero alimentar expectativas únicamente en base a esos
estados de repulsión o atracción nos alejará cada vez más de la realidad,
condenándonos a la frustración.
La anticipación, al contrario, es positiva e incluso
necesaria para nuestra vida cotidiana. La anticipación se alimenta de nuestras
experiencias, pero también es un proceso razonado en el que tenemos en cuenta
los factores en contra. Anticipar lo que podría pasar puede ayudarnos a
prepararnos de antemano, elaborar un plan de acción alternativo, de manera que
evitemos posibles problemas y conflictos.
Solo debemos asegurarnos de que esa anticipación
proviene de un análisis ponderado de la situación. El deseo influirá. Sin duda.
Pero debe ser solo un factor de la ecuación, y es conveniente que no sea es el
más importante. Por consiguiente, la próxima vez que pensemos que nos merecemos
algo, que las personas se deben comportar de cierta forma o que las cosas
saldrán como imaginamos, deberíamos detenernos un segundo a pensar si nuestras
expectativas no nos estarán conduciendo por un camino erróneo.
Posted: 10
¿Eutimia o felicidad? Lamayoría de las personas
elegiría ser feliz. Los filósofos estoicos, sin embargo, elegirían la eutimia
porque sabían que ese estado de equilibrio interior nos conduce a la
felicidad. Pero además nos ayuda a ser más resilientes, afrontar mejor la
adversidad, ser más independientes y desarrollar una mayor tolerancia a la
frustración. Por desgracia, el concepto de eutimia se ha ido vaciando de su
sentido con el paso del tiempo.
¿Cuál
es el significado de eutimia?
El término eutimia es de origen griego. Es el
resultado de la combinación del pronombre “eu” que significa “bien” y
“thymos” que significa “alma o emoción”. Sin embargo, en realidad este
último término abarca cuatro significados diferentes: energía vital; sentimientos
y pasiones; voluntad, deseo e inclinación y, por último, pensamiento e
inteligencia.
Por tanto, si nos remitimos al significado
original de eutimia, no se limita únicamente a un estado de ánimo positivo,
sino que va mucho más allá haciendo referencia a un equilibrio de todos los
contenidos psicológicos.
La
estabilidad de los afectos
En el ámbito de la Psicología, el término eutimia
se ha utilizado de manera más restrictiva, fundamentalmente para referirse a
la ausencia de alteraciones en los trastornos del estado de ánimo, como el
trastorno bipolar. La eutimia sería, por tanto, los periodos de equilibrio
entre la manía y la depresión.
En el pasado se pensaba que las personas con
trastornos mentales recuperaban su pleno rendimiento en la fase eutímica, pero
ahora se conoce que entre en el 40 y 60% de los pacientes eutímicos presentan
trastornos neurocognitivos.
Ese descubrimiento ha puesto en tela de juicio la
eutimia como un estado emocional eminentemente positivo para dejar paso a un
concepto de eutimia más amplio y vinculado al equilibrio. Sería, por tanto,
una sensación de bienestar y equilibrio matizada por un sentimiento de
alegría sosegada y paz interior.
De hecho, en 1991 el psiquiatra Gara moni sugirió
que la eutimia fuese un nivel de funcionamiento saludable caracterizado por
un balance óptimo entre los afectos y cogniciones positivas y negativas. De
esta manera, la psicopatología sería el resultado de una desviación de ese balance.
Según esta perspectiva, la eutimia no es un estado
carente de afectos y pensamientos negativos. Estos existen, pero no nos hacen
perder la estabilidad. Si las emociones y sentimientos negativos predominasen
se haría referencia a un estado de ánimo negativo o distimia, generalmente
caracterizado por la tristeza y la nostalgia. Y si las emociones positivas
fueran excesivas también romperían el equilibrio mental y serían dañinas,
como en el caso de la manía.
Los
3 secretos de los filósofos para alcanzar la eutimia
“Si deseas ser imperturbable, es una cosa
excelente, de hecho, es la mejor de todas y una de las que erige al hombre a
nivel de dios. Los griegos llamaban a esa firmeza mental eutimia […] Lo que
necesitamos entender es cómo la mente puede seguir un curso constante y sin
contratiempos, cómo puede sentirse satisfecha de sí misma y mirar con placer
a su alrededor, y no experimentar la alegría de manera interrumpida sino
permanecer en ese estado, pero en una condición pacífica sin estar nunca
eufórico o deprimido: eso es ‘paz mental’”, dijo Séneca.
El filósofo estoico aspiraba a alcanzar la
eutimia. Consideraba que se trataba de un estado de calma interna y
satisfacción vinculado al bienestar psicológico, un “tranquillitas animi” que
iba acompañado de una “felicitatis intellectus”, que sería la plena
conciencia de ese bienestar. Así nos daba a entender que la eutimia no es un
estado al que llegamos por azar sino el fruto de un esfuerzo consciente y un
arduo trabajo interior.
El primer paso para desarrollar el estado
eutímico, según Séneca, sería dejar de juzgar. “La tranquilidad
solo puede ser alcanzada por quienes han logrado un inquebrantable poder
sobre los juicios”, afirmó.
Los juicios que realizamos sobre las cosas son los
que, a menudo, nos roban nuestro equilibrio al alimentar las frustraciones,
tensiones, desilusiones y enfados, estados que terminan acumulándose. Por
eso, necesitamos juzgar mucho menos.
Séneca también daba una segunda pista para
alcanzar la eutimia: vivir estando plenamente presentes. “La verdadera
felicidad es disfrutar del presente sin dependencia ansiosa del futuro, no
divertirnos con esperanzas o miedos, sino descansar tranquilos, como el que
no desea nada. Las mayores bendiciones de la humanidad están dentro de
nosotros y se encuentran a nuestro alcance. Un hombre sabio está contento con
su suerte, sea cual sea, sin desear lo que no tiene”.
El tercer y último consejo proviene de Demócrito,
otro filósofo que hizo referencia a la eutimia. En su caso, creía que esta
proviene de sentirnos satisfechos con lo que tenemos y lo que somos.
Sería un estado de tranquilidad en el que no buscamos ansiosamente acumular
muchas más cosas ni nos quita el sueño no tenerlas. Eso no significa dejar de
crecer ni resignarse, sino sentirse satisfechos aquí y ahora mientras
trabajamos por mejorar el futuro.
Por eso recomendaba prestar poca atención a las
personas importantes y a menudo envidiadas y admiradas que nos rodean para
centrar nuestra atención en aquellas que menos tienen y más sufren. Esa
comparación nos permite poner nuestro sufrimiento, dolor o supuesta mala
suerte en perspectiva. Y también nos permite desarrollar la gratitud
imprescindible para calmar nuestra mente inquieta.
Por supuesto, no existe una receta ideal para
alcanzar la eutimia. Cada persona debe encontrar su balance óptimo, ese
estado en el que se siente a gusto, en el que nada sobra, pero tampoco falta.
Y eso dependerá de factores como su personalidad, el contexto social y
cultural y, por supuesto, el trabajo interior que haga.
Fuentes:
Linden, M. (2020) Euth
|
Suscribirse a:
Entradas (Atom)