06 julio 2020

EL BOMBARDEO MEDIÁTICO NOS DESESTABILIZA EMOCIONALMENTE Y NOS PUEDE CREAR PROBLEMAS DE SALUD


PSICOLOGÍA SIN RESERVAS
EL BOMBARDEO MEDIÁTICO NOS DESESTABILIZA EMOCIONALMENTE Y NOS PUEDE CREAR PROBLEMAS DE SALUD

 

El 15 de abril de 2013, mientras cientos de corredores llegaban a la línea de meta en el maratón anual de Boston, dos bombas explotaron. Tres personas murieron ese día, incluido un niño de ocho años. Cientos resultaron heridas. 

Los medios de comunicación de todo el mundo le dieron seguimiento. Durante días. Transmitieron las terribles imágenes de la detonación, el caos, el dolor de las víctimas. Las personas que vivieron aquel atentado sufrieron daños psicológicos, pero Alison Holman y sus colegas de la Universidad de California descubrieron que también hubo otro grupo de personas afectadas.

Tras entrevistar a 4.675 adultos comprobaron que las personas que no habían vivido la explosión en carne propia, pero habían consumido 6 o más horas de noticias al día durante la semana posterior, también presentaban signos de estrés postraumático.

Los investigadores concluyeron que “la exposición repetida a los medios relacionada con los bombardeos se asoció con un mayor estrés agudo que la exposición directa. La cobertura mediática después de traumas colectivos puede difundir ampliamente el estrés agudo”. 

Por tanto, les quedó claro que todos subestimamos los efectos de las noticias en nuestra salud mental. Y ni siquiera somos plenamente conscientes de que las noticias también cambian la visión que tenemos de la realidad, influyen en nuestras actitudes, moldean nuestras opiniones y, en última instancia, determinan nuestros comportamientos e incluso pueden afectar nuestra salud.

Sumergidos en un flujo constante de noticias

La pandemia actual y el confinamiento nos han expuesto como ninguna otra situación a los medios de comunicación, que se han convertido en nuestra única ventana al mundo en un periodo de gran incertidumbre y soledad. Justo cuando más vulnerables psicológicamente hemos estado, los medios de noticias han alcanzado cifras récord de audiencia.

A los medios de comunicación tradicionales se han sumado otros canales – redes sociales, podcast y blogs – que siempre están disponibles y han terminado por sumirnos en un auténtico maremágnum de noticias desde que nos levantábamos hasta que nos acostábamos.

De hecho, uno de los primeros estudios realizados sobre la cobertura mediática que se ha realizado de la pandemia de Covid-19 reveló que el consumo de los nuevos medios de comunicación generaba síntomas más agudos de depresión, ansiedad y estrés, en comparación con los medios de comunicación tradicionales. Los investigadores de la Universidad Normal de Tianjin también comprobaron que la forma de presentar las noticias cuenta. Aquellas que enfatizaban los aspectos más positivos o mostraban el contenido de manera más neutral nos desestabilizaban menos.

Imbuidos en ese flujo constante de información/desinformación, no es extraño que hayamos caído en un círculo vicioso particularmente peligroso. Cuando creemos que existe una amenaza para nuestra vida o estabilidad, nos preocuparemos y queremos recopilar la mayor cantidad de datos posible para comprender “mejor” lo que está sucediendo y tomar decisiones informadas.

El problema es que eso nos conduce a consumir más noticias que, cuando son contradictorias o sensacionalistas, en vez de aclararnos nos sumen aún más en la confusión.

De hecho, investigadores de la Universidad de California comprobaron que las personas más preocupadas por las consecuencias de los eventos suelen consumir más noticias durante el periodo previo a que ocurran, lo cual se revierte en un peor desempeño psicológico cuando el problema finalmente se materializa. Es decir, consumir más noticias no suele prepararnos mejor para los problemas que se avecinan.

Eso, por supuesto, no significa que debamos estar desinformados. Pero quizá deberíamos acercarnos a las noticias con una actitud más cauta y crítica.

Las noticias aprovechan nuestros sesgos

Una de las razones por la cual los efectos de las noticias son tan potentes es nuestro “sesgo de negatividad”. Se trata de nuestra tendencia a prestar más atención a las cosas negativas que suceden a nuestro alrededor. Es probable que ese sesgo se deba a que necesitamos protegernos del peligro, razón por la cual nos centramos más en las noticias negativas y descartamos rápidamente las positivas.

Sin embargo, un sesgo no es la realidad, es una percepción limitada de la misma. De hecho, investigadores de la Universidad de Carolina del Norte comprobaron que las noticias económicas que transmiten los medios a menudo son más sombrías que la realidad, de manera que terminan influyendo negativamente sobre nuestras expectativas de futuro. Muchas noticias, por ende, deforman nuestra percepción del mundo – no necesariamente para mejor. 

Las noticias también hacen leva en el “efecto marco o encuadre”, un fenómeno psicológico que indica que la manera en que nos presentan un hecho o elección influye en la forma en que pensamos al respecto. 

En 2016 dos investigadores de la Universidad de Bournemouth presentaron a un grupo de personas la misma noticia, pero encuadrada de manera diferente, para evaluar su percepción sobre el nivel de riesgo de un país.

Descubrieron, por ejemplo, que decir que un ataque terrorista era causado por “al-Qaeda y los grupos islámicos radicales asociados” preocupaba mucho más a las personas que referirse de manera más vaga a un “grupo separatista rebelde nacional”, aunque ambos titulares tienen el mismo significado y sus consecuencias eran las mismas.

Un estudio del Moffitt  Cáncer Center en Florida descubrió que las noticias también nos llevan a malinterpretar la incidencia de diferentes tipos de cáncer. De hecho, solemos pensar que el cáncer cerebral es mucho más común porque está sobre representado en los medios de comunicación, mientras otros, como los tumores en el sistema reproductivo, que ocurren con más frecuencia incluso entre las personas que conocemos, nos parecen menos comunes. Esa percepción sesgada podría hacer que subestimemos nuestro nivel de riesgo y pasemos por alto los primeros signos de advertencia. Eso significa que los efectos de las noticias también se extienden a nuestra salud.

Los efectos de las noticias en nuestra salud

Una investigación realizada en el Hospital Louis-H. La Fontaine de Montreal comprobó que leer noticias negativas durante apenas 10 minutos produce un aumento de cortisol, la hormona del estrés, en las mujeres. Esas noticias también son recordadas con mayor nitidez, lo cual significa que nuestro cerebro las percibe como una amenaza.

Otro estudio desarrollado en la Universidad de Misuri comprobó que las noticias negativas aumentan nuestro ritmo cardíaco, lo cual podría tener implicaciones graves para nuestra salud a largo plazo si nos exponemos continuamente a un alud de noticias negativas día tras día. De hecho, la exposición de 4 horas o más a la cobertura mediática sobre los atentados del 11 de septiembre aumentó hasta en un 53% las probabilidades de tener problemas cardiovasculares durante los tres años posteriores y otros problemas de salud.

No es extraño. Vemos las mismas noticias, una y otra vez. Sabemos que no es ficción. Hay alguien que está sufriendo o que lo está pasando mal. Y eso termina dejando una huella emocional que puede tener un impacto en nuestra salud.

Otro estudio desarrollado en la Universidad de Texas comprobó que la exposición a los medios de comunicación fue un factor predictor de los niveles de ansiedad. Estas personas reportaban niveles más bajos de optimismo y una mayor angustia psicológica.

En realidad, el problema no es la noticia en sí, sino su repetición. El bombardeo. Los nuevos detalles traumáticos que se añaden para llamar la atención. Porque hace mucho tiempo que las noticias se han olvidado de su objetivo principal, informar, y se han convertido en una fuente de entretenimiento más a la que es necesario añadir drama para mantenernos pegados a las pantallas. De hecho, tras analizar las noticias en 14 países, psicólogos de la Universidad Nacional de Taiwán alertaron de que el tratamiento sensacionalista de las mismas ha aumentado exponencialmente en los últimos años.

Y nadie es inmune. Aunque algunos sean más sugestionables que otros, psicólogos de la Universidad Abierta de los Países Bajos constataron que las noticias afectan nuestro estado de ánimo, generando emociones negativas y borrando las positivas, independientemente de nuestras características de personalidad.

Por tanto, en la era de la infoxicación, necesitamos asumir una actitud proactiva, que quizá signifique reducir el consumo de noticias y/o elegir fuentes fiables que realmente nos informen en vez de limitarse a generar alarma o añadir detalles morbosos. Nuestra salud mental y física nos lo agradecerá.

Fuentes:

Gorvett, Z. (2020) How the news changes the way We think and behave. En: BBC.

Hoog, N. & Verboon, P. (2020) Is the news Making us unhappy? The influence of daily news exposure on emotional states. British Journal of Psychology; 111(2): 157-173.


01 julio 2020

SI CREES QUE TODO TE VA MAL TENGO UNA FÓRMULA PARA CAMBIAR TU SENSACIÓN


Psicología desarrollo personal
SI CREES QUE TODO TE VA MAL TENGO UNA FÓRMULA PARA CAMBIAR TU SENSACIÓN


No voy a ser yo la primera persona en este planeta que a veces (bueno, muchas veces) tiene la sensación de que todo le va mal. Más allá de que lo mío podría ser un simple caso de hipocondría, la sensación es la que es. La tengo. La noto. La vivo.
Y es un horror.
Hay momentos en la vida en las que suceden mil cosas desagradables. Todas. A la vez. Ahí es cuando te preguntas: ¿y qué narices le hice yo al Universo para que me lo pague de esta manera?
El famoso Karma. A mí me tiene harta. Hartísima. Seguro que me entiendes: intentas ser mejor persona; te fijas mucho en cómo hablas de los demás (soltar porquería por la boca sólo sirve para que te ensucies por dentro); procuras no joderle vida a nadie (y seguramente no lo consigues del todo porque uno no siempre es consciente de ello) y ayudas al que lo necesita (dentro de tus posibilidades). Pero el Karma- tu Karma, mi Karma, nuestro Karma- parece estar pasándolo de maravilla, jugando a veteasaberqué. A veces me da la sensación de que se trata de una partida para dos pero que juega solo: hace una jugada, se levanta, se sienta en la silla de enfrente y vuelve a jugar.
De lo contrario, no me explico.
El Karma juega en su tiempo libre, así que cuando está de vacaciones, es un sinvivir: se te rompe la nevera; tu novio te deja; tu jefe parece haber apostado a ver cuánto tiempo aguantarías bajo presión (suele ganar, el muy cabrón); caes enferma, encadenando un catarro con una apendicitis y la regla... Y, por si fuera poco, la Agencia Tributaria te exige devolverle un dinero que no tienes.
Sí, sé que contado así, puede parecer ordinario. Pero a mí no se me ocurre ser poética y literaria cuando hablo de las malas pasadas de la vida. Porque llamarlas “desgracias” es muy de primer mundo, y decir que son "unas simples circunstancias no favorables" es quitarle peso al asunto. Yo no me doblego ante las circunstancias, pero sí me afectan estas malas pasadas de la vida. Sobre todo, si llegan todas a la vez (y es como suelen llegar).
Y hay días en los que cuesta ser positiva. Esos días de “todo mal todo el rato”. Yo lo intento, de todas maneras. Por ejemplo, pienso en los que lo pasan verdaderamente mal, pero no me sirve de nada, porque en vez de tranquilizarme, sufro por ellos. O decido que no tengo motivos reales para quejarme, pero entonces me deprimo todavía más. Incluso intento buscarle cosas positivas a mi vida y… ¡No las encuentro! Cuando la nube negra se instala encima de mí, dejo de ver el horizonte.
Pero hace unos meses conocí a Nico.
Quedamos para cenar los cuatro: yo con mi chico y mi amigo con el suyo. Nico, el novio de mi amigo, resultó ser escultor, pintor, arquitecto... Hace un montón de cosas y todas las hace bien. Le va bien. Se le ve bien. Y tiene mucho trabajo, haciendo algo que le apasiona: crear. Vamos, algo increíble, teniendo en cuenta cómo están las cosas hoy en día.
Pero lo que más fascinada me tenía era su actitud ante la vida. No diría que Nico es una persona excesivamente positiva o extremadamente optimista. Qué va. Nico es lineal. Muy raro para un artista, lo sé.
Hablamos de las frustraciones, de cómo vemos la vida y la gente, del cambio, de por qué unos viven y otros parecen estar sobreviviendo rodeados de cosas.
Así que le conté mis agobios cotidianos y le hablé de esa sensación de que mi Karma me odia y ni siquiera sé por qué.
Y entonces Nico me dijo algo que me hizo ver las cosas de otra manera. Puede que te parezca demasiado simple, pero a veces las cosas más sencillas son las que nos hacen cambiar de mentalidad. O lo que llega a ser la teoría de la navaja de Ockham: "En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable."
La comparación que hizo Nico me pareció simplemente fantástica. Y quiero compartirla contigo.
“La vida es así: hoy todo va bien, mañana parece que todo va mal. Y cuando las cosas dejan de funcionar, nos dedicamos a repasarlas una y otra vez y esperar- desesperadamente- que las cosas mejoren. Pero esto es como cuando alguien te ha enviado un paquete a través de una agencia de transporte. Sabes que te va a llegar, pero te pasas el día mirando fijamente en el ordenador siguiendo el trayecto del paquete: ha salido, ha llegado a la aduana, sigue en la aduana, parece que está en reparto, no llega… Desatiendes muchas cosas cotidianas por seguir el proceso de entrega del paquete. Te pones nerviosa porque quieres recibirlo ya, aún sabiendo que, tarde o temprano, llegará. Y cuando por fin llega, te das cuenta de que tienes que hacer mil cosas que no habías hecho estos días, porque has pasado semanas pegada a la pantalla. Las cosas buenas llegarán: hoy, mañana o de aquí a una semana o un mes, y no sirve de nada estar histérica siguiendo su trayecto. Dedícate a hacer lo que toca hacer, y ya está. Porque el paquete está de camino”.
Desde entonces yo ya no espero mi “paquete”, me ocupo de mis cosas y, cuando todo va mal, me centro en lo que tengo que hacer. Y el paquete llega, tenía razón Nico. El mío, por cierto, me lo han entregado esta misma mañana, cuando ya no me acordaba de que tenía que llegar.
Y es que pasamos mucho tiempo en un “stand by” emocional, esperando que algo bueno suceda. Años de cola para acceder a la ventanilla de “Recompensas del Karma”. Pero el día que llega nuestro turno, resulta que no lo habían enviado a domicilio.
Que desperdicio de vida.

26 junio 2020

APRENDE A AFRONTAR LOS MALOS MOMENTOS DE ANSIEDAD

PSICOLOGÍA/ANSIEDAD
APRENDE A AFRONTAR LOS MALOS MOMENTOS DE ANSIEDAD
La vida está llena de buenos momentos, pero inevitablemente también están los malos De esta forma vivimos el devenir de la vida Debemos de asumir como parte del ciclo de la vida las circunstancias difíciles, una vez asumido esto podemos empezar a pensar en cómo afrontarlos, pero el comprender esto nos pone en una actitud de salida ya muy diferente.

En todo caso tenemos que aprender a diferenciar entre los momentos de dificultad que llegan sin nuestra intervención, como por ejemplo una grave enfermedad o los momentos de dificultad que llegan como consecuencia de nuestras propias decisiones.
El problema en la mayoría de los seres humanos es que la negatividad tanto de los pensamientos como de los sentimientos es la respuesta que normalmente damos ante estas circunstancias y es precisamente la peor de las respuestas posibles para saber afrontarlas.
Al final acabamos siendo un obstáculo y un problema más en vez de ser personas capaces de ir resolviendo con tranquilidad cada uno de los problemas que se nos van apareciendo.
Tengamos en cuenta que ante los eventos que no podemos cambiar y que son de carácter desagradable lo único que podemos cambiar es la forma en la que reaccionamos y esto nos convertirá en personas felices o infelices, en personas ejemplares o detestables, en personas que dejarán un legado positivo o que no dejarán huella en su sociedad.
Lo importante es darnos cuenta que estamos continuamente reaccionando de forma automática como si fuéramos robots. Tenemos que aprender a tener un mínimo control sobre nosotros mismos a nivel emocional y mental para aprender a abordar todo lo que nos venga y así conseguir el objetivo de ser personas felices. La felicidad no está en estar rodeado de circunstancias agradables sino en saber reaccionar correctamente, positivamente a todo lo que se nos vaya presentando.
Te voy a dar algunas claves para que las vallas practicando cada vez que estés ante estas situaciones que se nos escapan de las manos.

Aprende a respirar pausadamente ya que este tipo de respiración está demostrado que nos calma, nos serena y nos pone en un estado adecuado para poder afrontar situaciones de estrés y ansiedad.
Observa bien cómo te sientes en esos momentos ya que un primer paso muy importante es llegar a entender nuestros procesos psicológicos y emocionales completamente negativos y entender que en ese estado es imposible tomar decisiones correctas, es más, ni siquiera se pueden tomar decisiones.
No busques culpables, eso es solo una forma de expresar nuestra frustración hacia otros. Lo mejor es buscar nuestra responsabilidad exclusivamente y sin llegar a los sentimientos de culpabilidad en el caso de tener responsabilidades
Piensa objetivamente que es lo que realmente puedes llegar a controlar y del evento que te está estresando y ocúpate de ello. Deja de preocuparte de lo que no puedes controlar y acéptalo.
Céntrate en las soluciones y busca que es lo más importante que puedes realizar a partir de este momento y ponte manos a la obra.
Aprender a ver que todo es pasajero y que igual que aquello que te preocupaba tanto hace años ahora no tiene ninguna importancia, lo mismo va a pasar ahora.

24 junio 2020

SI NO DUERMES BIEN TU ESTADO DE ÁNIMO LO PAGARÁ


PSICOLOGÍA SUEÑO                                                                                SI NO DUERMES BIEN TU ESTADO DE ÁNIMO LO PAGARÁ 
El insomnio y las emociones tienen un vínculo muy estrecho. De hecho, es probable que en más de una ocasión te hayas despertado malhumorado, irritable o decaído después de una noche en la que dormiste poco y no pudiste descansar lo suficiente.
Como media, pasamos 25 años de nuestra vida durmiendo. Es mucho tiempo. Y eso nos indica la enorme importancia del sueño, tanto a nivel fisiológico como psicológico. Dormir menos de 6 horas al día puede tener efectos nefastos a corto y largo plazo, tanto para nuestra salud como para nuestro equilibrio emocional.
La falta de sueño reduce las emociones positivas
Dormir poco y mal afecta negativamente nuestro estado emocional. Lo comprobaron investigadores del Departamento de Psicología de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, quienes analizaron los patrones de sueño de 59 personas y sus reacciones al día siguiente.
Primero estas personas durmieron con normalidad en sus casas para someterse a una serie de pruebas a la mañana siguiente. Luego, durante tres días, debían irse a la cama dos horas más tarde y levantarse una hora más temprano de lo habitual. Por la mañana realizaron pruebas de precisión y capacidad de respuesta, así como tests para evaluar las emociones positivas y negativas que estaban experimentando.
Los investigadores comprobaron que cuando no dormimos el tiempo necesario, respondemos mucho más rápido ante los estímulos, pero somos menos certeros y nos equivocamos mucho más. En práctica, reaccionamos más rápido para compensar la falta de concentración. Como resultado, cometeremos más errores. 
Nuestro estado emocional también se resiente. “Los sentimientos positivos obtuvieron un puntaje peor después de solo una noche de sueño reducido, y disminuyeron aún más después de tres noches”, escribieron los psicólogos. Por tanto, concluyen que la falta de sueño puede convertirse en un problema emocional que empeora rápidamente.
Después de una mala noche de sueño perdemos la neutralidad
No dormir lo suficiente no solo influye en nuestro estado de ánimo, sino que afecta la manera en que nuestro cerebro procesa los estímulos a los que nos enfrentamos a lo largo del día, según otro estudio realizado en la Universidad de Tel Aviv.
En este caso, los participantes realizaron una serie de test después de haber dormido como de costumbre y tras una noche insomne mientras los investigadores medían su actividad cerebral. Una de las pruebas consistió en pedir a las personas que indicaran la dirección en la que se movía un punto amarillo sobre distintas imágenes que tenían una valencia emocional positiva, negativa o neutral.
Curiosamente, quienes habían dormido bien eran capaces de identificar la dirección del punto sobre las imágenes neutrales más rápido y con mayor precisión. En cambio, quienes no habían dormido tenían dificultades para identificar el punto sobre todas las imágenes, lo cual significa que también estaban reaccionando ante las neutrales.
Haber pasado una noche sin dormir distraía a las personas, activando la amígdala, el centro de control emocional en el cerebro que detecta las señales más sobresalientes del entorno, de manera que tomaban los estímulos neutros como amenazantes.
Esos resultados revelan que, sin dormir, se altera el mero reconocimiento de lo que es emocional y lo que es un evento neutral. Podemos experimentar provocaciones emocionales similares de todos los eventos entrantes, incluso los neutrales, y perder nuestra capacidad de resolver más o información menos importante. Esto puede conducir a un procesamiento cognitivo sesgado y un juicio pobre, así como a la ansiedad”, concluyeron los investigadores. Eso explicaría nuestra irritabilidad cuando dormimos mal.
El cerebro insomne
Al parecer, cuando no descansamos lo suficiente se afecta el control cognitivo de la emoción, el cual es fundamental para responder de manera adaptativa al medio. En práctica, las zonas de la corteza prefrontal, que serían las encargadas de regular la activación emocional que se produce en el sistema límbico, dejan de ejercer diligentemente su función de control, de manera que se produce una hiperreactividad emocional. Eso explicaría la profunda conexión entre insomnio y emociones.
Otro estudio realizado en el Laboratorio de Neurociencia Social, Cognitiva y Afectiva de la Universidad de Arizona podría tener la respuesta a esa “desconexión” – o al menos parte de ella. Estos neurocientíficos apreciaron que después de una noche sin dormir las personas que mantenían un estado de ánimo más positivo eran aquellas que presentaban una materia blanca más compacta.
La materia blanca está compuesta por fibras largas y aisladas que conectan las células cerebrales de la materia gris. La materia blanca, por tanto, sería la que permite que nuestro cerebro funcione de manera eficaz y rápida, facilitando la velocidad y la conectividad entre las neuronas.
Cuando esta conexión falla o se vuelve más lenta, se afectan las conexiones entre las diferentes zonas del cerebro, de manera que no podemos ejercer el autocontrol con tanta eficacia y el cerebro emocional campa a sus anchas.
Las mujeres sufren más los efectos secundarios de la falta de sueño
Curiosamente, el vínculo entre insomnio y emociones es más intenso en las mujeres. Un estudio llevado a cabo en el Centro de Investigación del Sueño de la Universidad del Sur de Australia reveló que tras 36 horas sin dormir vamos experimentando una afectación gradual de nuestro estado de ánimo.
La falta de sueño genera depresión, ira, confusión y ansiedad, acompañado de menos energía y agotamiento. Sin embargo, las mujeres fueron más vulnerables a esos cambios, experimentando un estado de ánimo más deprimido y mayor ansiedad después de la privación del sueño. 
Por supuesto, dormir es un proceso altamente individual. Hay personas que necesitan dormir ocho horas todas las noches y otras que pueden descansar con menos. Lo más importante es que cada quien logre encontrar su equilibrio. Lo sabrás por tu estado de ánimo al día siguiente. Si estás de buen humor y alerta cuando te levantas significa que tus hábitos de sueño son beneficiosos. Si no es así, deberías replantearte tu rutina, por el bien de tu salud física y tu equilibrio emocional.

22 junio 2020

PERSONAS HIPOCONDRÍACAS SÍNTOMAS, CAUSAS Y TRATAMIENTO

LOS TRASTORNOS DE LA CONCIENCIA
PERSONAS HIPOCONDRÍACAS SÍNTOMAS, CAUSAS Y TRATAMIENTO


Quejas permanentes que nunca son confirmadas por los exámenes clínicos… Síntomas diversos que desaparecen, pero en su lugar aparecen otros, en una cadena interminable… Cambios de médico permanentes porque ninguno comprende su «padecimiento»… Estas son algunas de las características principales de las personas hipocondríacas.
¿Qué es la hipocondría?
La hipocondría es, básicamente, una preocupación excesiva por el estado de salud. Se trata de un problema muy común con un elevado costo para los sistemas sanitarios pues se estima que casi el 9% de los pacientes que acuden a los hospitales son hipocondríacos. Esta preocupación hace que experimenten síntomas que no existen objetivamente o que maximicen los ya existentes. Como resultado, la persona sufre una gran angustia y a menudo cae en la depresión.
Para diagnosticar la hipocondría, la persona debe estar convencida de que padece al menos dos enfermedades graves y debe conocer con lujo de detalles la sintomatología de una de ellas. Por supuesto, esta persona se someterá a una serie de exámenes físicos y no aparecerá ninguna señal de los problemas que refiere.
Además, normalmente la persona hipocondríaca presenta un miedo intenso a padecer estas enfermedades, se preocupa excesivamente por la calidad de las exploraciones médicas y el malestar subsiste durante más de seis meses, provocando un deterioro considerable en el área laboral o en las relaciones interpersonales.
Vale aclarar que aunque en el imaginario popular existe una identificación entre la hipocondría y la vejez, lo cierto es que gran parte de las personas hipocondríacas son hombres que rondan los 30 años y mujeres sobre los 40. Estas personas pasan muchas horas estudiando su cuerpo y reacciones con detenimiento, hasta que realizan su propio diagnóstico, que generalmente entra en contradicción con el que realiza el médico. Por eso, es común que vayan de hospital en hospital, buscando a un médico que confirme sus temores.
Casi siempre las personas hipocondríacas están al tanto de las últimas enfermedades y tratamientos y se convierten en nutricionistas expertos porque, en el fondo, tienen mucho miedo a padecer alguna enfermedad. Así, poco a poco, la salud y las patologías se van convirtiendo en su único tema de conversación. Cuando este trastorno llega a su punto álgido, se produce un deterioro severo de sus relaciones interpersonales ya que incluso pueden renunciar a la vida social por el miedo a contaminarse.
Las causas de la hipocondría
Las causas de la hipocondría son muchas por lo que es difícil hacer referencia a un solo factor. Entre las causas más comunes se hallan:
– Una educación basada en el miedo o en la protección excesiva. Usualmente, al profundizar en la historia de vida de las personas hipocondríacas, se descubre que desde pequeños tuvieron una educación sobreprotectora o un familiar cercano que manifestaba una preocupación excesiva por su salud.
– Experiencias traumáticas relacionadas con la enfermedad o la muerte. Ya sea porque la persona ha sufrido alguna enfermedad grave o porque las ha vivido de manera particularmente intensa a través de un familiar.
– Interpretación incorrecta de los síntomas. En muchas ocasiones la hipocondría se desata a partir de síntomas que son mal interpretados. Esta persona posee cierta información médica y se asusta ante cualquier tipo de síntoma. Por ejemplo, puede confundir una contractura muscular en el brazo izquierdo con la presencia de un infarto o el dolor de cabeza sostenido con una hemorragia cerebral.
– Ser particularmente sugestionable y haber recibido información alarmante sobre determinadas enfermedades. Vale aclarar que es importante estar informados sobre los síntomas iniciales de las patologías ya que así podremos diagnosticarlas a tiempo pero las personas que son particularmente sugestionables pueden desarrollar una actitud hipervigilante que finalmente conduce a la hipocondría.
Por supuesto, también existen otras personas que utilizan las enfermedades para atraer la atención de los demás. En esos casos, la hipocondría se convierte en una forma para relacionase y mantener a su lado a familiares y amigos.
El tratamiento de la hipocondría
Tratar la hipocondría suele ser muy difícil ya que estas personas no desean reconocer que la causa de su mal es de origen psíquico. Por eso, es usual que se nieguen a someterse a un tratamiento psicológico.
En esencia, el tratamiento de la hipocondría se basa en la combinación de los medicamentos para la depresión con la psicoterapia cognitivo-conductual. De hecho, suele ser muy común que psiquiatra y psicólogo trabajen en equipo para afrontar este tipo de casos. Los medicamentos reducen el desánimo, pero no son suficientes para eliminar las ideas de enfermedad, pero a la misma vez, sin ellos, es difícil poder realizar un tratamiento psicológico con éxito.
La psicoterapia se dirige a paliar la angustia y el miedo que sienten estas personas, enseñándoles cómo enfrentar su problema. Un punto vital radica en aprender a diferenciar los síntomas reales de los ficticios. Se suelen utilizar técnicas como la desensibilización sistemática, la detención del pensamiento y la técnica de relajación muscular.

21 junio 2020

HAY EXPECTATIVAS QUE NOS CONDENAN A LA FRUSTRACIÓN


psicología /desarrollo personal                                                                                             
HAY EXPECTATIVAS QUE NOS CONDENAN A LA FRUSTRACIÓN


Los diferentes tipos de expectativas que alimentamos terminan dando forma a nuestro mundo. Como dijera la escritora J.K. Rowling: “vemos lo que queremos ver”. El problema comienza cuando nuestras expectativas se distancian demasiado de la realidad, de manera que lo que esperamos y deseamos no se cumple. Entonces es inevitable que sobrevenga un estado marcado por la frustración, la ira y/o el desánimo.
Los diferentes tipos de expectativas
Las expectativas no son más que suposiciones que realizamos de cara al futuro, anticipaciones de lo que podría pasar basadas en una serie de aspectos subjetivos y objetivos. El problema es que a menudo los aspectos subjetivos inclinan demasiado la balanza y nuestras expectativas se vuelven irreales o incluso irracionales.
Al contrario, ser capaces de comprender los diferentes tipos de expectativas que alimentamos nos permitirá nivelarlas, de manera que sean más acordes a la realidad. Eso no significa resignarse o dejar de soñar, sino tan solo mantener los pies en la tierra, para evitar una dolorosa caída que termine provocándonos heridas profundas y difíciles de sanar.
Conocer los diferentes tipos de expectativas nos permitirá detectarlas y, si es necesario, ajustarlas a la realidad.
1. Expectativas predictivas
Cuando alimentamos este tipo de expectativas creemos saber lo que sucederá durante las experiencias que vivamos. Por ejemplo, si vamos a una cita o a una entrevista de trabajo imaginamos lo que sucederá durante ese encuentro. Se trata, por ende, de una recreación de una experiencia futura en nuestra mente, esperando que ocurra de esa manera y no de otra.
Generalmente estas expectativas se basan en nuestras experiencias anteriores o en las experiencias de personas cercanas. Si un colega de trabajo siempre se ha mostrado amable con nosotros, esperamos que nos haga el favor que estamos a punto de pedirle. No obstante, también implican una expectativa sobre nuestro estado de ánimo porque imaginando cuán felices o tristes nos sentiremos en determinada situación.
2. Expectativas normativas
Este tipo de expectativas se basa en las normas que asumimos. Todos conocemos y compartimos determinados valores y normas sociales, de manera que desarrollamos una serie de expectativas en base a ellos. Esperamos, por ejemplo, que una persona no tire la colilla de cigarro al suelo o que un funcionario público se comporte de manera amable con nosotros para ayudarnos a solucionar el problema.
Estas expectativas se refieren a un estándar básico de comportamiento que esperamos que los demás sigan en diferentes situaciones sociales. No esperamos que alguien nos golpee en la calle sin razón alguna porque existen determinadas normas que nos permiten suponer que podemos coexistir de manera más o menos civilizada.
3. Expectativas merecidas
Este tipo de expectativa es quizá la más subjetiva de todas puesto que se basa en lo que creemos merecer. Por ejemplo, si creemos que somos el mejor empleado de la empresa, esperaremos que el próximo ascenso sea nuestro. Se trata, por ende, de una expectativa basada en nuestra idea de la justicia.
Creemos que somos merecedores de algo, ya sea por nuestro desempeño, cualidades o capacidades. Y suponemos que algo debe ocurrir solo porque creemos que es justo o que somos merecedores de ello. Es la sensación de que tenemos derecho a ello, por encima de los demás, porque de cierta forma nos lo hemos ganado.
El problema comienza cuando estos tipos de expectativas se vuelven irracionales, en gran parte porque no tenemos en cuenta los deseos y necesidades de los demás. Y también porque no incluimos en la ecuación la imprevisibilidad del mundo y la incertidumbre que siempre existe. Como resultado, terminamos indignándonos o entristeciéndonos cuando esas expectativas que con tanto esmero habíamos alimentado caen en saco roto.
¿El secreto? Diferenciar la anticipación del deseo

Nuestro equilibrio mental saldrá beneficiado si en vez de seguir alimentando expectativas irreales, somos capaces de diferenciar la anticipación del deseo. El deseo de que algo ocurra – o no – suele tener una base profundamente subjetiva. Deseamos evitar todo aquello que nos desagrada o molesta mientras preferimos aquello que nos hace sentir bien. Es normal. Pero alimentar expectativas únicamente en base a esos estados de repulsión o atracción nos alejará cada vez más de la realidad, condenándonos a la frustración.
La anticipación, al contrario, es positiva e incluso necesaria para nuestra vida cotidiana. La anticipación se alimenta de nuestras experiencias, pero también es un proceso razonado en el que tenemos en cuenta los factores en contra. Anticipar lo que podría pasar puede ayudarnos a prepararnos de antemano, elaborar un plan de acción alternativo, de manera que evitemos posibles problemas y conflictos.
Solo debemos asegurarnos de que esa anticipación proviene de un análisis ponderado de la situación. El deseo influirá. Sin duda. Pero debe ser solo un factor de la ecuación, y es conveniente que no sea es el más importante. Por consiguiente, la próxima vez que pensemos que nos merecemos algo, que las personas se deben comportar de cierta forma o que las cosas saldrán como imaginamos, deberíamos detenernos un segundo a pensar si nuestras expectativas no nos estarán conduciendo por un camino erróneo.
 

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¿Eutimia o felicidad? Lamayoría de las personas elegiría ser feliz. Los filósofos estoicos, sin embargo, elegirían la eutimia porque sabían que ese estado de equilibrio interior nos conduce a la felicidad. Pero además nos ayuda a ser más resilientes, afrontar mejor la adversidad, ser más independientes y desarrollar una mayor tolerancia a la frustración. Por desgracia, el concepto de eutimia se ha ido vaciando de su sentido con el paso del tiempo.
¿Cuál es el significado de eutimia?
El término eutimia es de origen griego. Es el resultado de la combinación del pronombre “eu” que significa “bien” y “thymos” que significa “alma o emoción”. Sin embargo, en realidad este último término abarca cuatro significados diferentes: energía vital; sentimientos y pasiones; voluntad, deseo e inclinación y, por último, pensamiento e inteligencia.
Por tanto, si nos remitimos al significado original de eutimia, no se limita únicamente a un estado de ánimo positivo, sino que va mucho más allá haciendo referencia a un equilibrio de todos los contenidos psicológicos.
La estabilidad de los afectos
En el ámbito de la Psicología, el término eutimia se ha utilizado de manera más restrictiva, fundamentalmente para referirse a la ausencia de alteraciones en los trastornos del estado de ánimo, como el trastorno bipolar. La eutimia sería, por tanto, los periodos de equilibrio entre la manía y la depresión.
En el pasado se pensaba que las personas con trastornos mentales recuperaban su pleno rendimiento en la fase eutímica, pero ahora se conoce que entre en el 40 y 60% de los pacientes eutímicos presentan trastornos neurocognitivos.
Ese descubrimiento ha puesto en tela de juicio la eutimia como un estado emocional eminentemente positivo para dejar paso a un concepto de eutimia más amplio y vinculado al equilibrio. Sería, por tanto, una sensación de bienestar y equilibrio matizada por un sentimiento de alegría sosegada y paz interior.
De hecho, en 1991 el psiquiatra Gara moni sugirió que la eutimia fuese un nivel de funcionamiento saludable caracterizado por un balance óptimo entre los afectos y cogniciones positivas y negativas. De esta manera, la psicopatología sería el resultado de una desviación de ese balance.
Según esta perspectiva, la eutimia no es un estado carente de afectos y pensamientos negativos. Estos existen, pero no nos hacen perder la estabilidad. Si las emociones y sentimientos negativos predominasen se haría referencia a un estado de ánimo negativo o distimia, generalmente caracterizado por la tristeza y la nostalgia. Y si las emociones positivas fueran excesivas también romperían el equilibrio mental y serían dañinas, como en el caso de la manía.
Los 3 secretos de los filósofos para alcanzar la eutimia
Si deseas ser imperturbable, es una cosa excelente, de hecho, es la mejor de todas y una de las que erige al hombre a nivel de dios. Los griegos llamaban a esa firmeza mental eutimia […] Lo que necesitamos entender es cómo la mente puede seguir un curso constante y sin contratiempos, cómo puede sentirse satisfecha de sí misma y mirar con placer a su alrededor, y no experimentar la alegría de manera interrumpida sino permanecer en ese estado, pero en una condición pacífica sin estar nunca eufórico o deprimido: eso es ‘paz mental’”, dijo Séneca.
El filósofo estoico aspiraba a alcanzar la eutimia. Consideraba que se trataba de un estado de calma interna y satisfacción vinculado al bienestar psicológico, un “tranquillitas animi” que iba acompañado de una “felicitatis intellectus”, que sería la plena conciencia de ese bienestar. Así nos daba a entender que la eutimia no es un estado al que llegamos por azar sino el fruto de un esfuerzo consciente y un arduo trabajo interior.
El primer paso para desarrollar el estado eutímico, según Séneca, sería dejar de juzgar. “La tranquilidad solo puede ser alcanzada por quienes han logrado un inquebrantable poder sobre los juicios”, afirmó.
Los juicios que realizamos sobre las cosas son los que, a menudo, nos roban nuestro equilibrio al alimentar las frustraciones, tensiones, desilusiones y enfados, estados que terminan acumulándose. Por eso, necesitamos juzgar mucho menos.
Séneca también daba una segunda pista para alcanzar la eutimia: vivir estando plenamente presentes. “La verdadera felicidad es disfrutar del presente sin dependencia ansiosa del futuro, no divertirnos con esperanzas o miedos, sino descansar tranquilos, como el que no desea nada. Las mayores bendiciones de la humanidad están dentro de nosotros y se encuentran a nuestro alcance. Un hombre sabio está contento con su suerte, sea cual sea, sin desear lo que no tiene”.
El tercer y último consejo proviene de Demócrito, otro filósofo que hizo referencia a la eutimia. En su caso, creía que esta proviene de sentirnos satisfechos con lo que tenemos y lo que somos. Sería un estado de tranquilidad en el que no buscamos ansiosamente acumular muchas más cosas ni nos quita el sueño no tenerlas. Eso no significa dejar de crecer ni resignarse, sino sentirse satisfechos aquí y ahora mientras trabajamos por mejorar el futuro.
Por eso recomendaba prestar poca atención a las personas importantes y a menudo envidiadas y admiradas que nos rodean para centrar nuestra atención en aquellas que menos tienen y más sufren. Esa comparación nos permite poner nuestro sufrimiento, dolor o supuesta mala suerte en perspectiva. Y también nos permite desarrollar la gratitud imprescindible para calmar nuestra mente inquieta.
Por supuesto, no existe una receta ideal para alcanzar la eutimia. Cada persona debe encontrar su balance óptimo, ese estado en el que se siente a gusto, en el que nada sobra, pero tampoco falta. Y eso dependerá de factores como su personalidad, el contexto social y cultural y, por supuesto, el trabajo interior que haga.
Fuentes:
Linden, M. (2020) Euth